Portada. Acidez, reflexión. casquería. Los superhéroes USA bajo el cinismo europeo |
Marshal
Law, de PAT MILLS y KEVIN
O´NEILL, veteranos de 2000AD, aparece
a finales de Década 80. Sigue la conmoción que supuso WATCHMEN y su desmitificación del héroe enmascarado desde un
planteamiento más maduro y sórdido (el daño que ALAN MOORE, en ese sentido, ha
hecho a la Industria es tremendo; todos ahora tienen una historieta
“poligonera” que contar de un superhéroe, siendo poquísimos los que, de verdad,
consiguen narrarla), distinto del que las Majors
tenían hechas un canon. El superhéroe hacía un servicio a la comunidad y la
patria desinteresado, siendo ejemplo destinado a motivar a la juventud para
convertirla en hombres de provecho del mañana.
El planteamiento de Marshal Law era extremista, radical, iconoclasta, innovador. Lo que
cocinaban por entonces. Y, al mismo tiempo, propio, genuino, original, sin
intención de hacer escuela (que no ha hecho; todos han copiado el Modelo Watchmen, por ser menos brutal
que el de Marshal Law). JOE GILMORE,
un desempleado vet de La Zona (Centroamérica, cuando EE.UU. tenía aún intereses
allí, no como ahora, volcado a Extremo Oriente), genéticamente modificado para
ser un supersoldado, se dedica ahora, entre las arcologías desafiantes y las
ruinas de San Futuro, antaño San Futuro, a cazar a sus semejantes como Marshal
Law.
La Ojocueva guarda secretos que mejor jamás vean la luz. Y describen a su propietario de modo incomprable |
Trastornados por los superpoderes, “los
suyos” llevan el pandillerismo tribalpunk
a los extremos que seres inmunes al dolor y la compasión puedan hacerlo: o sea,
al límite. Por tanto, los castigos de Marshal Law son de una visceralidad
proporcional.
En San Futuro empero tiene competencia: OJO
PRIVADO (un remedo de BATMAN), un vigilante anterior casi a los superhéroes de
La Zona. Tiene expeditivos/”creativos” modos de aplicar “su” justicia, casi
siempre basados en extensas mutilaciones. Marshal Law le admira. Estima hace lo
que debe y además, del modo adecuado… una adoración que se troca asco y ODIO al
descubrir qué perversas motivaciones ocultas tiene Ojo Privado. Al punto, le
convierte en su objetivo.
En el tiempo
al que me refiero, contar esta historia (¡un Reverso Sádico de Batman!) era
como detonar una Bomba A entre los fans de entonces, zombificados en los
conceptos que, más/menos, TIM BURTON estaba también cuestionando con sus dos Batmans. Mills, un conocido “deconstructor”,
se regocija redefiniendo el ‘modelo’, dándole una distinta incitación y
orígenes al CRUZADO DE LA CAPA. Reventar toda la dramática orla del asesinato
de los padres de Bats (u Ojo Privado), la pena que pueda inspirarnos por el
luctuoso suceso, así como sus inclinaciones al “vigilantismo”, es el comienzo.
Un recurrente enemigo de MARSHAL LAW, GANGRENA. Una extraña relación amor/ODIO que no excluye el dolor para mantenerla |
Mientras Bats lucha por un impulso
justiciero, en plan: Lo mío no lo sufra nadie más, Ojo Privado satisface bajas
pasiones sádicas e instintos perversos Asperger, que conectan con lo más
defraudado de Marshal Law, el desencantado con la mitología de los superhéroes.
Lo tenían encandilado de joven por mor de las viñetas. Ojo Privado lo hace por
el gusto de matar, dañar, vejar, desgarrar.
El
Reino de los Ciegos,
análisis del icono Batman aparte, rebosa
sarcasmo, traviesos giros, como por qué Ojo Privado tiene un joven compinche
que le asista en sus misiones. No le vale cualquier muchacho, al que “re$cata”
del orfanato. Debe tener ciertas cualidades para que encaje con sus proyectos
“de futuro”.
El título asimismo denuncia que vivimos en
un reino de ciegos. Cualquier manipulación, puede ocultarnos una verdad
clamorosa. Hay embusteros especializados en ese trabajo, que tapa al embotado
populux qué pérfidos, tortilleros,
gorrones, cobardes o miserables son en realidad. Mills acusa a nuestra pereza
para investigar lo aparente, la Propaganda de los tales, prefiriendo su cómoda
mentira a la dura/pura verdad. Tal le sucede a Marshal Law: cegado por el glamour de Private Detective, deben dejarle tuerto (metafóricamente hablando)
para ver con claridad cuán repulsivo y bastardo era aquél.