Afiche. De momento, película insuperable. Deja en el público duradera impresión de brujería y batallas que dignifica al mito sobre el que filman |
Obviando lo de que JOHN BOORMAN y ROSPO
PALLENBEG se basaron en LA MUERTE
DE ARTURO de SIR THOMAS
MALORY, preciso que el cineasta inglés despliega no obstante una vigorosa obra
visual, audaz, revolucionaria, que entusiasma y captura desde casi el principio.
La partitura de WAGNER resalta la crudeza o corpulencia de un relato sobre
caballeros ‘medievales’ acorazados (con armaduras de siglos después) y una
brumosa magia cuyas raíces proceden de mitos celtas, o aún más antiguos, fábulas
sobre el esplendor, la decadencia, como castigo de NÉMESIS, y posterior regeneración.
Atacaron Excalibur por no ser “exacta” a la Historia. Cojonudo. Estimando
que el mítico rex quondam, rex futurun
yacente en Avalon está en entredicho, que si fue personaje ficticio, un remedo
de CUCHULAIN, o un capitán de caballería romano, o alguien que, por accidente,
cometió un heroísmo notable y coronaron su memoria “legendificándolo” así, decir la carajotada de “Historia” ya
demuestra la base intelectual del crítico.
Boorman alegó que filmó al personaje épico de
hazañas fantabulosas que le ¡ensalzan!, porque sólo lo de EL CABALLERO VERDE, o
la demanda del Grial, ya tiene su miga, como para que hablen de “la Historia”.
Y, aferrado a esa premisa, rueda el mejor monumento visual sobre la Tabla
Redonda y sus esforzados Caballeros nunca hecho, o hasta ahora. (Aunque esté
ese precedente de LA
GUERRA DE LAS GALAXIAS…)
Un joven e ingenuo ARTURO, quien ignora su ascendencia, a punto de hacer un gesto simple empero cargado de responsabilidad y presagio |
Podemos evocar, por ejemplo, EL PRÍNCIPE VALIENTE, “contemporáneo” de
ese entorno de lánguidas damiselas y castos caballeros enfrascados en temerarias
empresas, donde dibujan a Arturo como un REY BALTASAR, o al REY DE OROS de
nuestra baraja. Poca variedad ofrece la semblanza de Arturo. Es un venerable
monarca, imbuido de justicia, bondad y nobleza, que inspira a cuantos le rodean
a imitarle. Atrajo a la flor y nata de la hombría, la generosidad y la
caballerosidad. Es imagen intocable, maniquea, de cartón piedra
andante-parlante, cuando no lo instalan en el trono, desde donde truena
sentencias, consejos o admoniciones. No es joven guerrero audaz; otros pelean
ya por él.
Boorman decide mostrar la íntima “suciedad”
pagana que preña al mito artúrico, concebido empero con fin ejemplarizante.
Empieza con UTHER, quien engendra al niño al sufrir vehemente espasmo de
lujuria, embaucando a modo para que acceda a su petición a MERLIN (un Merlin
soberbio, por cierto, lejos también del “canon” que del enigmático druida hay, encarnado
por NICOL WILLIAMSON). Merlin tiene visión de futuro. Atisba esperanzas en
Arturo. Enlaza la prosperidad de la tierra sufriente con el vigor del rey.
Entronca así la milenaria tradición de fecunda fortaleza entre el país y el
hombre.
Antaño decían que al rey lo elegía Dios. Arturo es el paradigma: lo
designan las potencias arcanas que invoca Merlin, fuerzas que harán de Dios en
su drama. Que Arturo traicionará al abrazar el cristianismo. ¿Sobre qué rompe Excalibur, forjada al estilo de Mjolnir? Sobre el cáliz cristiano del peto de
LANZAROTE. Sigul de cuán débiles están esas abstracciones ya, caracterizadas en las
armaduras negras, no argénteas, como la de Lanzarote. (Y curioso, dada la similitud
entre el Grial y el Caldero de Sangre celta.)
Ilegítimo que ocupa el trono al extraer Excalibur de la roca, herencia y fuente
de poder y designación. Luego, aconsejado derecho por Merlin, levanta Camelot, copia de Valhalla, y concibe su ruina sin
remedio, que acelerará la rencorosa MORGANA (otra Morgana singular, que hace HELEN
MIRREN) mediante el fruto de su incesto: MORDRED.
Boorman embroma con los caballeros
blindados, la bélica puesta en escena en paisajes neblinosos o profundos bosques
milenarios, desviando la atención de la bastarda ruindad que carcome a Camelot.
Lanzarote, superhéroe de la caballería, comete adulterio con GINEBRA, sellando
ambos el destino de esa era maravillosa. Boorman, lo que pone en pantalla también
es el Ragnarok. Los dioses de Asgard conocen su Apoqueclipse. Arturo supo del
suyo. Debe someterse al oscuro designio. Le queda una esperanza, que deposita
en Excalibur: el retorno a ese próspero
esplendor, imperecedero esta vez.