Un audaz homenaje al hard-boiled que encandiló al mundo y coronó a su autor; debía prestársele más atención en lo sucesivo |
Dos óperas
primas consecutivas filma QUENTIN Tarantino. Se estrena con RESERVOIR
DOGS, plagada en gran
parte de sus manías freakies como las
frases y actuación de los integrantes del grupo de peligrosos atracadores manifiestan
en su sigul característico: el diálogo. Algo cortante/incisivo que dona a sus
personajes ciertos rasgos definidos/definitivos, alejándoles de la ambigüedad o
doble interpretación de otros casos. Tarantino describe bien un hampa un tanto novelizada,
que no rehúye ni el sadismo ni la brutalidad, empero que muestra diversos tics
de… elegancia, digamos, que les
aparta del vulgar matón que sí es constituye al auténtico hampa.
Muestran sutil refinamiento junto a
determinada escala de valores que incrementan más la imagen de personajes
únicos por la cual Tarantino quiere que se les conozcan.
El mismo título del filme rinde homenaje a la
literatura “barata” que le ‘alimentó’ durante su infancia (tampoco de niño bien
de clase burguesa estilo película de JOHN HUGUES, por cierto), un
reconocimiento a que si bien los clásicos universales tienen una estela o
relumbrón de grandeza, de poder enaltecer las ánimas de los espectadores, éste público
es sin embargo una concreta y elitista franja de personas. Quienes terminan
llenando los cines son gente corriente y moliente que busca esparcimiento,
sujetos a los que los elevados ejercicios estilísticos, los encuadres extraños o
los personajes que no comprenden, con nebulosas motivaciones, aun contradictorias,
sólo confunden, aburren.
Gran parte de la trama pivota sobre estos dos sujetos ataviados de Testigos de Jehová. Pocas tonterías con JULIUS WINFIEL, por cierto |
Ese populux, viendo un STAR WARS, o MAD MAX o un
THE TERMINATOR, es el que sufraga en
taquilla la siguiente grandilocuencia artística de, no sé, SOPHIA COPPOLA, que
pone de rictus erectus a la selecta crítica neoyorkina. Evasión contraria a la
que esa estirada crítica estima debe ser el Arte y lo que usted debe ver. Ya
sabe: mareo filmado de forma enrevesada con actores cuyo parlamento puede ser
hasta delirante, plagado de oscuras metáforas que aun así estremecen al
sibarita, al FRASIER CRANE de turno.
Aunque Tarantino homenajease al pulp, esto no significa que la veleidosa
masa se volcase a rescatar a LESTER DENT o MAXWELL GRANT, por citar dos, de los
olvidados abismos de la literatura. Hizo que la gente, el sibaritismo,
recordasen las novelitas de a duro, como mucho, para pasar a lo siguiente con
aspecto intelectual que estrenasen.
Este fotograma tiene interés, aparte de que procede del prólogo de la película. Como sucediera en RESERVOIR DOGS, el director reconoció basarse en los diálogos de la cafetería de SEINFELD |
Coloquios e interpretaciones aparte (todos
recordamos el polémico episodio de El
reloj de oro, con el párrafo que suelta CHRISTOPHER WALKEN al joven BUCH
sobre la suerte del reloj de su padre, o cómo pensaban hacérselas pasar putas a
BRUCE WILLIS los tres maricas sadomaso), lo que impactó de Pulp Fiction fue su montaje arriesgado, desorganizado, que luego encajaba a la perfección al
concluir la película. Así que el último episodio es el primero y por eso estos
tíos que antes vestían de Testigos de Jehová ahora van de surfistas y está lo
del atraco al restaurante…
Pasmoso. Con razón los premios llovieron
sobre la cinta. Pues aunque la impresión que trasladaba Pulp Fiction, por mor de su dislocada estructura, era de una deslavazada
locura, cada episodio en sí era un eficiente microcosmos que no dependía, en
principio, de la vasta visión del conjunto final. Estaban construidos de modo
que podían entenderse independientemente, como momentos específicos de VINCE
VEGA, o Buch.
¿Spin-off? que nunca verá la luz y enlaza ambas óperas prima. Sabéis por qué, ¿no? |
Lo grandioso llegaba al final, cuando encajabas piezas que, todavía más pasmoso, no sabías que debías enlazar. Los tíos recuperan el misterioso maletín, explotan la cabeza al menda aquél de modo accidental, luego se atavían de sufistas… vale, sí, ajá. Son cosas de delincuentes.
Historias de la frontera que les pasan por gajes de su “oficio”. No pensabas que fuesen eslabones a integrar en una cadena que consiguió, pese a miedos iniciales de los productores sobre el rendimiento en taquilla de la cinta, consagrar al inefable sujeto Quentin Tarantino… otra víctima del moderno fememccarthismo, apuntan por ahí, y la nueva “política de la cancelación” (más bobadas políticamente correctas, o sea).