viernes, 20 de octubre de 2023

¡VIVA MARÍA! — LA REVOLUCIÓN MÁGICA

 

Una de tantas cubiertas. Y
anticipadora de lo que
promete su contenido

Lo mejor de este libro de JEAN-CLAUDE CARRIÈRE es su ausencia de complicación, su simple afán lúdico. Es un ameno esparcimiento de calidad que no promete nada al lector. Tiene humor, drama, aventura, pseudofilosofías, encerrado en la gesta de derrocar a un dictador centroamericano de un país imaginario en base a la promesa de amor hecha a un muerto, idealista con razones para oponerse al tirano.

Tras la insoportable ESTACIÓN DE TRÁNSITO, con sus grandilocuentes perogrulladas de la Humanidad incapaz de unirse a un orden estelar trekkie que se descubre tan podrido y lleno de rencillas xenófobas como las criticadas a la Tierra (rompiendo por tanto su ‘ensalmo’ de jactanciosa superioridad ético-moral alienígena, tan querida por los elitistas sanedrines endogámicos de la ciencia ficción), empezar esta novela fue un regenerador soplo de frescura; rápido detecté su ausencia del presuntuoso “compromiso” con la Causa (Estelar, Humanista, Progresista), sustituida por una sencilla narración que relataba, sin enrevesados verbos, cómo una humilde troupe de itinerantes artistas europeos terminaba liderando una revolución para liberar a un populux oprimido por las escurriduras de los Conquistadores, que se habían constituido en república para, como hacendados implacables, mantener a la pequeña nación en el miedo y la ignorancia, eternizándose en el cargo. ¡Y malos eran los españoles!

La relatadora, María, con tablas en numerosos escenarios internacionales, aunque con miras profesionales puestas en Nueva York, y esperando que su número, y el de sus compañeros, con sutil traza de superhéroes (por eso de sus diversas características laborales e idiosincrasias), no es tan mediocre como teme, se tropieza con la otra María, una MARIE del IRA, fugitiva de un atentado perpetrado poco antes.

JEAN-CLAUDE CARRIÈRE,
que aquí parece una suerte de
más maduro GRU (y no lo
digo con maldad)

Nadie en la troupe tenía ganas de guerra ni revoluciones, empero a eso los abocará Marie; como otros tantos saltimbanquis a lo largo de la Historia, sólo persiguen vagabundear de un país a otro, capital por capital, para ganarse los cuartos con suficiente dignidad. La impulsividad de la irlandesa sin embargo les convierte en héroes por accidente y líderes de un ejército de liberación de una nación del tamaño de un latifundio andaluz codirigida por un despótico señorito, secundado por un dictador amante del billar, que sostiene tiranteces con el clero…

Clero que se alía con el Poder (qué raro) al descubrir que hace peligrar su autoridad moral en estos pagos la “influencia taumatúrgica” del binomio artístico María-Marie, famosas por trasladar a esas deprimidas tierras el strip-tease.

Acaso, con feble interés, Carrière quiere hacer observación, no crítica ni reflexión, sobre el mesianismo como una consecuencia ineludible de la opresión. No pone vesicante empeño en ilustrarlo, sino que deja al lector saque tal conclusión… si desea hacerlo. Describe unos hechos sobre un terreno abonado para ansiar un libertador. El ideólogo (al cual despacha rápido, sigul de que recelaba de los que van prometiendo libertad, cuando sólo pretenden la poltrona) esparce algunas semillas… que las muchachas por accidente hacen germinar. Su número del strip-tease es su principal aval. El embelesado populux no lo duda: ¡sigue a sus nudistas líderes a la cruzada!  

La insoportable ESTACIÓN
DE TRÁNSITO estará premiada
(incomprensible, salvo que el
jurado estuviese lleno de moñas).
pero ¡VIVA MARÍA! tiene filme,
y ése sí es notable galardón

Su presunto mesianismo, la adoración que el populux iletrado las dedica, los exvotos que ven durante el trayecto hacia la victoria final, acaban perturbando a la María narradora. Ejemplo de su honradez. Otra, se hubiera ensoberbecido; endiosado. Marie está demasiado estragada forjando estrategias bélicas del IRA para atisbar qué peligro tiene esa idealización de ambas. Lograda la liberación, Carrière nos consigna lo mágico del relato al enviar a Norteamérica y París a la triunfante troupe y dejando San Miguel al cargo de los revolucionarios, a quienes describe (o sugiere) íntegros… aunque al final desliza la sospecha de que su honestidad duraría hasta que el Poder acabara por corromperlos y, so pretexto de ser libertadores, perpetuasen el Estado que derribaron.