domingo, 2 de febrero de 2014

¡HAGAN SITIO! ¡HAGAN SITIO! — LA DISTOPÍA DEL HAMBRE

Avispada portada que aprovecha
fotogramas de la película
CUANDO
EL FUTURO NOS ALCANCE
Si bien he reconocido que entre lo que más me atrae de la ciencia ficción está su “capacidad” augur, también debo admitir, con honestidad, que el error en la profecía es, o puede ser, mayúsculo. Esta novela de HARRY HARRISON es ejemplo de cuánto puede variar una ‘predicción’ realizada desde el fecundo “género del millón de puertas”.

Hay que reconocer, empero, un mérito a Harrison: la preocupación, seria y aguda, por las futuras condiciones de la Humanidad y el estado (ecológico) del globo en 1966. Observemos que, entonces, y películas de insectos gigantes irradiados aparte, el mundo parecía instalado en un sentimiento de perdurable invulnerabilidad decimonónica e inagotable prosperidad antinuclear.

Interesados corros políticos gobernaban la opinión, maleando la Propaganda para someter el criterio ciudadano a la idea de que estaban en un émulo democrático del Reich Milenario. Todos gozarían de inagotable suministro de Coca-Cola, desmesurados Cadillacs, pulcros adosados en modélicas urbanizaciones pacíficas, la parejita de niños encantadores y un perro lanudo.

HARRY HARRISON ante el espejo: "Me puse así
de comer tanto soylent green. ¡Pero no lo digas
a nadie!"
Sólo esos sombríos cummies de la vodka y el borchs amenazaban esta Edad de Oro a la EISENHOWER que tramaban las burocracias estadounidenses, con leve reticencia de los Aliados.

La idea era: todo sería rutilante y abundante por siempre jamás, recompensa a salir del tenebroso atolladero de la Segunda Guerra Mundial y las sombras (de vergüenza) que la dejación dolosa a las políticas raciales nazis habían dejado.

Dos o tres locos de cierta entidad vaticinaban peligro, ¡PELIGRO, WILL ROBINSON!, con el tema atómico. Pero la Propaganda pronto neutralizaba sus voces catastrofistas tachándolas de antiamericanas.

En un mundo de ensalmo material con hechuras de pintura de NORMAN ROCKWELL, ¿qué permitía pensar que la superpoblación desbocada engendraría penuria general y el crítico empeoramiento de las condiciones sociales? La Propaganda afirmaba que la Maquinaria produciría satisfactorios artefactos sin fin-sin fin, y el peligro (rusos aparte) provendría de enigmas de otros mundos; esos recurrentes marcianos de los bemoles. Pero, nada alarmante. Todo: vencible.

Claustrofóbica cubierta foránea del
libro. Cumple su objetivo
Harrison escribe, entonces, un ‘augurio’ en que la Humanidad es finalmente acorralada por el hambre, la carestía y el hacinamiento en condiciones tan tercermundistas que ni la TV de la época exhibía. Teoriza (aquí empieza a errar) con una Tierra superpoblada en 2000AD por siete mil millones de habitantes, aplastados mutuamente debido a una asfixiante falta de espacio, trabajo, sanidad, cobertura social.

Problema A: es ciencia ficción. Cosa de críos. De insectos radiactivos gigantes que los Marines liquidan. ¿Vais a creerlo? Problema B: es Propaganda cummie. Catástrofes-sin-fundamento preconizadas, sí, ajá, para socavar los poderosos baluartes de nuestra democracia consumista. Problema C: Harrison iba equivocándose cada vez más.

Normal lo último. Contemplaba el futuro desde una perspectiva cuya moral le forzaba a ser conservador. Cierto, le preocupaba, y mucho, la naturaleza del futuro que sus hijos, y nietos, iban a gozar. En 1966, ciertos datos expuestos en su obra eran alarmantes. En 2014 empezamos a columbrar sus penalidades ‘anunciadas’, aplacadas (creo que para seguir despistando) por una Propaganda estimulada por las palabras “conciencia ecológica” y “reciclaje”.

