viernes, 9 de septiembre de 2011

ENEMIGOS PÚBLICOS – ILÍADA AMERICANA

Afiche de un filme sobre un hombre que
durante años ocupó las dianas de tiro
de entrenamiento policiales
Si esta película de MICHAEL MANN versa sobre algo, es de la corrupción ante todo, parábola que trenza aprovechando la mítica leyenda urbana de JOHN DILLINGER, que interpreta con intensidad su tocayo JOHNNY DEEP, aderezada con espectaculares tiroteos y vestuario de época.
Entre los dos pesos pesados oponentes, cuya lucha filma, Dillinger y MELVIS PURVIS (CHRISTIAN BALE), se encona la taimada y corruptora figura e influencia de J. EDGAR HOOVER (BILLY CRUDUP), que Mann muestra como un despiadado oportunista de oficina y guerrero de salón que de forma sibilina intenta establecer un poder en la sombra, pretextando las necesidades del FBI, que tan mala imagen parece tener en Norteamérica, a tenor de lo visto y leído en distintos filmes y novelas. Hoover, atusado y prestigioso, decidido a violar cuanto deba profanar a fin de asentar su predio, no tarda un instante en apoderarse de talentos valiosos que puedan aumentar su prestigio personal, más que del FBI (en Enemigos públicos, Purvis), y usarlos contra la oposición que sea como estandartes de una actividad profesional y concienzuda que justifiquen las portadas de prensa (‘amiga’) con las que espera aturdir al público.
Una nota de romance en el ajetreo de la violencia: BILLIE
FRECHETTE (MARION COTILLARD) atrapa el corazón
del encallecido JOHN DILLINGER (JOHNNY DEEP)
Como otros muchos hombres mezquinos, una vez ha explotado al “figura”, que se encargó previamente de encumbrar o agasajar con falsos e hipócritas elogios y portadillas menores, que no desfiguren su gloria personal, que ante todo debe fulgurar como un Sol invicto, Hoover se descarga de Purvis, lo “desconecta” como si fuese un interruptor de la luz, para “reconectarlo” a su antojo, cuando le conviene, manifestando absoluta falta de interés por lo que “el interruptor” pueda opinar. Es sólo un engranaje de una maquinaria pensada para conseguir ciertas dosis de prestigio y como tal debe actuar. Son impropias, y hasta obscenas las considera, sus quejas. Se le ha permitido servir a la causa. ¿Qué más quiere?
MELVIN PURVIS (CHRISTIAN BALE) ante J. EDGAR
HOOVER (BILLY CRUDUP), quien primero lo enjabona a
base de bien y, como en este fotograma, luego aprieta las
clavijas, viendo amenazada su reputación personal
Mann retrata a Purvis como un hombre de principios que comprende que, a veces, hay que actuar expeditivamente, tal como nos es presentado, abatiendo a PRETTY BOY FLOYD (CHANNING TATUM). Tras el aviso de rigor, le inflige herida mortal. Tampoco se las veía con un ofuscado angelito. Había que dar, y golpeó con la vehemencia del rayo de Dios.
El agente CHARLES WINSTEAD (STEPHEN LANG) será
importante al final en la vida de John y Billie; participa
en la ejecución del "enemigo público número uno"
Obtiene un prestigio del que Hoover inmediatamente quiere nutrirse. En Washington las comisiones parlamentarias obstaculizan sus peticiones de fondos (intuyendo acaso los senadores el fin espurio que Hoover pretende dar a ese dinero, cimentando su “gobierno en la sombra” o “paralelo”) y su réplica es alistar a Purvis en la primera línea de acción, destinándolo a la caza de Dillinger, el que arrebata portadas y rivaliza y eclipsa la gloria que Hoover desea gozar en exclusiva (¿acaso es este el auténtico motivo por el que se encarniza con Dillinger, más que por su actividad criminal?) pero que, sin medios, los que le han negado pacatos políticos, poco podrá hacer.
JOHN "RED" HAMILTON (JASON CLARKE) es leal amigo
de Dillinger. En cierto modo, el "reverso positivo" de J.
Edgar Hoover
Purvis emprende el duelo con integridad y profesionalidad; aparece en pantalla como un precursor visionario del CSI; más mediante pesquisas enrevesadas pero anodinas lograrán cercar a Dillinger, privándole de apoyos y santuarios, que con la fuerza bruta o la violencia, métodos que finalmente Hoover le abocará a usar.
Una secuencia muy interesante: muestra que, cuando una
voz en OFF ordena algo desde una pantalla, obedecemos
ciegamente, en plan GRAN HERMANO de 1984
Tras la fracasada redada en que muere uno de sus agentes, Purvis da la escalofriante noticia a Hoover de que su prestigioso FBI, que glorifica en primeras planas, roza la incompetencia. La presión que entonces efectúa Hoover sobre Purvis se torna implacable, y el competente agente cede. Rompe sus principios. Se desliza por la pendiente del “todo vale” que desvirtúa su postura inicial de tesón e integridad.
Los muchachos, "trabajando". Todo se tuerce, y
empieza el calvario de Dillinger y sus asociados

