martes, 26 de agosto de 2014

TRANSFORMERS — ¿PRIMOS DE AVENGERS? (POR LO DEL TESERACTO CÓSMICO)

Peazo afiche cuajado de maravilla y polvo
y androides gigantes, y...
MICHAEL BAY, tutelado por STEVEN SPIELBERG, construye un fastuoso juguete virtual/visual cuyas únicas pretensiones son obtener un taquillazo récord. Lo demás es un aditamento empalagoso, ñoño y estereotipado con regusto a plástico duro. El elenco lo demuestra, excluyendo la prodigiosa obra de ingeniería por computadora que los Transformers resultan ser en sí (muy alejados de los conocidos de la serie de animación de Década 80). Los actores, empezando por MEGAN FOX, similar a maniquí animado y cincelado con instrumental estético especializado, no son sino sombras de personas que remata la inefable interpretación de JOHN TORTURRO.

Su desquiciado agente de agencia ultrasecreta, de las que traían de cabeza a FOX MULDER, carga, es pesado, y circula por parámetros que previos actores, jugando a lo mismo, han impostado en la memoria del espectador para su hartazgo.

Todo va del pringao este que es un tocapelotas que recuerda
al de
REGRESO AL FUTURO, pero en más moderno, y sin
ninguna gracia, y su coche parlante
Pero Transformers, mero y potente espectáculo de ocio frenético, arroja sin embargo un par de oscuras lecturas que consiguen afear notablemente la imagen de Estados Unidos. No sé si sus autores lo han tenido presente, u ocurrido.

Desde el primer fotograma, casi, Bay se esfuerza por mostrar un potente músculo bélico norteamericano que funciona como un bien engrasado FUSA. Panoplia de aviones, blindados, portaaviones… y, sobre todo, excelentes soldados dignos de una historieta de SERGEANT FURY o SERGEANT ROCK. Estamos aquí, en el arenoso culo del mundo, luchando por la paz, la libertad y la tarta de manzanas, respaldados por un arsenal metálico que corta el hipo.

Sin pretender imponernos, pese a que este despliegue pueda desprender esa idea.

Tiene esta familia, que parece más irreal que sacada de unos
cromos de fútbol, y su césped, que no es parlante
Esa exhibición “matonesca”, a la que sin duda el Departamento de Defensa estadounidense ha colaborado entusiasmado (“mirad el tamaño de nuestros cojones, rojos”), pretende darle al mundo motivos para temer a EE.UU. Te pasas con nosotros, y te arrollamos. (Que luego hayan perdido la guerra contra un puñado de beduinos afganos, es harina de otro costal.)

Sin embargo, toda esa quincalla marcial queda absolutamente anulada por el poder de los androides cósmicos. Uno solo barre toda oposición fuertemente encastillada en una de sus bases. ¿Qué mensaje están lanzando Bay/Departamento de Defensa? ¿Que un Transformer tiene tal capacidad de combate que supera muy mucho cuanto poseen, por destructivo que sea, y debemos invertir en armas aún más poderosas? ¿O que, pese a todo, no tienen tanta fuerza como aparentan?

Y de estos dos; de, JON VOIGHT, que parece recubierto de
plástico fino a punto del infarto, y JOHN TORTURRO,
un incalificable secreta de los más secretos posibles
Finalizada la reseña. Porque he hecho un adecuado resumen de la película, afirmando que las actuaciones son de risible cartón piedra metrosexual, los Transformers están hechos de puta madre magistral (acaso un pelín barrocos), el guión parece improvisado, y hay un aspecto sombrío en todo esto que tampoco quita el sueño.

He tirado a la vertiente propagandística militarista por darle miga al tema. Acaso es el ángulo decente por el cual debemos enfocar Transformers. Norteamérica ha digerido fatal el 11-S 2001, y es evidente que ante el planeta, y su propia clientela, debe demostrar que no son un artificio de poder sin verdadera sustancia detrás del decorado, sino que hincha los bíceps y se le ponen del tamaño exagerado de HULK.

Salen camiones abusones, y la niña esa, que parece una
BARBIE MALIBÚ anoréxica con limitada inteligencia
Es como un sigul que ejecutan ante otro macho cuando pretenden conquistar a la hembra de la manada. Con esos limpios, laaaargos y elípticos planos, de hombres luchando en la abrasadora arena del desierto, protegiendo la vida de nativos que luego les minan el paso del convoy, Bay se ha puesto en la estela de LENNY RIEFENSTHAL, pero en colores USA. Tiene derecho, desde luego.

Mas convendría recordar que estamos ante una evasión a la que se le espera contenido, por mínimo-nimio que sea, en virtud a sus realizadores. Irrita comprobar que todo el drama se limita a un adolescente con más años que un nudo lloriqueando por tener su primer coche, y mostrar esa imagen acomodada y redonda del burgués norteamericano medio que puede derrochar cuanto le venga en gana. El resto del ancho mundo lo paga.

Y toda esta asombrosa ingeniería computarizada que hacen
increíbles a los TRANSFORMERS combatientes. Se las
apañan para acumular un huevo de chatarra y escombros
A cambio, nos amparan con la apabullante alharaca de su armamento…, que puede ser fácilmente aplastado por un reducido escuadrón de androides cósmicos andante-pensantes mecánico/metálicos.

Transformers no está diseñada ni para salvarte el día ni para ser la película de tu vida. Sus motivaciones, muy falsas, responden a impulsos nerviosos extremos que recuerdan el consejo de STAN LEE para dar aspecto vivaz a una plancha de cómic. Bay sabe buscar el encuadre. Pone la cámara allá donde el efecto será más notable. Realza el heroísmo al de las gestas auspiciadas por la Propaganda fascista. Y, además, vende la idea de que sus autores son demócratas. Pero no le pidan nada más. Un instante de profundidad, de introspección, de análisis. De sombras.

¡Preparados para despegar al aeropuerto de la secuela!
Todo es esa apariencia de plástico bruñido que muestran los semblantes de los actores, resplandor capaz de competir con el del metal pulido de los Transformers. Si les abres por dentro, les encontrarás huecos. Pero bien por Bay: logró el GRAN taquillazo.

Vuestro Scriptor.