El afiche prometía más leña y espectáculo que todo el conjunto de la inmencionable cinta |
Otra incalificable “evasión” que canibaliza,
sin decoro, THE
WARRIORS y 1997:
RESCATE EN NUEVA YORK,
aderezado al spaguetti-punk (por
darle una identificación) como lo cocinaban
el regidor, ENZO Castellari, y su equipo. Mas debemos reconocerle osadía y
ávido instinto de rapiña. Sospecho empero que la cosa iría así: ver The Warriors lo puso de rictus erectus,
en su tasca favorita gritaron el “argumento”, y cuando JOHN CARPENTER estrenó
la de Nueva York, ¡el apoqueclipse caníbal! Ya está: en las andanzas cínicas/ácratas
de SNAKE PLISSKEN aparecieron las piezas ausentes en su indescriptible MONSTRUO
DE FRANKENSTEIN. ¡A rodar a lo ED WOOD!
Ocurre que: mientras los directores
norteamericanos de esas cintas son tíos competentes, con su particular concepto
de la acción, el enfoque, la historia, cómo presentarla, etc., procurando darle
pulcro remate (obviemos ahora las invasivas manos de los productores que
deformaron ‘su’ visión), Castellari puso a danzar a los bufones metidos a
actores que interpretaron esta… lo que sea, para exprimir a un indulgente público
las perras que rentabilizaran la película y agobiarnos, futuramente, con más
desaciertos parecidos.
Sinopsis: una rica niña bien (ni he hecho
esfuerzo mínimo-nimio de medio memorizar el nombre de los mendas, ofuscado por
las horteradas con ramalazos homoX del vestuario), huye al Bronx, neoyorkina
boca del Huerco. Es 1990. La decadencia social creó este Soguetto tribalpunk en la Gran Manzana. La pasma,
el enemigo, no patrulla; el Ejército: ausente; el Gobierno Federal deja que los
mendas de las inmensas hombreras, los pinchos en los codos y demás macarradas posean
esta zona de la ciudad sin más (jajajaja. Enseguida un Gobierno con armas
nucleares va a permitir semejante segregación.)
¿Ustedes creen que mendas con estas pintas son delincuentes letales como los que se suponen han convertido el Bronx en boca del Huerco? ¡Pero si parecen listos para un carnaval homoX! |
La pija billonaria huye de su malvado tío,
o así, y de una fusión que convertirá su empresa en una Corporación quasiomnímoda. Se opone, no sé por qué, y
refugiándose en el Bronx piensa puede frustrarlo todo. Su ángel de la guarda la
salvará de los mendas brutales, creerá. Mientras que en Rescate la presencia policial impide que unos entren y otros
salgan, la pija penetra sin problemas en la zona conflictiva. Vale. Mola. Factible,
¿eh?
La agreden patinadores maquillados, llega
el Macarra Macho Alfa en su moto japo, nace un romance entre ellos en el
caótico “imperio” que FRED WILLIAMSON (el negro arquero prepotente de LOS
NUEVOS BÁRBAROS)
gobierna con extravagante soflamas de ganster
a lo BUMPY JOHNSON. El pariente ambicioso contrata a un corrupto pasma, el
enemigo, para rescatar a la niña, y cristalizar sus planes. (El poli la caga,
por cierto.)
El líder de la banda de macarras (y algunos de sus leales macarras, al fondo). Inexpresivo, no se despeina ni ensucia en forma alguna. Vaya salvajes del Bronx, tíos |
Tonterías a docenas, taimados traidores
atusados, esperpentos por un tubo, combate final, absurdo desenlace caótico. Castellari,
contento, se despide hasta el próximo bodrio.
Lo remarcable de tal infrabasura es que existe. A Castillari le solaza su mediocridad. Más: la rueda. En España NO tenemos la “pasión” de cometer estos pecados. Sé que lo mejorarían. Sin embargo, soberbios complejos progres y necedades pijas estilísticas impiden lo hagan (mejor). Una (mal vista) evasión distópica macarra poligonera que podría sorprender por un acabado profesional. En cambio, y porque se ve da dinero (algo despreciable, hasta hace poco), copian la fórmula norteamericana (donde está el ca$h, dicen, no el talento —jaja—) de la comedieta marca SANDRA BULLOCK, o el terror WES CRAVEN, pues es más económico, resultón (vaya; y luego ¡reniegan del cine EE.UU.!).
Por otros esperpentos fetish no quede. Ya que estábamos en harina, ¡emporquémosnos con ambigüedades a tropel! |
Eso, o tediosas grandilocuencias dramáticas feministas inaguantables de la postguerra. El escapismo, la evasión, se condena en este país, a todo nivel, pensando traicionan no sé qué pureza artística latente sólo en sus exquisitas seseras izquierdistas. Nuestros directores carecen del descarado desparpajo audaz de Castellari. Viven encumbrados en un Parnaso de inventada excelencia hitchcockniana. Castellari amó el dinero, satisfizo sus neuras, siguió en la brecha, quizás deleitando a un delta de público apenas exigente. ¡Un mérito! Siendo mejores que él, ¿por qué aquí no le imitan?