viernes, 18 de diciembre de 2020

BAD BOY — O LA DECADENCIA DE FRANK MILLER

 

La portada hace por todo el TBO. Su
contenido es insustancial, repetitivo y
falto del incisivo nervio del guionista.
o al que nos tenía acostumbrados
 

Hace veinte años (vaya cómo pasa el tiempo), anunciaron, con correspondiente bombo-y-platillo, la publicación de esta novela gráfica. Señuelo ineludible: Frank Miller al guión, SIMON BISLEY dibuja. ¡Cooperación de colosos del TBO, figuras de gran trascendencia y relumbrón! Mitos, casi, que llamaban a atención, más/menos, cuando algo de ambos aparecía editado.

Una página tras otra tenemos una creciente impresión de tostón y tomadura de pelo que esperas suavizar, o eludir, tras reposar la lectura y retomarla luego. Qué va; cuanto consigue el siguiente repaso es cimentar la primera sensación de fraude.

Bisley cumple, aunque teniendo presente sus propias confesiones sobre que él pide a sus guionistas ¡acción!, en la línea LOBO, o SLÁINE, poca tiene este Bad Boy. Hay un amago, pequeño conato en algunas viñetas… empero poco más. Apenas le permiten el poderoso escorzo de la tía sexy neumática, sin ninguna de las dinámicas poses del héroe enfrentado al mal definitivo que pretende arrasar con su vida, junto al resto del ancho mundo luego.

JASON, el chaval vendado, es un
problemático... para un Sistema que
quiere, como el actual "Gobierno" de
España, controlar al individuo en
toda faceta de su vida, pública o
privada, a base de prohibirle cosas
"por su bien"

Miller pergeña un relato distópico del cual sacas más conjeturas que certezas por la fragmentaria, casi dispersa, información que, de primera mano, obtienes del antihéroe protagonista-narrador, JASON, un chaval problemático, o eso quieren hacernos creer/se sugiere. Y lo de “distópico” lo digo incluso con reservada incertidumbre.

Jason empieza huyendo de Robles Sagrados; lo capturan extraños robots de rostro vendado con cascos de la Werhmatch. Profieren incesantes consoladores mensajes amables. Padres postizos le sueltan un rollo sentimentaloide, al gusto de la Sociedad que estamos últimamente fabricando (la denuncia Marca Miller de las hipócritas patochadas progresistas, que ahora abraza), que consiguen espolear las ansias de Jason (que igual tampoco se llama así) por escapar de este infierno dietéticamente vegano.

Acabó la historia. Todo cuanto sigue son repeticiones de la primera fuga. Ensayos que hace Jason de cómo atinar en su proyecto, recordando con esfuerzo tentativas previas, en las que deja claro, como si esto fuese una narración PHILIP K. DICK, de que su pasado lo conforman retazos de memorias… hasta falsas. Tiene clara impresión de la niña RACHAEL, de ADOLF, su gato andante-parlante, que acaba siendo determinante para sacarle de Robles Sagrados y todo su montaje. (Hasta Rachael parece parte del tinglado.)

Erotismo soft; en aquella época, se
permitía. No como hoy. Entonces,
había más libertad, pese a ser más
conservadores los Gobiernos

El cual se intuye (es lo que, repito, tiene Bad Boy: sospechas especulativas que el lector debe hacerse para digerir el mediocre resultado) es una especie de gigantesco laboratorio sociológico de manipulación de la conducta. Cogen a chiquillos, les lavan el cerebro en un espacio ecológico controlado, vegano, antitabaquista, blablablá, para formar una Sociedad a lo DEMOLITION MAN libre de violencia, humo, carnívoros.

Mas se oponen el “invencible” espíritu humano y la sensación genética de que algo no cuadra. Espolea la lucha de Jason, basada en continuos intentos de fuga (hasta lograrla). Los padres de los raptados merodean alrededor del recinto confiando tener la suerte de recuperar a sus raptados hijos. Padres que son anarcomoteros seminudistas, vaya.

Miller no ha hecho los deberes en esta historia. Parece quedara vacío por completo una vez terminó SIN CITY, Episodio Uno. Lo que luego ha ido publicando vive mucho de su notable leyenda urbana, muy menoscabada en la actualidad, donde este viejo dinosaurio “reaganista” (para entendernos) ha involucionado, renegando de sus egregios tics estilo 300, para convertirse en un converso defensor del misandrismo progresista.

Ya había notado, entonces, que algo dejó de operar en la Maquinaria Miller de producir fenómenos tras leer la continuación de Sin City. Desde luego, si algo describe Bad Boy es la vulgaridad de su trama (Bisley aparte, esto es), en relato que, sin embargo, tanto prometía por tratarse de genios de respetada referencia en la historieta conjuntados.