El afiche ya nos previene del clima general imperante en esta magnífica película |
Entre otras obras, tuve muy presente esta
agradable película para escribir LAS
GRAVES PLANICIES. Desarrolla, sino nuevo, ingenioso enfoque sobre la figura
de SHERLOCK HOLMES y su privilegiado biógrafo, el DR. JOHN WATSON, donde los
roles (el sagaz y deductivo y el torpe y poco avisado) se invierten, resultando
Watson el agudo detective de la pareja, mientras Holmes es un mediocre actor
contratado, REGINALD KINKAID, dechado de defectos distante de la imagen de grandiosidad,
moral y pulcritud que la manipulación del relato original de SIR ARTHUR CONAN
DOYLE ha sufrido. Holmes era excéntrico (cosas del genio), mas no un alcoholizado
golfo mujeriego voyeur.
Vale: era cocainómano. Y misógino. Aunque
eso ya está explicado; resumámoslo, sin embargo: si debiera compartir su tiempo
analítico con los más terrígenos intereses de una esposa, ¿qué iba a deducir
este hombre? Esa explicación era mucho más elegante que admitir que era
uranita. (Baldón que le han tirado encima injustificadamente; imagino para
hacerle interesante a un colectivo
que, con excepciones, apenas si siente relativo interés por el inmortal inquilino
del 221B de Baker Street.)
SHERLOCK HOLMES y el DR. WATSON ceban la curiosidad periodística que les alaba a la misma puerta de Baker Street. Mas ¡si supieran la verdad! |
Llamativa de esta cinta es su fotografía; sugiere su producción acaeció a finales de Década 70 (donde era más habitual ese aire de nostálgica antigüedad aureolada de un sutil matiz ¿plateado?, ¿difuminado?), aunque es de 1988. Logra hacerla… intemporal.
En esta agradable parodia el personaje de
MICHAEL CAINE proporciona unas buenas risas. Pese a su decidido afán
iconoclasta (criticando las tonterías que le han impuesto los distintos autores
que han trabajado con el icónico
detective, hasta transformarlo en una envarada silueta que fuma en pipa y lleva
de continuo gorra de cazador), éste es de una educada suavidad que demuestra la
inteligencia del relato. El ¿y si
Watson fuese la mente inteligente apantallada por una presencia majestuosa,
pero de sesera vacía? Pues esto se infiere pasa en ciertos momentos: la
elección de Kinkaid para encarnar a Sherlock Holmes, siempre una figura de
ficción, conviene por su presencia, por encima de lo que Watson afirme de sus
intereses en ingresar en la sociedad médica conservadora.
Vale sin embargo que la estampa sólida de
Michael Caine difiere de la descrita por Conan Doyle: un hombre delgado como un
estoque de apariencia inquieta. Caine, fornido, es además reposado, salvo cuando
husmea whisky. Muestra entonces notable celeridad.
El ladino PROFESOR MORIARTY no tiene, empero, dudas de quién es la amenaza para sus planes criminales |
No puede explayarse uno en una obra sobre
Sherlock Holmes sin incluir a dos de sus elementos más célebres: el inspector
LESTRADE (aunque en los cuentos se nombren a otros detectives) y, por supuesto,
al PROFESOR MORIARTY (PAUL FREEMAN).
Moriarty que dista, no obstante, de ser el
NAPOLEÓN DEL CRIMEN de El problema final,
similar a un moderno supervillano, instalado en una guarida confortable de ubicación
indeterminada, y desde donde controla todas las vibraciones de los hilos de su
desmesurada telaraña de crímenes. Este Moriarty es más modesto; un puñado de
malcarados le asisten en un complot para inundar el Imperio Británico de
billetes falsos. No sé si esta “ausencia de ambición” es deliberada para
desplegar más los recursos iconoclastas del filme, o en realidad Moriarty (considerando
es personaje ficticio) no era en absoluto una amenaza mundial. Un peligro, sin
duda. Mas ¿desmesurado?
Mientras Holmes se refresca el gaznate con un espirituoso, o dos, Watson, bien asistido, va desenredando la madeja criminal de Moriarty |
Siendo comedia, acaso correspondería implicarle en un colosal plan maquiavélico con castillos y países amenazados, exótico-exagerado, que de modo heroico Watson y Holmes terminan desmantelando. No obstante, y atención sin duda al presupuesto, esta intriga y Moriarty “de saldo” ajustan bien con el resultado final que se obtuvo y estrenó.
En la barahúnda de desmesuradas cintas catastrofistas y las “gaylíticamente correctas” de la cartelera actual, repasar esta entrañable comedia aligera el espíritu. Aunque… a ver cuánto tardan en tildarla de homófoba por la inofensiva guasa presente a costa del travesti.