miércoles, 17 de noviembre de 2010

DOS DUROS SOBRE RUEDAS – EL OCASO DE LOS ÚLTIMOS SUPERHÉROES

Afiche estadounidense de una película
de culto. Intelectuales, abstenerse
En verdad, esta cinta debe verse con amabilidad porque es un poco delicada, pese a que sus protagonistas, HARLEY DAVIDSON y MARLBORO MAN, dos todoterreno, tengan gran capacidad de resistencia. Ambos encarnan arquetipos, más que héroes, y tuvieron la mala suerte de ser tratados por un director, SIMON WINCER, a un paso de lo mediocre, que no obstante legó un muy apreciable western: UN VAQUERO SIN RUMBO. En Dos duros sobre ruedas de nuevo abordó la iconografía del caballero errante, del cowboy idealizado, estilo el SHANE de RAÍCES PROFUNDAS que el pistolero de CLINT EASTWOOD de los SPAGUETTI-WESTERN de SERGIO LEONE, y lo hizo, en lo que cuenta, con éxito.
Es, desde luego, una película de culto. Como aventura funciona rutinariamente (con corrección, sería más apropiado) pero no es de las que ves infinito número de veces si te la pasan por la TV. Y como tengas un día de furia, ni le dedicas un instante a los créditos, bastante sugerentes, por cierto, gracias a ese montaje a lo MAD MAX 2 (paisajes polvorientos, motos potentes, amplios espacios abiertos, velocidad y asfalto) que evocan el peligroso páramo.
Los dos últimos superhéroes, e iconos del hombre
libre en el país libre, posando para la posteridad
La película se consideró “western futurista” porque al momento de su estreno, 1991, situaban la acción en un Los Ángeles de 1996 donde Burbank se había transformado en un megaaeropuerto, o algo así. Bárbaro. Y desde las entrañas de las más entrañables leyendas (americanas) llegaban dos figuras ajadas que se enfrentaban a un despiadado monopolio comercial, el GREAT TRUST BANK. Era una alegoría de la eterna batalla (americana) del hombre amante de las cosas sencillas y la frontera sin límites contra el encasillamiento y la cuadrícula de los negocios que tiende a convertirnos en unidades de producción, en empleados que no ciudadanos, luchando a diario con el horario laboral para llegar corriendo al reposo de casa, y reemprender la rutina al día siguiente. El ejemplo de esta imposición está en las hamburgueserías, que nacieron para surtir de alimento a empleados que disponían de media hora para almorzar, no una hora.
HARLEY DAVIDSON (MICKEY ROURKE) es el místico. Por
eso le cuesta tanto apretar el gatillo
Harley y Marlboro encarnan el espíritu del aventurero, libre en el país libre, anarquista de conducta, desafiante con la autoridad, aunque en absoluto un criminal (¿acaso Harley no asegura a Marlboro que él nunca ha disparado a nada que no sea latas?). Su objetivo en la vida es poder montar en su moto (émulo del mustang) cuando quiera y recorrerse un millón de millas, volviendo a casa con un antílope para la cena. Sentir un rato el aire depurador de la pradera en los pulmones, ajeno a los líos y sin provocarlos.
La crítica no entendió la metáfora, y si lo hizo, decidió ignorarla. Se explayó destacando los puntos que resienten la película realmente, ignorando lo simpáticos que son ambos personajes, soslayando la implicación social que en Norteamérica poseen (y dado el grado de infiltración que nos han hecho con sus cómics, con figuras como SUPERMAN, BATMAN o aun CAPTAIN AMERICA, trasladables a nuestro acervo cultural sin problemas), y que son los últimos superhéroes de un mundo mercantilizado hasta el más mínimo-nimio procedimiento imaginable. Cuadriculado. Concentrado.
MARLBORO MAN (DON JOHNSON) es más pragmático.
Siempre que sea por una buena causa, ¡dispara sin dudar!
Para sus protagonistas, DON JOHNSON y MICKEY ROURKE, desde luego era su blaze of glory. No creo que ambos volvieran a actuar mejor en alguna parte, aunque Rourke parece haberse rehabilitado tras más de una década dando el espectáculo con distintos escándalos extravagantes. Don Johnson perdió el glamour acaparado en MIAMI VICE y renquea por ahí. Alguna cosa habrá hecho, supongo. En su mirada, como Marlboro, hay un tanto de esa melancolía, o tristeza, que impregna la balada THE LAST COWBOY SONG, que contemplaba la antaño ilimitada planicie libre de cancelas y cercados ahora dividida en parcelas, con alambres por todos lados mutilándole el paso. En este caso, se trata del banco que dirige un sardónico y despiadado TOM SIZEMORE (¿ha salido ya de la cárcel?). Ah, y que mencione que VANESSA WILLIAMS sale en la película (y, mucho más espectacular, TIA CARRERE). Por lo general, las figuras femeninas se incrustan en estas tramas para demostrar que todos los participantes (al menos, protagonistas) son de buena ley HeteroX. Pero quien haya visto la peli, sabrá que V.W., para lo que sale, que siga cantando melosamente en el escenario del bar motivo de la trama. Bueno: de la excusa para hacer hablar al plomo. El argumento es cómo se coarta la libertad de los espíritus libres y algo rebeldes.
U.S., de STEVE DARNALL y ALEX
ROSS. Aunque cueste creerlo, esa dura
crítica contra la América mercantil y
 este sencillo filme están relacionados
En poquito tiene Dos duros sobre ruedas que ver con EASY RIDER, pese a que el manoseado código de comparaciones al que apelan los críticos de inmediato la recordase. Harley y Marlboro son superhéroes, leyendas, y los otros dos eran unos tíos vestidos estrafalariamente que chocan con los catetos armados de escopetas de la América Profunda mientras trapicheaban con drogas e iban colocados kilómetro arriba, kilómetro abajo, por las carreteras del país. En el bar, Harley enseguida acota lo de las adicciones: él es un alcohólico que evita volver a beber y Marlboro abandonó el tabaco hasta que el amor de su vida lo deja por un mercader (en realidad, un teniente de la policía, que encarna la figura de la cuadrícula) y retoma el vicio.
Dos duros sobre ruedas es también un western crepuscular. Harley y Marlboro ya no tienen cabida en el mundo que se ha ido fraguando conforme ellos rodaban por las carreteras inmersos en sus propios asuntos. Contemplan el futuro, sembrado de alambradas, comprendiendo que su época se ha acabado. Todavía les queda tiempo para hacer una última acción decorosa y heroica (el gran tiroteo) impregnado de ironía, humor y algunas buenas frases. Salen del atolladero, pero sólo para poder cabalgar hasta el ocaso (así termina el filme) difuminándose en el espectro de las viejas leyendas, incorporándose a una mitología repleta de iconos.
Jinetes de hierro en monturas de acero. Al final, uno de
ellos cabalgará a poniente, y quizás para siempre...
No debe extrañarnos que nuestra crítica, la de un país que reniega de los héroes, y más los propios, no viera nada de esto. Era más fácil considerarla otra machada americana y alabar algún tostón francés feminista, muy progre e insustancial. O, quizás, lo que les escocía era el claro aspecto a tebeo que en ciertos momentos la cinta tiene.
Espero que, tras mi reseña, los que decidáis ver Dos duros sobre ruedas lo hagáis con algo más de indulgencia, y obtenga un hueco, al menos pequeñito, en vuestro corazón.
Vuestro Scriptor.