lunes, 21 de marzo de 2011

EL PARQUE ES MÍO – EL OTRO RAMBO

Aunque afiche (casi naiff) de la cinta,
lo utilizare como portada de la novela,
dificil de encontrar
Arriesgaré una teoría, al margen de lo que el autor haya podido declarar y que conste en algún lugar de internet, la milagrosa telepantalla, y que voluntariamente me he abstenido de consultar. No leo trabajos existentes cuando encaro un comentario; algunas conclusiones vician las tuyas y pueden estar sujetas a erróneas hipótesis personales que trasladas a tu reseña. Prefiero comprobar cuánto me he equivocado o acertado merced a mis especulaciones, pero hacerlo solo.
Pero no creo equivocarme demasiado si afirmo que STEPHEN PETERS, autor de El Parque es mío, pretendió “enmendarle la plana” a DAVID MORRELL con esta novela, llenándola de entorpecedores detalles técnicos accesorios. Una década antes, con PRIMERA SANGRE, Morrell había “alumbrado” a uno de los más celebrados iconos de la CultuPop: RAMBO. Varios momentos de El Parque es mío mal disimulan su origen, como cuando el jefe de la unidad táctica antiterrorista de la policía de Nueva York, DON EUBANK, queda atrapado en la inesperada y letal jungla de Central Park y su desesperada fuga a través de las arboledas copia el calvario de WILL TEASLE por los cerros huyendo de Rambo, que perseguía degollarle.
STPEHEN PETERS, el autor, con pinta de piloto de
Huey. Despues de esta novela, no supimos mas de el
Por separado, las obras parecen tratar sobre un aún espinoso asunto de la sociedad norteamericana: Vietnam, sus secuelas, y el reingreso de sus vets en la población. Una vez comparadas, la novela de Peters demuestra que sólo quiso hacer ‘más Hollywood’ la de Morrell.
Aun así, El Parque es mío es una novela robusta que desprende la muy cierta impresión de que su autor no quiso dejar al albur ningún detalle, o los mínimos posibles. La lista de agradecimientos es extensa. Y, siendo Peters un “hombre del medio” (audiovisual) procuró “rendir homenaje” a sus colegas (y a sí mismo) con VALERIE WEAVER (fijo que tiene ese nombre por la intrépida oficial de la nave NOSTROMO; en ciertos rasgos físicos, recuerda a SIGURNEY Weaver), con lo cual introducía “calado humano” a la historia, merced a la visión de esta mujer del suceso.
Cubierta de una de las ediciones
españolas (la que poseo, por cierto).
Fotograma de una peli de HARRY EL
SUCIO, ademas
Pero a El parque es mío le lastra la prosa ‘académica’ de Peters, cosa contraproducente en un relato como el que decide contar, pues lo mina de prosopopeya, trabándolo de tal modo que en ciertos puntos lo estanca. Morrell imprime intensidad en el duelo entre Rambo y Teasle merced a un texto poco rebuscado, que cala dentro del lector fielmente los sentimientos que padecen éstos, apostando fuerte por la interiorización de ambos personajes, y cómo eso condiciona sus respuestas y fallos, repartiendo la carga de la acción entre los dos. Peters se esfuerza en lograr esto, y hasta compartir con HARRIS (el protagonista; no parece su nombre, sino el de un camarada abatido), las circunstancias que le motivan, esperando que ‘sintonicemos’ con él y su “causa”. Pero todas esas letras desnaturalizan a Harris, que en cierto modo, está mucho menos detallado que Weaver.
Para acabar de espesar la obra, llega DAVID DIX, que Peters introduce con la idea de mostrar la cara rastrera de los políticos, cómo enmascaran y distorsionan la verdad y tratan de moldearla ventajosamente a su favor. Es también el ‘equilibrio moral’ de Harris: ambos son vets (salvo que Dix combatió desde detrás de un escritorio) y comparten traumas emocionales que socavan su existencia y confianza, y si Dix superó eso, ¿por qué Harris no lo habría de hacer?
