viernes, 8 de julio de 2022

SIN PISTAS — DELICIOSA E INGENIOSA COMEDIA ICONOCLASTA

 

El afiche ya nos previene del
clima general imperante en
esta magnífica película

Entre otras obras, tuve muy presente esta agradable película para escribir LAS GRAVES PLANICIES. Desarrolla, sino nuevo, ingenioso enfoque sobre la figura de SHERLOCK HOLMES y su privilegiado biógrafo, el DR. JOHN WATSON, donde los roles (el sagaz y deductivo y el torpe y poco avisado) se invierten, resultando Watson el agudo detective de la pareja, mientras Holmes es un mediocre actor contratado, REGINALD KINKAID, dechado de defectos distante de la imagen de grandiosidad, moral y pulcritud que la manipulación del relato original de SIR ARTHUR CONAN DOYLE ha sufrido. Holmes era excéntrico (cosas del genio), mas no un alcoholizado golfo mujeriego voyeur.

Vale: era cocainómano. Y misógino. Aunque eso ya está explicado; resumámoslo, sin embargo: si debiera compartir su tiempo analítico con los más terrígenos intereses de una esposa, ¿qué iba a deducir este hombre? Esa explicación era mucho más elegante que admitir que era uranita. (Baldón que le han tirado encima injustificadamente; imagino para hacerle interesante a un colectivo que, con excepciones, apenas si siente relativo interés por el inmortal inquilino del 221B de Baker Street.)

SHERLOCK HOLMES y el DR. WATSON ceban
la curiosidad periodística que les alaba a la misma
puerta de Baker Street. Mas ¡si supieran la verdad!

Llamativa de esta cinta es su fotografía; sugiere su producción acaeció a finales de Década 70 (donde era más habitual ese aire de nostálgica antigüedad aureolada de un sutil matiz ¿plateado?, ¿difuminado?), aunque es de 1988. Logra hacerla… intemporal.

En esta agradable parodia el personaje de MICHAEL CAINE proporciona unas buenas risas. Pese a su decidido afán iconoclasta (criticando las tonterías que le han impuesto los distintos autores que han trabajado con el icónico detective, hasta transformarlo en una envarada silueta que fuma en pipa y lleva de continuo gorra de cazador), éste es de una educada suavidad que demuestra la inteligencia del relato. El ¿y si Watson fuese la mente inteligente apantallada por una presencia majestuosa, pero de sesera vacía? Pues esto se infiere pasa en ciertos momentos: la elección de Kinkaid para encarnar a Sherlock Holmes, siempre una figura de ficción, conviene por su presencia, por encima de lo que Watson afirme de sus intereses en ingresar en la sociedad médica conservadora.

Vale sin embargo que la estampa sólida de Michael Caine difiere de la descrita por Conan Doyle: un hombre delgado como un estoque de apariencia inquieta. Caine, fornido, es además reposado, salvo cuando husmea whisky. Muestra entonces notable celeridad.

El ladino PROFESOR MORIARTY no tiene,
empero, dudas de quién es la amenaza para
sus planes criminales

No puede explayarse uno en una obra sobre Sherlock Holmes sin incluir a dos de sus elementos más célebres: el inspector LESTRADE (aunque en los cuentos se nombren a otros detectives) y, por supuesto, al PROFESOR MORIARTY (PAUL FREEMAN).

Moriarty que dista, no obstante, de ser el NAPOLEÓN DEL CRIMEN de El problema final, similar a un moderno supervillano, instalado en una guarida confortable de ubicación indeterminada, y desde donde controla todas las vibraciones de los hilos de su desmesurada telaraña de crímenes. Este Moriarty es más modesto; un puñado de malcarados le asisten en un complot para inundar el Imperio Británico de billetes falsos. No sé si esta “ausencia de ambición” es deliberada para desplegar más los recursos iconoclastas del filme, o en realidad Moriarty (considerando es personaje ficticio) no era en absoluto una amenaza mundial. Un peligro, sin duda. Mas ¿desmesurado?

Mientras Holmes se refresca el gaznate con un
espirituoso, o dos, Watson, bien asistido, va
desenredando la madeja criminal de Moriarty

Siendo comedia, acaso correspondería implicarle en un colosal plan maquiavélico con castillos y países amenazados, exótico-exagerado, que de modo heroico Watson y Holmes terminan desmantelando. No obstante, y atención sin duda al presupuesto, esta intriga y Moriarty “de saldo” ajustan bien con el resultado final que se obtuvo y estrenó.

En la barahúnda de desmesuradas cintas catastrofistas y las “gaylíticamente correctas” de la cartelera actual, repasar esta entrañable comedia aligera el espíritu. Aunque… a ver cuánto tardan en tildarla de homófoba por la inofensiva guasa presente a costa del travesti.