Valga esta portada para señalar una novela donde BOND, JAMES BOND no sufre las palizas de DR. NO. Es más pausada, casi de suspense... y gourmets |
«Bond llegó a la conclusión de que Tilly Masterton era una de esas
chicas con las hormonas mezcladas. Conocía bien el tipo y pensaba que ellas y
sus contrapartidas masculinas eran una consecuencia directa de haber concedido
el voto a las mujeres y de la “igualdad de sexos”. Como resultado de cincuenta
años de emancipación, las cualidades femeninas estaban agonizando o eran
transferidas a los varones. Había invertidos de ambos sexos por todas partes,
todavía no homosexuales del todo, pero confusos, sin saber qué eran. El
resultado: una multitud de infelices
inadaptados sexuales, estériles y llenos de frustraciones, con mujeres que
querían dominar y hombres que sólo buscaban niñeras.»
La siguiente a DR.
NO es obra plagada de veladas
alusiones sexuales, algunas sadomaso, donde empero su autor, IAN FLEMING, analiza
en detalle al protagonista, BOND,
JAMES BOND, destacando su repelencia por asesinar. Padece un depresivo estado
de hastío e indefinición. Lo de “por la Reina y la Patria” es pretexto que
pierde cohesiva coherencia. Empieza desalentado en un aeropuerto reflexionando
sobre la muerte de un sicario mejicano, agresión que le perturba como nunca, al
parecer. Se entrega al bourbon.
Encadena un par antes de que le complique la vida un ricachón norteamericano
relativamente trivial para el relato que sirve sólo para conectarle con el
villano de la historia: el tramposo AURIC Goldfinger.
Goldfinger es agente de SMERSH; lleva años traficando
con oro de una manera u otra con pasmoso éxito. Un error en apariencia
insignificante pone a 007 sin embargo tras su pista. Bond desvela una tremenda maquinaria
maquiavélica genocida en movimiento de la cual formará parte, a su pesar, y que
debe impedir detone como sea. Apurado se ve, mas Fors Fortuna le auxilia pudiendo
frustrar el plan, de dimensiones tales que sólo el loco más genial, o el
planificador más concienzudo imaginable, podía emprenderlo.
Pese a ciertos antecedentes, la bomba atómica, anoto, dio al mundo del
espectáculo en general un nuevo tipo de peligro: el supervillano
megalómano (cuyo borrador ¿fuese HITLER?), así como que el pobre mundo podía
enfrentarse, o sucumbir, a devastadoras conjuras globales inéditas. Fue fecundo
légamo para historias como esta, y la coherencia de sus protagonistas.
Por el cine (ahí primero conoces a Bond)
sabemos que Goldfinger pretendía saquear Fort Knox, cosa que, en LA JUNGLA 3, desdeña la disciplinada
banda de terroristas de la República “Democrática” Alemana para expoliar la
Reserva Federal neoyorkina. Grosso modo, esa cinta de JOHN MCCLEANE comparte enlaces
con esta novela de Bond: el oro, el elaborado plan maestro, los bien entrenados
sicarios… hasta un hombre que debe, en sus horas más bajas, meterse a
superhéroe, con o sin resaca, para salvar el día.
Aunque cambian las referencias de “machismo
tóxico” (la moderna zarandaja ministerial que aturde a borreguitos
peleles o eunucos, acojonados no obstante con la idea de ser lapidados por
criticar tan pavorosos absurdos) que Fleming vuelca en la obra, por las tensas
relaciones raciales entre McCleane y ZEUS CARVER. Visto así, intuyes esta fue otra
astuta maniobra de Hollywood para ahorrarse pagar derechos …
Amén del cuidado y ameno estilo literario
de Fleming, estos han sido los puntos fuertes que he destacado de la historia,
una que hoy enseguida condenarían “los pelelenucos” por la “barbárica”
exposición “tóxica” que hace Bond de las relaciones entre hombres y mujeres y su
estatus en dicha relación. Bond quiere mandar; pero le estimula el reto de imponerse
a una mujer fuerte, decidida, emancipada (TILLY MASTERTON, PUSSY GALORE, la
bollera a la que convierte al heteroX —¡qué tío más grande!—), como una autorreválida
de su propia capacidad para “estar por encima”.
Afiche. Bien pronto tuvo su filme esta novela. A destacar la pose de SEAN CONNERY, que derrocha prepotente confianza y seguridad |
Rechazo que el párrafo del comienzo pueda
considerarse homófobo (hoy todo lo es, por cierto). Es una irónica concreción
de un “estilo de vida” que hoy día sirven en la TV como deplorable espectáculo
de gañanes travestis, gente cuya autoestima debe ser abisal, para tener que
destacarse, sentirse realizados, apelando a tal argucia. Los tiempos mutan de
manera tan alarmantemente enfermiza que la escueta y clara exposición de un
hecho (la indefinición de inclinaciones, el “yo quiero ser”, que suena más a
presión de grupo que a legítimo impulso íntimo) como efectúa Fleming en ese
párrafo, merece el escarnio y ostracismo, jaleado por una panda de maulas
mandrias-vividores apalancados-subvencionados, futuros “justos que pagan por
pecadores” (¡qué poca vergüenza institucional!), que, agarrados como garrapatas
al mantra social de la “indefinición”, está viviendo del cuento a todo AVE
extremeño.
Sí; Goldfinger puede incluirse en el Índice Inquisitorial Pudresista de Publicaciones Tóxicas, y no tardaremos mucho en ver salvajes aquelarres de ODIO en los cuales arde Ian Flemig mientras aplaude una acojonada Zoociedad bienpensante…