Portada con alusión a la agonía y orden final que ARTURO da: "perder" a Excalibur para que, en el futuro, sea blandida por otro que nos saque de un apuro fatal |
El Maestro GAUTIER MAP (presunto autor de
esta vibrante narración con resonancias líricas) finiquita grandiosamente en
este libro la gloriosa época artúrica. CARLOS ALVAR, prologuista, sugiere
pudieran ser varios escritores, reunidos bajo mando único, quienes en verdad
concluyeran la saga, más centrada en LANZAROTE DEL LAGO que en Arturo, lo cual asombra.
Y es cierto: intuyes la firma de, al menos,
dos escritores. Lo refleja cómo rematan algunas frases, o párrafos. Uno de ellos
hace referencia al “valor de una espuela”; tal modismo no vuelve a citarse,
empero. El otro, suele “abusar” de la imagen “gran duelo que no se hubiera oído
a Dios tronando”, fórmula práctica que ahorra palabras y hace descripción
completa de la honda emoción que produce el suceso al que se aplica.
Me sorprendió la agilidad (aunque “racanee”
la riqueza de detalles a los que estamos más acostumbrados, sobre lugares,
personajes, equipo, etc., en esta era telemática del libro-tocho) y capacidad
de absorción que tiene un relato del 1200. Es Plena Edad Media (espero acertar)
y creemos es, esa época de justas, trovadores y suciedad generalizada
(fanatismos religiosos aparte), una era tosca, oscura, pobre en todo sentido.
La literatura de entonces se antoja algo cantado, más que escrito, y si estaba
en papel, cuesta precisar el estilo, la forma académica, las pobres modas
literarias a seguir.
La popularidad de aquél se refleja en la de éste, manantial auxiliar de más míticas respecto al Rey Arturo y su fantabulosa corte de héroes errantes.... y supervillanos fanásticos |
Comparo este libro con la literatura pulp, donde eligen con cuidado las
palabras para generar potentes emociones al lector, pese a su descriptiva
concisión. Muy popular, por tanto. Abunda la acción (de nuevo, ceñida a diversos
elementos descriptivos fijos, como lo de la “cortante espada” o la “lanza
introducida hasta la madera”, o el golpe que “hiende la cofia hasta los
dientes”), el suspense y el colosal drama. Cuentan el Ragnorak de un principesco estilo de vida y su sucesión, época de
caos y estériles pagos, así como asienta una oscuridad que tardará siglos en volverse
gris Grey. Pende sobre todo el cristianismo (Arturo, rey instruido, era de misa
y confesión diaria), y se obtiene el perdón por pecados de orgullo o vanidad excesivos
mediante la miseria eremita de una estricta penitencia.
El mito artúrico poseía doble función
social. La primera: convencer al populux de que el vigor del monarca se enlaza
con el del reino. La república, de tornadizos gobernantes, era (ES) un
disparate; la salubre fortaleza del monarca garantiza la prosperidad, aunada a
su buen juicio (complicada cosa, casi siempre). Su taumaturgia beneficia a
todos sus súbditos. Luego, el de freno moral para templar a despiadados déspotas
cuyas copias, su nobleza, azotaba a la plebe sin compasión, haciendo a veces
malabarismos (JUAN SIN TIERRA, aun VLAD TÉPÈS) con la Iglesia, duro adversario
que le disputaba poder, privilegios, influencia. Hasta Arturo dobla la cerviz
ante Roma, a cuenta del conflicto que genera el adulterio de GINEBRA con
Lanzarote, feroz guerra descrita como “que no tendría fin” y que tenía
consternado, temblando, al mundo… artúrico.
Fotograma de la mejor cinta sobre el ciclo artúrico (de ecos celtas):Excalibur. Pese a la beatería que muestran todos los personajes, la obra contiene fuertes trazas de paganismo fantástico |
Lanzarote, descrito en sus gloriosas
hazañas a como HOMERO dibuja a HÉCTOR y AQUILES (hombres de fuerza y
resistencia sobrehumanas), aparte del dechado de virtudes que le coronan (nobleza,
coraje, piedad, generosidad —lo que esperaban fuesen los nobles reales a
quienes narraban estas épicas, con escaso éxito—), actúa así más por profunda barrena
de remordimientos que por naturaleza. Le atormenta amar a Ginebra, engaño que
afrenta a Arturo, descrito como el más noble monarca, reina la cual acaba
muriendo, en una miserable abadía, del mismo mal: mala conciencia.
El mito artúrico “ensalza” los defectos
humanos; es incluso obra fatalista. Mientras persigue insertar virtudes a
imitar a viles gobernantes que derrochan vileza, habla de imperfecciones: Arturo,
bastardo; Lanzarote y Ginebra, adúlteros; GALVÁN, vengativo; MORDREZ, traidor codicioso;
la espléndida corte de Camaloc, corrupta. Es compleja estructura fantástica, pródiga
en detalles, la que este libro desvela con todo lujo… de detalles, esplendor éste
que Némesis al final castiga, por exceso de vanidad, quizás.