jueves, 21 de febrero de 2013

J.R.R. TOLKIEN


TOLKIEN, lo dice abajo. Planeando Dios sabe qué
La reproducción de JINETES DE FACEBOOK — SIC TRANSIC GLORIA MUNDI EST en SITIO DE CIENCIA FICCIÓN causó comentarios que señalaron el exceso que cometí tildando a Tolkien de “Alta Literatura”, e indicando que C.S. LEWIS era empalagoso (o algo así) hasta la náusea. No, ciertamente no le he leído (como inquiría uno de los que comentaban). Y, sí, he visto TIERRAS DE PENUMBRA. También apuntaron que la anécdota que abría el texto era inexacta.

Repito: reproduje información suministrada por una fuente que ha ido demostrando su inexactitud en otros datos. Espero que ahora quede claro, precisándolo otra vez.

LESTER DENT. Un escritor currante
Bueno, veréis: nunca me ha gustado la producción de Tolkien ni EL SEÑOR DE LOS ANILLOS; la veo una obra ampulosa y rimbombante que perseguía agasajar el ego del autor, más que transmitir a un gran número de lectores una Faceta espectacular del Prisma Universo habitada por excepcionales seres. El señor de los anillos es, además, suerte de etiqueta que muchos freakies se colocan; y si tú no has leído la obra, ¡arde, pagano! En respuesta, sus detractores señalan sus fallos (aparte de lo aburrida que es), así como la tosquedad de la escritura de Tolkien. Y LA COMUNIDAD DEL ANILLO, sólo, acumula defectos impropios de alguien con las presuntas tablas del autor.

Prefiero a MICHAEL MOORCOCK. Es más doméstico, más brillante, espectacular. En un par de páginas delinea una ficción vibrante que a Tolkien le costaba doscientas. Y, para más inri, ni se acercaba a lo que Moorcock describía con mucho más garbo.

MAXWELL GRANT. Otro gran currante
Pero decidí darle una oportunidad a Tolkien, tan ¡aclamado! por los que entienden de esto y de literatura en general. La que le sentenció llegó en el prólogo de La comunidad del anillo; tras describir las vicisitudes como tuvo que escribir (alternando su trabajo de profesor con su pasión literaria) durante cinco años, se aureola destacando:

«Y yo mismo tenía que pasarla a máquina, una y otra vez, pues el costo de una dactilógrafa profesional estaba fuera de mi alcance

Ya está, ´nuff said. Un señorito del pan pringao literario, es lo que tengo aquí, pensé. Como si escribir él mismo su historia a máquina fuese un castigo bíblico, condena que sólo Tolkien ha recibido. Todos los demás que podamos citar, y que ya usasen máquina de escribir, tenían ramilletes de mecanógrafas ocultas en el ropero (como C.S. Lewis; ¡qué portal a NARNIA, ni qué! era su armario), se sentaban en su mejor butaca para caderas cómodas, y a dictar. ¿Se puede ser más arrogante?

¡Pobre Tolkien, galeote de las teclas! ¡Sentenciado a aporrearlas para dejarnos groguis con las aventuras de los convidados del anillo! (Y pensar que LESTER DENT, o MAXWELL GRANT, escribían doce-quince mil palabras diarias, a máquina también…)

PETER JACKSON quitó tonterías a esto
Mas Tolkien no es sino el nombre de un síntoma que aqueja a la Literatura, cuando más Alta, más inaguantable. Pertenece a una “escuela” de autores que creen que dilatar en el tiempo un relato, y soltar el dato en una conferencia, blog, entrevista, es otorgarle una dignidad-superioridad o relevancia a su obra que luego, en sustancia, no posee. Tolkien es un pretexto para mucho ‘escritor’ que rula por ahí: si precisó cinco años para escribir El señor de los anillos, yo ídem. ¿Qué prisa hay? ¿Y lo que vende decir “Llevo un lustro liado con el tema”, cómo se entenderán sus sutilezas, complicaciones, dramatismos, entresijos, cómo debí comerme el tarro para que fuesen punzantes, enrevesadas, lacrimógenos, apabullantes? ¡Inmediatamente me pondrán en un pedestal! Y menudos humos de marquesitos cogen, con la historia de la tardanza quinquenal.

TERHLI, experta en quitar chuminadas
Hay novelas que se atragantan en el tiempo, correcto. Porque se siente uno por debajo del relato, o sus circunstancias deben narrarse desde otra óptica, una mayor madurez. Eso, aun el caso de Tolkien, que no podía desatender su cátedra, es comprensible. Lo que me refiero, “lo otro”, no: disponer del tiempo, la capacidad, y decir “es que escribo a ratitos, como debe ser”, o “aguardo a la musa”, son patrañas, vagancia, cuentos. Una pose estética irrisoria.

Hasta, ya pensando mal del todo, sospechas que quien ‘escribe’ así lo hace por capricho: he tenido un punto, escribir algo, y así lo hago. (Otros pintan maquetas o coleccionan sellos.) Sin vocación. Sin interés. Engañando a quienes están en este tajo y creen codearse con alguien que entiende estas singularidades. Un igual con el que hablar, que después no resulta ser tal.

Fìjate cómo sabe divertirse esta chica
No se puede escribir por capricho. La etiqueta Tolkien-largo tiempo cuela, sí, pero no durante mucho, pues se analiza el resultado y se ve, por doquier, que nada justifica la tardanza. Hay que tomárselo en serio; entender que es una profesión, con su pasión, y que sus más destacados miembros son los que esa distinguida estirpe de “hijos de Tolkien” más desprecia. Por currantes, ante todo.

Si no piensas hacerlo así, déjate de sofismas para justificar tu postura y abandona.

Vuestro Scriptor.