Portada del libro comentado, un interesante recopilatorio con suerte de secuencia cronológica. (A mí, no me gusta esta cubierta.) |
Parte del material de este recopilatorio, obra
de JAVIER FERNÁNDEZ (escritor, solapa dixit),
lo comenté hace una década, acaso. No importa, porque su nueva lectura me ha
permitido realizar apreciaciones que, por algún motivo, se me hurtaron entonces.
Fernández, debe reconocerse, ha hecho
notable trabajo; hay esmero en la edición; es libro rotundo, bien publicado. A
la altura. En este aspecto, pese a no ser esa “codiciada” edición de tapa dura
que un presuntuoso mamarracho exige EXIGE para deleitarse con la prosa de ROBERT E. HOWARD y su personaje “estrella”: misión
cumplida. El libro es excelente introito para un lector que, luego, quiera el
puñetero recopilatorio en tapa dura.
Es llamativa, empero, esa exigencia del
mamarracho sibarita, un poetastro de mierda que desprecia el género pulp mas codicia cuanto de Howard y Conan haya mientras esté en tapa dura.
¿Cómo entender tal incongruencia? Si desdeñas el pulp, aun servido en bandeja de oro: lo desprecias. No es esa pedante,
insoportable alta literatura, o vacua lírica de poetastros presuntuosos, a su
gusto. Es algo rudo, popular, barato, PULP.
¿Caes en esa hipocresía, sin complejos? Mamarracho.
También llamativa es la obsesión de
Fernández por destacar, hasta apartar a empujones si hace falta, que Howard no
era racista. O machista. SPRAGUE DE CAMP, según él, es/era el campeón en eso. (¿Qué
opinión le producirá JOHN NORMAN a este señor?) Howard era, acepta, hombre de su tiempo, pero, ¡ojo!, ya un
avanzado progre moderno, ¡caramba!, y doy estos ejemplos (en el completo
prólogo) que justifican mi aseveración.
ROBERT E. HOWARD, en según qué progrecírculos, "el idiota". Ya quisieran tener esos imbéciles una partícula de su talento |
Mas parece agónica su desesperación por afiliarle a la progresía. Más energía debió haber puesto sobre la obscena manipulación PROGRESISTA que han sufrido los relatos de Conan; que si lo censuraron, que si le quitan hierro racista, que si anulan sus ‘ramalazos machistas’… Ahí, ahí, ¡a hierro!, Javier, debiste incidir. Howard perteneció a un tiempo que es OBSCENO PLUS juzgar con estándares sociales actuales, que se demuestran más desvariados, caóticos, día-a-día, fraguados por una delirante mamarracha y sus peleles eunucos en despacho, subvencionado con nuestros impuestos encima, para que puedan colocarnos dogales de todo tipo, y prohibir Prohibir PROHIBIR sin tasa.
Del libro, he anotado estos detalles. En MÁS ALLÁ DEL RÍO NEGRO, la figura de
Conan se contempla desde admirativa distancia. Sin llegar a ser invencible icono,
recrean una imagen majestuosa del cimmerio que le aparta, curiosamente, del
protagonismo, por hachazos que reparta partiendo pictos. Diluyen su imagen
realista del asesino saqueador; esculpen una figuración quasiartúrica suya, que pudiera ser tendenciosa incluso. ¿Fue
grande Conan por sus actos… o por haberlos exagerado? Léetelo. Piénsalo.
FRANK FRAZETTA (aclamad al ilustrador!) realiza la más poderosa y pujante imagen del quizás más famoso bárbaro |
En CLAVOS
ROJOS Howard vierte un sadomaso sutil, refinado, atmósfera malsana, que reflejan
los vastos y penumbrosos salones de la ciudad y sus habitantes, y que insinúan su
paso a temas más complejos y menos existencialistas de Conan. VALERIA, pese a su porte de modelo Playboy, es otro escorzo de virilidad, como BÊLIT, personajes con
los que Howard debía así sentirse muy tranquilo, cómodo, pese a su sensualidad.
Entendía un “pensamiento masculino”, debiendo serle opaco el “pensamiento
femenino”. Bêlit es una salteadora asesina, posesiva en el sexo; seduce a
Conan. Distinta a las féminas del entorno de Horward, esa delicada vestal a la que
ruborizaría oír un “cojones” o “¡qué mierda!”. ¿Eso quería Howard en la cama: una
valkiria con la cual sostener un pulso constante, a ver quién mandaba en casa? Dichas
figuras femeninas: lo sugieren.
El depresivo Howard, bajo estas luces, se excluye de la imagen-cliché del obseso de los bárbaros y la decadencia de la sociedad; expresa necesidad de madurar a temas más controvertidos, aristados. Mas Fernández, por su amor al personaje, al autor, imprime más ansiedad en eliminar “baldones sociales”, que limitarían su lectura al gran público, que en comprender que, en ese ascenso a lo sórdido, destacaría aún más Howard.