A causa de esto, Purvis mata a unos borrachos confundiéndolos con Dillinger y BABE FACE NELSON (STEPHEN GRAHAM), movido por la salvaje premura que Hoover le ha inducido. Tras apreciar su fatal error, Purvis descubre qué descenso ha comenzado, y qué tarde es para redimirse. Prostituido por el afán de Hoover de obtener potentes primeras planas, sigue aplicando “el método FBI”, acosando y luego traicionando, a ANNA SAGE (BRANKA KATIC), que a su vez, intimidada por Purvis, vende a Dillinger, propiciando su ejecución.
BABE FACE NELSON (STEPHEN GRAHAM) haciendo
brillar su leyenda urbana. Su desquiciamiento precipita el
fin de Dillinger, y aún más deprisa, el suyo propio
Por otra parte, Dillinger es un refinado de la escuela carcelaria en la que acabó por la aplicación de un riguroso y muy parcial sentido de la Ley: nueve años por robar cincuenta dólares. Así aprendió que si por cincuenta pavos me van a echar lo mismo que por cinco millones, ¡a por ellos! Aun así, Dillinger intenta tener normas, un relente de conducta moral, porque sabe que buena prensa equivale a casi apoyo popular. Además, emprender una cruzada contra bancos e instituciones monolíticas, en pleno estrago del Crack del 29, que han maltratado y desamparado a los más débiles de la población, le brinda una máscara de ROBIN HOOD que añade glamour a su aureola. Dillinger es adicto al lema “vive deprisa y deja un bonito cadáver”, como a la que será su gran amor, BILLIE FRECHETTE, (MARION COTILLARD), le hace saber casi de inmediato la conoce.
Purvis mientras abate a Babe Face; sus rasgos
evidencian a modo la corrupción que Hoover le
ha inducido, haciéndole implacable en exceso
También Dillinger sufre un proceso de corrupción. En tanto Hoover usa las portadas para su lustre personal, Dillinger las emplea como arma para ganarse el favor popular y demostrar la incapacidad del estado para apresarle, pese a sus airadas promesas de pronta captura. Pero desamparado por la larvaria Mafia de Chicago, no le queda más remedio que aliarse con el inestable y psicópata Nelson en un atraco más próspero en víctimas que en dinero. Traiciona, por desesperación, sus creencias y códigos. Busca su “mirlo blanco”, un golpe final que lo retire con Billie, pero éste jamás llega, pues antes se gana un tiro en la nuca.
La ejecución de Dillinger; moría el hombre, pero
nacía la leyenda. Consecuencias del "vive deprisa
y deja un bonito cadáver"
Purvis no se anda con galanterías, nada de dar el ¡alto! e identificarse. Dispara a matar, corrompiendo con ese tiro un sistema de principios y derechos que garantiza que esto no ocurra así. Dillinger, aunque propenso a la violencia, evita los asesinatos a sangre fría, comprendiendo el craso error que supondría cara al público, no del todo en su contra. Pese a esta reticencia, es ejecutado como si fuera un atroz carnicero con decenas de víctimas en su haber.
Elegantemente filmada, con un aspecto de documental o programa televisivo de polis y ladrones, Enemigos públicos mantiene al espectador atento a la pantalla pese a su duración, mostrando la degradación de dos antagonistas no tan disímiles en el fondo y, a su manera, íntegros, que acaban en la Gehena moral que propicia su destrucción.
Vuestro Scriptor.