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Afiche foráneo. Jamás debieron provocar la gélida furia de JACK CARTER |
La vorágine dinámico-cromática del cine de Hollywood (los circenses ARMA LETAL oJUNGLA DE CRISTAL) nos oculta a primera vista las virtudes de cintas de esta categoría y calidad. Esos días además estás más por el espectáculo que por examinar valores más profundos aunque menos vistosos que terminas apreciando, y son los que dan al filme su importante relieve, protagonizado por un glacial/intimidante MICHAEL CAINE.
Otro de sus anzuelos es el sórdido ambiente por el cual avanza Jack CARTER, el sicario o matón
que marchó de casa años atrás, oveja negra de su familia (una vulgar inglesa,
de las miles, o millones, que habitan el pellejo de Gran Bretaña). Por lo
común, los limeys se esfuerzan por mostrarnos una Albión victoriosa dominando sobre las olas, de una impecable
meticulosidad flemática que les permite mirar con arrogante superioridad al
resto del planeta (empezando por los españoles).
Moderan y modulan Albión postvictorianas
costumbres; acometen las adversidades con un carácter que ya quisieran imitar otros,
más sanguíneos. Inglaterra urdió la imagen asimismo de un orden y modernidad equivalente
a la de Nueva York u otra gran capital mundial. Calles limpias, ciudadanos
ordenados, escolares extraordinarios. The Beatles.
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Patillas setenteras que cualquier día se vuelven a poner de moda; Carter empieza a recibir toques del ambiente mafioso en que labora porque está tocando fibras demasiado sensibles y lucrativas |
Asesino Implacable muestra una brumosa ciudad industrial “terminal”
distante de Londres, plagada de barrios obreros que frisan el tercermundismo; perpetúan
carencias de antes de la Primera Guerra Mundial, como tener los lavabos fuera
de casa, encima comunitarios. Aun los “ricos” que aparecen en la cinta exhiben
una acomplejada rusticidad poco glamourosa; este conjunto de elementos personales,
arquitectónicos y visuales derrumban ese apabullante escaparate de pulcritud y
té a las cinco servido por imperturbables mayordomos que, preservados en
alcanfor, sugieren proceden de cuando SHERLOCK HOLMES, aún antes, encastrados
en su labor in saeculae saeculorum. Hombres como estatuas de cera de
envidiable inalterabilidad.
Destacan los bares refugio de obreros y maleantes de baja estofa inmersos en la bruma del tabaco, trasegando
grandes vasos de cerveza (pareciendo aguada) y mujeres que se esfuerzan por
trincar a algún gárrulo para divertirse; no sé si hasta pensando en boda. De
hecho, la casera de donde Carter reposa los huesos, se las apaña para meterlo
rápido entre sus sábanas, ávida de ‘sensaciones fuertes’. Carter acaba
surtiéndoselas, incluyendo la escopeta de caza.
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Carter empero demuestra su falta de docilidad ante advertencias o amenazas directas |
Poco a poco, conociendo el percal, Carter logra
rasgar la telaraña que oculta el asesinato de su hermano. Carter puede partirle
la crisma a alguien, o asesinarlo incluso, empero vacilante va hallando en su
interior una integridad que ignoraba poseyera. Sin duda, el motor principal de
sus actos es la mera venganza por la muerte de un más/menos querido hermano,
aunque el motivo que impulsó ese crimen es el que hace aflorar el alma que
Carter guardaba en alguna parte, bajo fardos de sus bajos implacables
instintos.
Cierto que el sucio negocio pornográfico
que descubre y lo origina todo pudiera no afectarle tanto de incluir a un
familiar. Eso hiere a Carter. De golpe, descubre que esas nefandas películas
que tanto solazan a sus jefes contienen un criminal elemento de perversión que le
había pasado inadvertido. Ya no es tanto que protagonice su sobrina una de esas
cochinas filmaciones. Sino que la que vejan en pantalla unos cuantos salaces
maromos que Carter espera estén mejor muertos es la hija/sobrina/hermana de
algún otro Jack Carter.
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Nadie se libra aquí; Carter tiene una leyenda urbana y la justifica |
Carter encuentra la fortaleza necesaria para rebelarse al magnate del crimen para el que trabaja, y le quiere de vuelta pues sus indagaciones remueven cierta mierda que le rinde beneficios. También podría hasta abandonar la oscura senda recorrida hasta entonces, asqueado por lo más pérfido del “empleo”, sus ojos al fin abiertos a la iniquidad que se negaba ver. Doloroso obtener conciencia, ¿eh, Jack?