miércoles, 13 de agosto de 2014

VAN HELSING — INGENIOSO ATRACÓN DE FENÓMENOS



Sugestivo afiche foráneo. Aquí va a caer
hasta el apuntador, ¡si exhibe colmillos!
STEPHEN SOMMERS construye un potente espectáculo visual apuntalándose en destacados monstruos de Universal que, durante Década 30, coparon la pantalla de plata. Objetivo de la productora: homenajear aquella época, el instinto que inspiró a una saga de realizadores a sacar de los vetustos volúmenes del gótico más rancio, arcaico y aburrido (como FRANKENSTEIN, de MARY SHELLEY) unas pocas pesadillas que cobraron carne mortal en BELA LUGOSI, o BORIS KARLOFF.

La actualidad, empero, obliga a un completo remozado del concepto y el género. El espectador del ahora no puede sentir pánico, o repulsión, o inquietud, ante una sombra que se desliza, generada por un actor cariacontecido dándoselas de “misterioso”, realzado su histrionismo por el B/N.

¡Hay que dar tralla!, y Sommers lo hizo alejándose, según parece, del concepto original planteado por el estudio. Para llenar las salas, pretendió efectuar una producción vagamente imbuida en espíritu de videojuego (pues el target que más consumiría la película sería adicto a tales entretenimientos virtuales), y vigorizó la imagen de estos fenómenos del pasado pagano del terror, arrancándoles la costra que los fosilizaba en estereotipos manidos, plúmbeos.

Todo acabará girando en torno a la posesión y control de la
criatura de FRANKENSTEIN, un ser pacífico que sólo
pretende llevarse bien con todo el mundo
También jugó con la ambigüedad estilo relato ALAN MOORE, o MICHAEL MOORCOCK: el malo no lo era tanto, o no por gusto. Y el bueno tenía un pasado que prefería ignorar, olvidar, desear que jamás hubiera sucedido.

Sommers surfeó entonces la estela “modernizadora” de DARKMAN y BLADE, por citar dos ejemplos. SAM RAIMI había tocado, con notable éxito, tres figuras dignas de los monstruos Universal, como EL HOMBRE INVISIBLE, EL FANTASMA DE LA ÓPERA y el escultor que encarnara VINCENT PRICE en LOS CRÍMENES DEL MUSEO DE CERA, recreando en una sola y activa figura semblanza nueva y sugerente.

DRÁCULA (uno muy distinto al habitual modelo) se toma
con sarcástica ironía esto de ser un maldito inmortal; hasta
le busca su encanto, para sobrellevarlo
Blade destruía la añeja mugre que acartona el mito del nósfero, ese arrogante aristócrata de la Rumanía más profunda y supersticiosa, servido por acólitos obtusos que se ventilaba un hábil tragasables armado con un vaso de agua bendita y una estaca de madera. Los nósferos de Blade, jóvenes y ambiciosos, vivían el día-a-día dándole otro sentido a las palabras “raíces profanas y sangrientas”.

Ayuda el turno de actualizar de Sommer un HUGH JACKMAN empotrado en la imagen de CLINT EASTWOOD, tanto en su faceta de pistolero SIN NOMBRE de western-spaguetti de SERGIO LEONE como de HARRY EL SUCIO. El Van Helsing del australiano no es el de ANTHONY HOPKINS en DRÁCULA. Encarna a un BLADE RUNNER decimonónico con vago sesgo steampunk a sueldo del Vaticano, que el director caracteriza como una fuerza integradora de cultos enfrentados a paganas abominaciones que desafían la voluntad divina con su sola existencia.

Nuestro héroe y su sidekick abriéndose paso entre las gentes
hurañas adonde les ha conducido su última misión religiosa
Apenas hay interés en profundizar en la psicología de los principales participantes del filme, aunque logran soslayarse las actuaciones planas, o arquetípicas. Todos guardan algo oscuro que macula sus almas. Pecados que purgar. Sommers se las apaña para que ese breve bosquejo baste para permitirnos ver que estos personajes tienen motivaciones recónditas que los espolean a proceder como lo hacen.

Destaca Drácula (RICHARD ROXBURGH), que aunque parece encasquillado en el rol del noble valaco, de ahí se mueve por fértiles parámetros de creatividad, generando una actuación distinta. Tiene susperpoderes. Humor. Ironiza con su situación.

Lugar bajo la férula de esta atractiva antianira, maestra de
armas como en cuantiosas ocasiones demuestra
El MONSTRUO DE Frankenstein (SHULER HENSLEY) también despide contrastes. Aparece como un ser atormentado, consciente de su dramática génesis, qué objetivo tiene en la vida. Maldición de la que pretende escapar, confiando desarrollarse como un sujeto culto y sensible, pese a su atroz apariencia. Pero se lo impiden.

KATE BECKINSALE (ANNA VALERIOUS) sí parece un estereotipo. Sale como tía buena en réplica a la seca virilidad de macho alfa de Van Helsing, profesional con larga y dolorosa experiencia que anubla sus días. Sommers detiene aquí el desarrollo de las identidades. (Por eso DAVID WENHAM —CARL— parece gilipollas.) Ahora… ¡es la hora de las tortas! O el personal deserta de la sala.

Las demás bellezas de esta tierra tienen dos caras; la oficial
no es tan amable, como con la que embruja a sus víctimas
Y se entrega al brioso espectáculo, sin olvidar demasiado a qué fin sirve la historia, que tiene incómodo regusto a secuela apócrifa de LA LIGA DE LOS EXTRAORDINARIOS CABALLEROS. Van Helsing muestra demasiados enlaces como para obviarlo. También,  evoca de forma tangencial a la saga de UNDERWORLD. (Se ve que era época de nósferos y licantros; modas de Hollywood.)

El intenso matraqueo circense induce reflexión: en algún momento, el cine de acción dejó de ser un compendio de acrobacias, más o menos creíbles, para transformarse en un despliegue de excesos e imposibles donde los protagonistas hacen el doble de lo que podía esperarse, y es poco. No basta una bala para matar: se requiere todo el cargador.

Los licantros juegan un papel primordial en esta aventura,
manifestando un viejísimo enfrentamiento entre razas; los
nósferos, como DRÁCULA, los emplean de sicarios. Y se
han hartado. ¡Es el siglo de los derechos laborales!
No vale hacer una arriesgada voltereta: hay que añadirle un triple mortal. Van Helsing refleja unos excesos que van llevando al cine del género a un peligroso callejón: ¿cómo superar lo insuperable, quedando bien?

Empero, la cinta es un ameno y cuidado deleite visual que plantea sin complejo el reto de romper cánones enmohecidos, atreviéndose a imaginar con libertad. Que sea así no significa que deba ser así… especialmente cuando lo habido es malo y da para más.

Vuestro Scriptor.