viernes, 4 de septiembre de 2020

LA MUERTE DEL REY ARTURO — NÉMESIS CASTIGA DURO

Portada con alusión a la agonía y orden
final que ARTURO da: "perder" a
Excalibur para que, en el futuro, sea
blandida por otro que nos saque de un
apuro fatal

El Maestro GAUTIER MAP (presunto autor de esta vibrante narración con resonancias líricas) finiquita grandiosamente en este libro la gloriosa época artúrica. CARLOS ALVAR, prologuista, sugiere pudieran ser varios escritores, reunidos bajo mando único, quienes en verdad concluyeran la saga, más centrada en LANZAROTE DEL LAGO que en Arturo, lo cual asombra.

Y es cierto: intuyes la firma de, al menos, dos escritores. Lo refleja cómo rematan algunas frases, o párrafos. Uno de ellos hace referencia al “valor de una espuela”; tal modismo no vuelve a citarse, empero. El otro, suele “abusar” de la imagen “gran duelo que no se hubiera oído a Dios tronando”, fórmula práctica que ahorra palabras y hace descripción completa de la honda emoción que produce el suceso al que se aplica.

Me sorprendió la agilidad (aunque “racanee” la riqueza de detalles a los que estamos más acostumbrados, sobre lugares, personajes, equipo, etc., en esta era telemática del libro-tocho) y capacidad de absorción que tiene un relato del 1200. Es Plena Edad Media (espero acertar) y creemos es, esa época de justas, trovadores y suciedad generalizada (fanatismos religiosos aparte), una era tosca, oscura, pobre en todo sentido. La literatura de entonces se antoja algo cantado, más que escrito, y si estaba en papel, cuesta precisar el estilo, la forma académica, las pobres modas literarias a seguir.

La popularidad de aquél se refleja en la
de éste, manantial auxiliar de más míticas
respecto al Rey Arturo y su fantabulosa
corte de héroes errantes.... y supervillanos
fanásticos
Comparo este libro con la literatura pulp, donde eligen con cuidado las palabras para generar potentes emociones al lector, pese a su descriptiva concisión. Muy popular, por tanto. Abunda la acción (de nuevo, ceñida a diversos elementos descriptivos fijos, como lo de la “cortante espada” o la “lanza introducida hasta la madera”, o el golpe que “hiende la cofia hasta los dientes”), el suspense y el colosal drama. Cuentan el Ragnorak de un principesco estilo de vida y su sucesión, época de caos y estériles pagos, así como asienta una oscuridad que tardará siglos en volverse gris Grey. Pende sobre todo el cristianismo (Arturo, rey instruido, era de misa y confesión diaria), y se obtiene el perdón por pecados de orgullo o vanidad excesivos mediante la miseria eremita de una estricta penitencia.

El mito artúrico poseía doble función social. La primera: convencer al populux de que el vigor del monarca se enlaza con el del reino. La república, de tornadizos gobernantes, era (ES) un disparate; la salubre fortaleza del monarca garantiza la prosperidad, aunada a su buen juicio (complicada cosa, casi siempre). Su taumaturgia beneficia a todos sus súbditos. Luego, el de freno moral para templar a despiadados déspotas cuyas copias, su nobleza, azotaba a la plebe sin compasión, haciendo a veces malabarismos (JUAN SIN TIERRA, aun VLAD TÉPÈS) con la Iglesia, duro adversario que le disputaba poder, privilegios, influencia. Hasta Arturo dobla la cerviz ante Roma, a cuenta del conflicto que genera el adulterio de GINEBRA con Lanzarote, feroz guerra descrita como “que no tendría fin” y que tenía consternado, temblando, al mundo… artúrico.

Fotograma de la mejor cinta sobre el
ciclo artúrico (de ecos celtas):
Excalibur.
Pese a la beatería que muestran
todos los personajes, la obra contiene
fuertes trazas de paganismo fantástico
Lanzarote, descrito en sus gloriosas hazañas a como HOMERO dibuja a HÉCTOR y AQUILES (hombres de fuerza y resistencia sobrehumanas), aparte del dechado de virtudes que le coronan (nobleza, coraje, piedad, generosidad —lo que esperaban fuesen los nobles reales a quienes narraban estas épicas, con escaso éxito—), actúa así más por profunda barrena de remordimientos que por naturaleza. Le atormenta amar a Ginebra, engaño que afrenta a Arturo, descrito como el más noble monarca, reina la cual acaba muriendo, en una miserable abadía, del mismo mal: mala conciencia.

El mito artúrico “ensalza” los defectos humanos; es incluso obra fatalista. Mientras persigue insertar virtudes a imitar a viles gobernantes que derrochan vileza, habla de imperfecciones: Arturo, bastardo; Lanzarote y Ginebra, adúlteros; GALVÁN, vengativo; MORDREZ, traidor codicioso; la espléndida corte de Camaloc, corrupta. Es compleja estructura fantástica, pródiga en detalles, la que este libro desvela con todo lujo… de detalles, esplendor éste que Némesis al final castiga, por exceso de vanidad, quizás.