Afiche con peculiar textura de portada de TBO. Los wokies del tenebroso submundo quieren comerse al limey victoriano y su chorba aria |
Hasta donde sé, esta es la primera
adaptación a la pantalla de plata de la novela LA MÁQUINA DEL TIEMPO de H. G. WELLS; si hay otra previa, ni me
he molestado en averiguarlo. Empero creo acertar.
GEORGE PAL husmeó ca$h en la prosa
del británico y le adaptó dos novelas: ésta y LA GUERRA DE LOS MUNDOS, la cual contemporizó con los
cincuenta-sesenta por una cuestión puramente económica, aunque adujera que el
espectador no podría encajar con normalidad lo de que los marcianos nos
invadieran a finales del siglo XIX. (Pienso hiciste la adaptación en tu época
porque la stop-motion de los trípodes pondría por un pico inasumible la
producción. Haberlo admitido, señor Pal.)
Esta versión encaja sin embargo con la
impresión de superioridad colonialista propia de cuando la novela. Presentan a
un “George” con todas las trazas del excéntrico inglés de entonces que, en vez
de ser amante de LADY CHATERLEY, o investigar casos para chinchar al inepto
INSPECTOR LESTRADE, crea una Máquina del Tiempo. Eso a su vez es muy
contemporáneo de Wells. JULES VERNE, el gran adalid del mecanicismo steampunk,
también voceaba las bondades del progreso tecnológico que haría retroceder a
sus bituminosos abismos fungosos a la superstición y la ignorancia, valiosos
aliados de la Iglesia para imponer sus oscuros designios “emanados” de la
Voluntad del Altísimo (cuentos, nada más).
Wells prefirió más ver cómo el progreso afectaba a la Sociedad. Esta carga sociopolítica se elude en la cinta protagonizada por ROD TAYLOR, caballero que en batín y comodidades postvictorianas se desplaza al Remoto Futuro de 802.701. Llega el señor, conoce a los ELOIS, inicia su peculiar odisea, para descubrir que lo que parecía el epítome de la vagancia, la molicie y las conquistas progresistas, encarnado en esos efebos indolentes incapaces de sentir empatía por sus semejantes en peligro, tiene un Reverso Tenebroso subterráneo/antropófago, constituido por noctámbulos seres humanos deformes, guardianes de las últimas máquinas operativas.
El viajero del tiempo termina descubriendo que es amarga la sabiduría que no reporta beneficio al sabio. Y aquí recibe muchos tazones de acíbar |
Wells parecía desarrollar una elaborada y
muy nebulosa parábola sobre lo que iba a ser la evolución de su época; veía en
los Elois a los ricos potentados de las grandes mansiones excluyentes
londinenses, y a los MORLOCKS a la iletrada masa obrera que trabajaba en calidad de
esclavitud, hacinada en sórdidos distritos donde criaban camadas de hijos
dispuestos a ser sacrificados a la Opulencia Capitalista sin esperanza de
mejora. Los Morlocks eran sus descendientes, condenados a una condición aún más
inhumana: privados del derecho a la luz del Sol, les empujaron a un claro canibalismo
vindicativo. Un giro curioso sobre la idea del comunismo rampante de su tiempo.
Los comunistas devoran al rico convertido
en pasivo ganado. Considerando el humanista fabianismo (ese proto-socialismo hoy extinto en
España) de Wells, es llamativo que escribiese una obra en la que denunciaba a
un tiempo a los ricos por deshumanizar a los pobres, mas que éstos se vengaban
devorando a los ricos. Así sugería que los pobres no tienen intención de
superar atavismos, progresar, sino que prefieren convertirse en degradadas
alimañas sanguinarias que desmontan el flatulento armatoste “humanista”
cacareado por la progresía para conseguir poltronas antes que aspirar a las
estrellas.
Si tengo razón... ¡estos son los comunistas del futuro! Caníbales subterráneos contentos de ser una suerte de subespecie infrahumana. Tanta progresía para tener bombillas por ojos... |
Todo esto borran de esos fotogramas; lo sustituyen por una explicación de porqué existen colonias morlocks (antiguos refugios antiatómicos de la guerra nuclear, terror palpitante de cuando el rodaje). El filme constituye una sucesión de afables colorines y un inventor que expresa el espíritu imperialista británico: dueños de las olas, llegamos imponiendo las costumbres de Albión doquiera sea, con nuestra flema característica y saber hacer que nos sitúa por encima de todos, ¡lo cual nos permite civilizar paganos y negros de todo continente y/o época! En resumen: familiar evasión a observar sin acritud, queda como un grato hito del género de la ciencia ficción y poco más.