Aquí hubo 'buhonería' que no se devolvió |
Se me motivó, para promocionar mi obra,
que abriese una cuenta en una red social y, enlazándome con otros/as tantos/as
usuarios/as, me diese a conocer. Hay un par de sitios, al parecer,
especializados en esto. Se establecía un quid
pro quo; hablas bien de mí, te recomiendo. En principio, nada malo veía en eso
(bueno, me daba pereza porque prefiero invertir ese tiempo en aprender cosas
prácticas o perfeccionar mi labor), hasta que reparé en que ¿y si promociono un
peñazo? (Es cuestión de integridad personal, de no alentar hipocresías.) ¿Y si la
persona a la que ensalzaba escribía “ojear”, en vez de “hojear”, que era lo que
correspondía (ignorancia que abunda, por cierto, y llevada a mucha honra, por
cierto)? Y el argumento, ¡por Dios!, ¿era tal; existía?
Enróllate; cómprale mis novelas a esta chica, ¿no? |
De mi literatura puedo estar seguro; del
trabajo de repaso, la necesidad de ofrecer una historia con calidad, la
constancia. Tengo un modesto aval que certifica que hay algo detrás, más que la
reverberación simoníaca de una red social visitada por media Galaxia, reproducida
hasta la saciedad por el quid pro quo
citado, que buscaba, a la vez, la difusión del trabajo del que esparcía la
noticia.
Pero no es tanto esto lo que quiero comentar
(el apóyame y te apoyo, etc.; de una u otra forma esto se hace en otros ámbitos,
y es viejo recurso) como el que inviertas horas en hacer eso para tener que
despuntar. Horas. Aun días. En vez de estar implicado en lo que de verdad importa,
tu obra, y que alcance una relevancia notable, cuyo verbo la destaque sobre las
demás, te sientas en tu silla de jinete de FACEBOOK
y, ¡hala!, a pregonar cosas, a vender en la plaza pública del pueblo ¡la novela
del prójimo!, con la esperanza de que ¡él/ella en reciprocidad haga lo mismo!
Eh, que estas imágenes están en venta |
Ya no se venden, por tanto podemos
conjeturar, novelas, o historias, por lo que cuentan o cómo lo hacen, estigmas
que hasta ahora han primado. Cierto que los voceros editoriales nos han colado
bolas como DAN BROWM (y que quede ahí) porque es parte del negocio; la
publicidad tiene un poco de mentira que, se espera, sea inofensiva pese a todo,
o no muy perjudicial. Y, a palos, aprendes a esquivar esos escollos o ver más
allá de los “esplendores” de lo que te ofrecen.
Todo dicho, supongo |
No me extraña ir como voy. Estoy aún
convencido de que es mi trabajo, y lo que éste ofrece, lo que vende la novela.
O las sucesivas. En vez de perder tiempo aprendiendo anatomía artística,
fijarme en cómo otros componen los párrafos, qué efecto causan determinadas
palabras, todo lo que se supone a un autor que se respete debe importarle, por sencillo
amor propio, ¡tendría que pasarlo en ¡aclamar! a éste, aquél, aquélla, acá,
aquí, ¡por allá!, acullá!, y reposar, tras horas del divertido juego, en la
lectura de cómo tan pintoresco grupo me devuelve el favor.
Vuestro Scriptor.
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