El autor, ERIC V. LUSTBADER, pudo
consagrarse a la literatura de forma profesional merced al éxito del primer El Guerrero del Ocaso. Careciendo de
ella, debo hacer ciertas especulaciones sobre lo no leído, apenas sintetizado
en párrafos de la secuela, confiando ir acertando al realizarlas. Puedo empero
hablar con propiedad de esta Parte II.
Es novela sólida desde el (artificial)
aspecto de que Lustbader dedica enorme cantidad de espacio (ergo: tiempo) a
realizar profusas/prolijas descripciones del entorno, el clima, el vestuario,
poniendo tónico acento en las gamas cromáticas de las nubes, los árboles, el
atuendo o las estancias que su vacío héroe de cartón piedra, RONIN, bravo espadachín-
guerrero sin par del vasto complejo subterráneo de el Feudo, visita, contempla,
viste.
Lo demás es insípida narración
intrascendental. No aburre, mas deja indiferente. Sugiere un proscenio inspirado
por LA
NAVE DE LOS HIELOS, luego
por LA TORRE OSCURA y después de más MICHAEL
MOORCOCK. Novela de corte fantástico-asiático, arranca en un gélido escenario
que, sin embargo, pronto evidencia las carencias de Lustbader para realizar el
paisaje interior de los personajes que pueblan su obra.
Moorcock puso de moda al “(anti)héroe con
remordimientos” allá por Década 60. No quería héroes (de sword against sorcery) estilo CONAN,
primarios, instintivos, sin más pensamiento que cubrir sus necesidades a mandobles.
Quería más. Hurgar en la materia
negra del alma del gladiador de turno, describirlo con más facetas personales, aun
contradictorias. Así nace ELRIC, tullido que semeja analogía del yonqui, quien
para gobernar, hasta su misma carne, depende de drogas y pócimas, al menos
hasta que ‘adquiere’ Stormbringer. La
fuerza vital ajena entonces fortalece sus enfermos músculos.
ERIC V. LUSTBADER en una de esas poses de hacerse el profundo e interesante |
Entra entonces en juego el dilema de Elric: para vivir, ¡debo matar, incluso a mis amigos! Esto le proporciona suficientes atriciones como para acabar enloqueciéndolo. Le genera sombras. Planos. Refutaciones que debe bandear como mejor pueda.
Ronin, no. Toda su vida es un Deux Ex Machina. Estando previsto lo que
pase, triunfaré por tanto. No tiene diálogo interno. Amaga Lustbader con darle algunas
aprensiones, que pronto disipa, sin dejarle mácula alguna en su conducta, o
pensamientos. Sucede igual con sus cicatrices. Recibe heridas de cierta gravedad,
cuyas secuelas apenas suponen una línea casual en alguna parte del relato. Describir
el color del ocaso importa más.
Las primeras páginas sorprenden por la
colorida/meticulosa descripción del hielo y las tempestades. La nave que hallan
“milagrosamente” (ahí empieza lo chusco). Después, en la página cien, ves que
Lustbarder no ha contado nada útil, salvo alguna pizca acá/allá con carga de
suspense para justificar su paleta de tonos y parte meteorológico. El lector adquiere
entonces enojosa impresión de monotonía que tienta a abandonar el libro.
Arranca aquí. No haré mención a qué referencia abriga el nombre del protagonista, por obvia. Sí destacaré el que, criado en un "mundo subterráneo", el exterior no le produce claustrofobia... |
Enerva que Ronin, nativo de un Mundo
Subterráneo tipo 12 MONOS, cuya ley
ordena ejecutar a quien pise la superficie (como él hace), la cual creen
devastada por las guerras hechiceras, cuando al fin topa con “superficiales”,
éstos no lo acosen a preguntas sobre cómo es el Feudo, en todo sentido, por su
ubicación, qué pretende Ronin de la superficie. Por qué la visita. Todo queda
al albur de darle una bolsa con cuatro perras y enviarlo a un burdel, donde se
amiga de una tusona de lujo que, a modo, se introduce en su pintoresco destino,
que consiste en evitar el Apoqueclipse Definitivo a lo Torre Oscura.
Para impedirlo, debe matar a un invulnerable alien escamoso, que debe realizar, junto a tres socios más, una invocación estilo LOS CAZAFANTASMAS. Ahí quedamos, a bordo del velero que le lleva a la isla mítica (otro “mágico” apaño “fortuito”) donde los enigmas serán resueltos. Queda señalar que Ronin, lo que es matar con eficacia, lo finge. Es guerrero bastante mediocre, pese a las alharacas de Lustbader.