martes, 25 de octubre de 2011

EL CORREDOR – LA INSIDIA MATÓ AL CAMPEÓN

El cuento reseñado se incluye en este
libro; más aún: da motivo de portada
Entre tanta producción literaria, entre tantos cuentos (y de las Grandes Firmas, que se han permitido establecer cánones), algo contiene este relato de IB MELCHIOR para atrapar el interés de ROGER CORMAN y desarrollarlo en LA CARRERA DE LA MUERTE DEL AÑO 2000. Algunos geniecillos husmearon oro en sus párrafos y trataron de extraerlo, cosa finalmente conseguida, en efecto.
Melchior escribió sobre el que la gente quiere ver sangre para divertirse. Por otra parte, una vez comparamos película y remake, descubrimos la onda de mediocridad que va envolviéndonos. La temática se revisa una y mil veces, las asperezas, limadas, el carácter del protagonista, se edulcora hasta causar no empalago: diabetes. Mientras se alaban producciones por su crudeza al reflejar cierto (y real) mundo contemporáneo, en otras la diligente mano de lo políticamente correcto retoca trama y fotogramas logrando un sinsabor que impone ley.
Este señor mayor es IB MELCHIOR, el
autor, además de...
Motivaciones íntimas (la codicia, la ira, el sexo, la gloria, el territorio) desaparecen, o se matizan, para convertir al héroe en una figura buena, blanca, maleable según la circunstancia; sólo un aterrador peligro de muerte que afecte a su familia lo hace salir a derrotar al Mal. O se le conmueve la fibra más íntima para abandonar su semblanza humana y transformarse en ese líder azul, del que carecen los nativos, o que, a modo, fue mesiánicamente anunciado. Que motu proprio el héroe decida proceder y esto no obedezca más que a su “placer personal” está perdiéndose.
El cuento de Melchior (un par de páginas más le hubieran venido bien, creo, para detallar cómo ese mundo adoptó la carrera de la muerte, sobre todo) trata de esto, la entidad/identidad del héroe y los extremos a la que la apatía, lo habitual, el afán de espectáculo, manipulan a la Sociedad para pedir más, Más, MÁS, y sangriento cada vez. El relato también vincula, o establece simbiosis, entre la imagen del héroe y lo que la Sociedad entiende qué es un campeón.
...escribir el guión de esta película de arañas-murciélagos
y personas estreñidas...
Asumiendo un postulado del héroe como un ente cargado de virtudes y una brillante sonrisa de mil dólares, un pelín enigmático y de orígenes desconocidos, el corredor del cuento, WILLIE, es su reverso, aunque tenga, de entrada, la espléndida estampa de un LANCELOT redivivo. (Aunque hay que recordar que Lancelot está más cerca del antihéroe que del paladín puro-a-ultranza. Traicionó a ARTURO.)
Willie es el decantado de una Sociedad perpetuamente hambrienta de accidentes brutales con secuela sangrienta, donde la velocidad importa, pero más que provoque atropellos mortales a mansalva. Cuando se alude al esparcimiento de la Sociedad, se evoca siempre Roma y los gladiadores. Se establece un marco moral de referencia: Somos mejores que esos italianos antiguos. En todo. Y nuestro ocio ha evolucionado hasta el pacifismo más respetuoso con la ecología imaginable. Una mierda.
...esta otra que parece un anticipo
de la nefasta plaga de los zombis,
en COLORSCOPE, que da más mieo

Los deportes sangrientos continúan con nosotros. Llámese lidia, boxeo, pelea de perros o gallos. Ha de haber sangre. Hasta en el fútbol encontramos fanáticos así, y no casos aislados, precisamente. (Aunque muchos prefieren matar a morir por el equipo.)
Y el problema no reside en la Sociedad, sino en el individuo. Dentro de sí pulsa un resorte que obliga a actuar con vileza. Si no logra ver sangre, inventa un espectáculo de corraleras que concita la mórbida atención del público. Reúne lo más extravagante, estrafalario, estrambótico, y lo planta en pantalla, donde muestran descarnadas las vísceras auténticas del mundo. EINSTEIN, NEWTON, MIGUEL ÁNGEL, FLEMING, todo esos altruistas que han aportado grandeza a la Humanidad, son episódicos. Y ni ellos mismos estaban libres de la impureza.
De existir ese siempre supuesto senado galáctico que nos juzga y decide si incluirnos o no entre sus áureos salones, deben mirar con gran atención esos programas de cotilleos notando que en ellos reluce nuestra alma, para preguntarse luego qué mutación produjo nuestros grandes logros.
...y, junto a IRVIN WINKELL, coautor de
PERDIDOS EN EL ESPACIO (serie TV),
aunque por sus caras parecen de todo
menos perdidos, y en el espacio
Esa es la médula del cuento, reproducida en la película. Introdujeron matraca satírica y política pero para darle metraje. Delinearon a los corredores como iconos a un paso del arquetipo (léase: FRANKENSTEIN) como válvula de escape de una Sociedad en la que plantarse ante el morro cuajado de afilados colmillos de un coche era un elevado acto de amor. El espectáculo debe ser así, muy sangriento, siempre, como sea.
Y Willie aspira a máximo ídolo. Pueblan su currículum hitos impresionantes. La carrera le define humana y socialmente. Su identidad reposa en cada curva y recta. A trescientos por hora por la THRUWAY vibra su alma. Pero no tanto como cuando embiste con los pitones de su coche, EL TORO, a un peatón. Ver sangre en el parabrisas exacerba su éxtasis.
Afiche de una película de culto: LA
CARRERA DE LA MUERTE DEL
AÑO 2000, directamente inspirada en
este cuento. Esta es la buena
Su copiloto, HANK, también encuentra su identidad en la carrera y dentro de El Toro. Ambos, fuera del coche, no son nada. Peatones. Borrosos conjuntos anónimos de rasgos. En cierto momento, es más corredor que Willie, porque el campeón padece jaquecas que son la manifestación de sus remordimientos, el precio oneroso por ser un (asesino) icono de veneración.
Y cuando atropella al hijo de MURIEL y ésta lo tilda de verdugo (al mejor modo de los ANTICARRERISTAS, ofendidos por la patente inhumanidad de la competición), Willie acaba desplomándose. Pero sigue porque la carrera, el prestigio, el dinero del premio (el motor de Hank), tiran fuerte de él, dividido entre la horrorizada comprensión de la auténtica dimensión de sus actos y su naturaleza como corredor, que quiere vencer como sea.
Es irónico que sea la misma carrera la que termina con Willie. La competición impone normas. Y dominan a Hank cuando Willie se niega a atropellar a unos escolares de recreo. Son valiosos puntos y récord económico, fuente de prestigio, y Hank la ansía. Willie no puede ser tan monstruo. No ya, abrumado por el constante recuerdo de Muriel, acusándolo de verdugo, no de corredor.
Cartel del desaprovechado remake
En el forcejeo por apartar/cometer los atropellos, sucede el violento accidente que aniquila a Hank y destruye para siempre a Willie, que queda bajo la triunfal sombra de Muriel, como trasunto de la del cuervo del poema de POE, anulado como corredor, ergo, como sujeto de su sociedad, transformado en peatón.
Vuestro Scriptor.
Documentación adjunta: