viernes, 19 de agosto de 2022

ED WOOD — EL ILIMITADO

 

Afiche. Y la Mujer le dio a elegir:
¡ED: rotoscopio, o angora! Y el
peculiar cineasta hizo la elección
menos atontada y presuntuosa
de las dos

TIM BURTON impregna el biopic del inefable cineasta con considerables dosis de humor e ironía mientras potencia la interpretación de JOHNNY DEEP (actor vapuleado sin misericordia por el inexpresable femirulismo, fascismo rampante que conviene empezar a descabezar) rodándola en bianco y negro. Propiamente, en una poderosa escala de grises que matizan o acentúan los dramáticos momentos que la historia va situando en nuestro camino. Es posible que ese aparente capricho artístico persiga un concreto objeto psicológico: la vida en realidad es en biancos y negros, matices netos. El gris Grey está bien para presentar pretextos sobre ciertos asuntos cuando no queremos aceptar la inexorabilidad de los hechos. Imposible escurrir el bulto alegando franjas de tonalidades. Esto es bueno. Esto es malo. Inexcusable.

Burton quiere advertir que la vida de Ed Wood puede intentar entenderse en una difusa escala de grises como presenta la película, empero el tío, en el fondo, debes aceptarlo en bianco o negro, pues poseía tal avasalladora personalidad que no admitía degradaciones. En plan: o lo tomas, o lo dejas. A ratitos, como NO se debe escribir (así lo hacen los flojos y los poetastros muy perros), no me interesa admitirte así, o luego, asá. No. Todo. Nada.

Aceptando que cuanto Burton rodó refleja la realidad, que Wood era así, el individuo no permitía entenderle de otro modo. Más aún: muestra a un hombre vigoroso (ese era todo su talento) prensado por un sueño febril que le impulsaba a superar un sofocante piélago de dificultades (económicas, sobre todo) que habrían derrotado a otros. Cierto que su epifanía le llega durante la conversación en el bar (que invade travestido) con ORSON WELLES (VINCENT D´ONOFRIO) quien le convence, no persuade, de que merece la pena luchar por los propios proyectos. ROBERT RODRÍGUEZ, en su revelador libro sobre sus vicisitudes para filmar EL MARIACHI, comenta algo parecido: ¿por qué gastar una pa$ta en unos cursos cinematográficos que te servirán para con suerte ser integrante del equipo de producción de una película, donde enterrarán tu nombre en una larga lista de nombres en los créditos, cuando puedes invertir ese dinero en hacer TU película?

La auténtica VAMPIRA, que tan
recurrente se volvió en las cintas
(¿de culto?) de Ed WOOD

Rodríguez tuvo enorme cantidad de suerte; eso cuenta también. Mas la idea es buena. Y la acató Wood, centrándose en construir su Woodverso donde mezclaba sus filias, fobias y fetichismos concentrando a su alrededor un puñado de colaboradores que, más/menos, fueron fieles pues seguían figurando en sus inefables filmes… películas que, despreciadas otrora, empiezan a ganar adeptos e interés.

Porque ocurre con las malas/malísimas películas: preñadas de magníficas ideas, el deleznable conjunto general procura malograrlas. Mas, siendo buenas ideas, son indestructibles. Resaltan. El avezado espectador va apreciando su presencia; las atesora. Quizás por eso atrae “el mito Wood”, manteniéndose firme: por la cantidad de ideas que no pudo, o supo, desarrollar, y que merecerían un mejor soporte, o tratamiento.

También está la cuestión del indómito coraje del sujeto, que derivó al alcoholismo y el cine porno soft (o eso cuentan al final), esto segundo sin duda otro ardid adicional para obtener financiación y filmar esa gran GRAN película que custodiaba en alguna parte, en un guión ya escrito, o fermentaba en su cabeza desde tiempos remotos.

Afiche de la película más desarrollada
en la cinta de TIM BURTON. Gracias
a ella, que te definan el "
Ed Wood de..."
no es un insulto, sino un irónico elogio

La cinta retrata cuántas ingeniosas maniobras hace Wood para conseguir dinero y dejar el legado de sus propuestas. Esa audacia es digna de encomio. Seguro hay por ahí algún maricón, tonto del rotoscopio, con ínfulas gigantescas como su cornamenta, que va chillando por ahí las “esplendideces” de su “talento artístico” cuando es incapaz de mover sus minúsculas pelotas de poetastro, besadas por bujarrones y putas, para concretarlo en una película. 

Ese tipo de despreciable parásito fanfarrón, habitual del gremio lírico, no vale ni para lamerle las suelas de los zapatos de tacón a este luchador inasequible a la fatiga que fue Ed Wood. Por puto perro flojo.