Otra portada. Y vaya ilustración. Con
esto de que es ciencia ficción, cosa
cualquiera puede colar, ¿no?
Además, si la cosa empeora en exceso, liberamos los perros de la guerra y nos alivian de unos pocos millones. Estabilizada la cosa. ¿Veis? Todo controlado.

Harrison se aferraba al concepto de nacimientos en progresión constante para dar solidez a su “predicción”, enmascarada de investigación policíaca emprendida por un vulgar detective, ANDREW RUSCH. Éste, pateándose Manhattan, va contrastando su vida con la de los restantes miembros del elenco (SOLOMON KAHN, BILLY CHUNG, SHIRLEY, TAB…), y esboza cómo será 1999, a menos que pongamos coto a las tasas de natalidad desenfrenadas, que para el autor seguían aumentando pese a que la gente careciera de hogar y engullera mierda.

Harrison (incrustado en una Sociedad que creía imposible perder en Vietnam) no quiso pensar que la cercana crisis del petróleo desencadenaría un pesimismo general por el futuro, que influiría en la forma de ser y pensar del ciudadano, quien miraría más cuidadosamente los gastos. El clima social mutaría; tres años más tarde, los preceptos religiosos y conservadores de la época se cuartearían y desmoronarían. El lujo y su acaparamiento sustituirían al concepto de familia. El estatus social, mediante el empleo, y una educación más liberal, unida a un beligerante feminismo, transformarían el embarazo en obstáculo. Harrison, como otros notables autores de su época, no tuvo, para nada, presente la condición humana y su volubilidad.

Un "coqueteo" de Harrison con el cómic, e
ilustrado por nuestro gran CARLOS EZQUERRA,
quien, AL PARECER, ha estado de visita en
http://spnkgirl.blogspot.com.es/,
valorando su contenido
Estos autores estaban instalados en una especie de Parnaso “cultural” alimentado por elogios recíprocos. Esto les hacía sentir arúspices infalibles del futuro; su palabra, ley. Aunque faltos de maldad, la arrogancia les había insertado en fundas inflexibles, a prueba de reconsideración de sus postulados según datos recientes. Y su criterio aún gobierna el género: constituyeron las Edades de Oro y Plata, y debemos ¡aclamarlos! por tanto.

Conforme en reconocer su trabajo, que fuesen pioneros y todo eso. Pero resaltemos que fallaron, también; arrojaron “predicciones” desde una cúspide de ofuscada altanería, y se negaron a admitir que el mundo fue en dirección divergente a sus “vaticinios”. Y va resultando que autores no tan ¡aclamados!, un poco dados de lado incluso, si no van ‘acertando’, al menos la falta de rigor en sus cábalas es más excusable, pues no se tomaban en serio ni ellas mismas. Eran relatos para divertir. Consumo de masas.

Creo que de esta novela hicieron
una película también. ¿Alguien
quiere/puede confirmarlo?
¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio!, aun así, es de los libros que conviene tener y leer. Sombrío, pesimista, descorazonado, anticipa lateralmente que el lujo vencerá al amor, pese a las promesas realizadas. Andrew queda solo en un empobrecido mundo masificado (pero que, curiosamente, y pese a sus punzantes carencias, no causa motines; el populux sigue fiel a la bandera), mientras Shirley acude a buscar un protector adinerado que la saque de los barrios míseros de la superpoblada Manhattan.

Cierto que es una lectura que induce desasosiego, pues nos alcanzó parte de lo que “predijo”, pero también pierde fuerza su tenebroso “pronóstico” al ver que no ocurre tal como se describe. En todo caso: espero que sirva de advertencia. Y podamos enmendar las cosas.

Vuestro Scriptor.

Distopías adjuntas: