Afiche. Con estas pintas conquistábamos el ancho mundo... demostrando por qué Spain is diferent |
BENITO REQUEJO, provinciano alcalde de un perdido
pueblo aragonés, de quijotesca alma soñadora, y suficiente fuerza de voluntad
como para perseverar, despliega, con su hablar característico y peculiares maneras,
fuerte ofensiva entre sus paisanos pensando transformar su población en una de
las tantas plazas turísticas que, durante el Régimen, se alzaron para rentabilizar
nuestros recursos naturales como otra fuente de ingresos. (Por entonces, las
había. No como hoy.)
El ancho mundo, Guerra Fría y Vietnam
aparte, respiraba un aire general de prosperidad y de “fin de fronteras” con un
presunto intercambio de culturas; en especial, Norte-Sur. Nosotros teníamos sol,
playa y costumbrismo pintoresco; ellos: porno, noticias de la democracia, una aureola
de modernidad codiciada por los compatriotas de entonces.
Este filme (de cuando España poseía una
industria cinematográfica y los actores sabían interpretar, no como ahora, que
antes que talento cultivan su politiqués, y sacrifican el argumento de la
historia a los actuales progresismos tontainas, o copian comedias de JENNIFER
ANISTON o HUGH GRANT —JULIA ROBERTS o HUGH JACKMAN les cogen supraorbitales—, o
cintas de terror) es, comedia “costumbrista” aparte, mordaz crítica a una forma
de pensar/ser que hace a nuestra nación mantenerse en unos estándares, si no de
mediocridad, sí de avance renqueante, como también afea el desdén al visionario
emprendedor aventurero (nosotros, el Imperio donde no se ponía el Sol).
La potente vis cómica de los actores no disimulaban las sutiles denuncias de abandono y atraso que el país vivía. Hecho con un admirable talento que, donde debe brillar, escasea empero |
Benito quiere llevar bikinis, go-gós,
piscinas y demás productos del capitalismo turístico a su pueblo esperando
modernizar una región olvidada, un poco por desidia del lugareño como por el
Estado. Así que, ya ven, lo de la “España Vacía” no es un invento moderno, como
algunos pretenden para saquear al Estado, enriqueciéndose a su costa al apoyar nefastos
Gobiernos “progresistas”, camuflado bajo el pretexto de hacer el bien común y
servir al populux mediante la política. Por supuesto, en clave cómica, nuestro
alcalde, que quiere evitar la emigración y despoblación local, tropieza con
obstáculos.
No de la Administración; lo suyo, asuntos
de palacio, es ir despacio y por ceremoniosos conductos reglamentarios. Vienen
de su gente. Todos pusieron los ojos como platos al soñar con los grandes
hoteles, las suecas en bikinis provocativos (por entonces), un aire de suntuosidad
de acero inox y cristal que contrastaba con la tasca local y la fonda que
apenas había recibido mejoras desde las andanzas de CURRO JIMÉNEZ.
Esta película, con sus agudezas enhiestas,
refleja qué drama vive nuestra nación. Por un lado, quiere inmutables sus
tradiciones. Muchas, antiguas, son además lucrativas (Semana Santa); por otro,
quiere estar en lo hype de lo actual.
Encima, cuando le exigen suelte lastre para poder cambiar, lo hacen de forma
tan vehemente que suena a agresión, a arrancar por pelotas algo importante nuestro,
que forma parte de nuestra identidad. Lo que nos hace españoles, vaya.
Sustituirlo por un delirante modelo “europeo”
(donde defienden tenaces sus costumbres, al loro) metrosexual a ratos heterogay
políglota ecolominista-apátrida/sin fronteras-de Izquierdas con lujos
conservadores. No puede ser, y nos rebelamos, porque esa “realidad europea” que
intentan imponernos pretende anular a España, hacerla un apéndice maleable, sin
carácter u orgullo.
Los que soñaban con la democracia=destape. Me pregunto si, ahora, una vez "conseguida", anhelaban esto, o no; es peor. ¿Desencantados, en el fondo? |
Es el peligro de la multiculturalidad: no conviven en
simbiosis culturas, sino que lo nuevo fagocita al anfitrión, volviéndolo una
neurótica masa amorfa aterrada con lo “políticamente incorrecto”, que debe
contorsionarse para no herir a “lo nuevo”, o parecer racista de lo contrario.
Benito acaba triunfando… en parte. Me
pregunto, empero, de ver qué avances hoy disfrutamos, si algo de su
costumbrismo (casero, de pertenencia al terruño) no estaría tampoco mal
perviviera. Es nuestra herencia, y legado. Y, dado que ya no tenemos otra
industria, perder la del turismo, como ciertos
van buscando, sería nuestra ruina total.