Ahí está; disimulado-transformado, bajo el título. Lo suficiente emperoi para infundir sospecha |
Tal leen: ¡consta en la cubierta de su más
reciente novela! ¿Adónde vamos a llegar, señores? ¿Acaso estas personalidades piensan
que pueden avasallar por ser cátedras? ¿Aprovecharse, en este caso, de vuestro Scriptor por ser un autor más modesto,
con un alcance no tan amplio, como el del tan reputado narrador? ¿Qué es esta
impudicia?
No, tono indignado de broma aparte. No creo
me haya copiado; aunque sospecho, sí eso, que un avispado publicista se ha “tomado
libertades”, maqueándolo lo justo como para que siembre la duda a la vez que no
pueda demostrarse que ha hecho efectiva/deliberada copia. Esto tiene internet:
la desvergüenza del anonimato, el que surfees por la red, veas algo que te guste,
y lo usurpes.
Empero hay excepciones. Está el “apropiador
honrado”, quien lo reconoce (nunca he negado las influencias recibidas;
aparecen en las dedicatorias de mis libros), y el “apropiador deshonesto” (que
podría ser este caso), quien no admite nada, todavía tiene la caradura de
afirmar que es de su cosecha, como si fuese un vulgar cornudo delirante que se
apunta la redacción de novelas jamás escritas por él a terceros.
Vaya, como que el parecido es demasiado "razonable", me parece. ¿Casualidad, o copia transformista? |
La cosa sí podría complicarse si lo de “un
relato de frontera” está también dentro, antes del primer capítulo, al mismo
estilo del epígrafe que aparece al inicio de mis historias. Eso podría ya
significar que este catedrático ha visto algo, en alguna parte/momento, y dándose
la curiosidad de ser quien es, lo ha tomado para quedar de relumbrón superior.
Confiando que nadie pudiera advertirlo, vaya.
Estamos en esa infausta era (no es la
única, sin embargo) en que la hez política copia, clona, plagia (lo peor) sin
desdoro ni vergüenza alguna, ni siquiera mínima-nimia, quedando impunes. En el mundo literario, esto es lamentablemente
habitual. “Obligado”, pareciera. Sin embargo, ahí está la anécdota. En portada.