Una curiosidad inedita en nuestro pais; por mucho que lo
intenta, Peters no supera PRIMERA SANGRE de
DAVID MORRELL (¿por el se llama DIX "David"?)
Dix entorpece; debía aparecer, lo sé, pero frena la acción. Peters corta algún suceso candente para relatar el baile de máscaras en el que viven las autoridades. Brinda una solución al problema, uno que a medida que el lector lo analiza, más absurdo parece, aunque está en la estela a la complicación que Harris ha creado. Veámosla:
Corre 1979 o 1980 (aunque la historia se publicará en 1981 y llegará aquí el año del Mundial) y Harris decide, acosado por los traumas que arrastra de Vietnam (a donde fue voluntario), apoderarse de Central Park, cosa que hace con profuso uso de equipo militar. Desde el domingo al sábado de la semana siguiente, el Parque es suyo. La policía ensaya distintos planes para expulsarle de allí, pensando sobre todo en matarle. Todos fracasan. (Entre tanto, Peters abunda en la biografía del trío protagónico, y del apuntador, si hubiera hecho falta.) Un experto propone arrasar con napalm el Parque, y descartada tan descabellada iniciativa, Dix, sintiéndose alma gemela de Harris y de sus pesares, obtiene permiso para ejecutar su plan, que urdió junto al CORONEL MAITLAND (exacto: el clon de TRAUTMAN): introducir tres mercenarios vietnamitas en el Parque, porque intuye, milagrosamente, que el problema que arrastra Harris es que aquellos rostros amarillos no le dejaban dormir. Y si los ve, en vivo, sus partes disociadas colisionarán, soldándose, y por lo tanto, exorcizará sus pesadillas.
EL VERDUGO, de DON PENDLETON
 relacionado con HARRIS Y RAMBO
De esto trata también El Parque es mío (no de los tiroteos que impregnan la obra): de cómo un trauma fruto de una radical experiencia sigue barrenando el alma de sus protagonistas y la incapacidad de adaptarse al mundo después. Eso es la excusa moral para publicar la historia; el motivo real era superar con una vasta panoplia los aprietos por los cuales pasó Rambo en aquellos montes. Mientras Morrell es muy sucinto en la descripción de las armas, consciente del mal que acarrean, Peters vuelve obsesión precisar su formato y potencia, frisando la idolatría por tan letales artefactos.
La trama se torna ilógica al describir Peters los impresionantes medios como Harris cierra el Parque: sencillamente, no tuvo tiempo de preparar ni un tercio de todos ellos; plantó minas Claymore, estacas punji, puertas malayas (esa parrilla de bambú que te atraviesa cayendo de alguna parte), cavó huecos para poner minas de presión, acordonó el Parque con alambrada, instaló arteras y complicadas trampas vietnamitas… y todo esto sin ayuda, en menos de tres horas. Central Park es una superficie muy extensa. Pero la acota toda con alegría y éxito.
Cartelera de una pelicula mala de
verdad, pese a TOMMY LEE JONES
La policía luego es incapaz de apresarle. Un poco extraño, pero vale: todas las historias tienen truco. Pero siendo un lugar tan emblemático, y causando tal trastorno a la ciudad, poniendo en tal brete el prestigio de Norteamérica frente a las acciones de esta clase, cuesta creer que tarden tanto en “jugar duro” tratando de expulsar al terrorista de su guarida vegetal, ya sensibilizado merced a las caricias de una Weaver bautizada en fuego de combate.
No desestimo el valor de El Parque es mío; es una potable historia de acción que peca de algunos excesos (como si fuera posible evitarlos) y desprende impresión de solidez, que le brinda calidad. Pero dista de ser Primera Sangre, que rebosa vitalidad, emotividad, tiene personajes próximos; la obra de Peters lo intenta con el relato de un largo regreso a casa, pero dilata tanto la elipse que acaba cansando el paseo.
Fotograma de la cinta. Comparese con la fotografia de 
Stephen Peters
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta: