Sugestivo afiche foráneo. Aquí va a caer hasta el apuntador, ¡si exhibe colmillos! |
La actualidad, empero, obliga a un
completo remozado del concepto y el género. El espectador del ahora no puede
sentir pánico, o repulsión, o inquietud, ante una sombra que se desliza, generada
por un actor cariacontecido dándoselas de “misterioso”, realzado su histrionismo
por el B/N.
¡Hay que dar tralla!, y Sommers lo hizo
alejándose, según parece, del concepto original planteado por el estudio. Para
llenar las salas, pretendió efectuar una producción vagamente imbuida en
espíritu de videojuego (pues el target
que más consumiría la película sería adicto a tales entretenimientos
virtuales), y vigorizó la imagen de estos fenómenos del pasado pagano del
terror, arrancándoles la costra que los fosilizaba en estereotipos manidos,
plúmbeos.
Todo acabará girando en torno a la posesión y control de la criatura de FRANKENSTEIN, un ser pacífico que sólo pretende llevarse bien con todo el mundo |
Sommers surfeó entonces la estela
“modernizadora” de DARKMAN y BLADE, por citar dos ejemplos. SAM RAIMI
había tocado, con notable éxito, tres figuras dignas de los monstruos Universal, como EL HOMBRE INVISIBLE, EL
FANTASMA DE LA ÓPERA y el escultor que encarnara VINCENT PRICE en LOS CRÍMENES DEL MUSEO DE CERA,
recreando en una sola y activa figura semblanza nueva y sugerente.
DRÁCULA (uno muy distinto al habitual modelo) se toma con sarcástica ironía esto de ser un maldito inmortal; hasta le busca su encanto, para sobrellevarlo |
Ayuda el turno de actualizar de Sommer un
HUGH JACKMAN empotrado en la imagen de CLINT EASTWOOD, tanto en su faceta de
pistolero SIN NOMBRE de western-spaguetti
de SERGIO LEONE como de HARRY EL SUCIO. El Van Helsing del australiano no es el
de ANTHONY HOPKINS en DRÁCULA.
Encarna a un BLADE RUNNER
decimonónico con vago sesgo steampunk
a sueldo del Vaticano, que el director caracteriza como una fuerza integradora
de cultos enfrentados a paganas abominaciones que desafían la voluntad divina
con su sola existencia.
Nuestro héroe y su sidekick abriéndose paso entre las gentes hurañas adonde les ha conducido su última misión religiosa |
Destaca Drácula (RICHARD ROXBURGH), que
aunque parece encasquillado en el rol del noble valaco, de ahí se mueve por
fértiles parámetros de creatividad, generando una actuación distinta. Tiene
susperpoderes. Humor. Ironiza con su situación.
Lugar bajo la férula de esta atractiva antianira, maestra de armas como en cuantiosas ocasiones demuestra |
KATE BECKINSALE (ANNA VALERIOUS) sí
parece un estereotipo. Sale como tía buena en réplica a la seca virilidad de
macho alfa de Van Helsing, profesional con larga y dolorosa experiencia que
anubla sus días. Sommers detiene aquí el desarrollo de las identidades. (Por
eso DAVID WENHAM —CARL— parece gilipollas.) Ahora… ¡es la hora de las tortas! O
el personal deserta de la sala.
Las demás bellezas de esta tierra tienen dos caras; la oficial no es tan amable, como con la que embruja a sus víctimas |
El intenso matraqueo circense induce
reflexión: en algún momento, el cine de acción dejó de ser un compendio de
acrobacias, más o menos creíbles, para transformarse en un despliegue de
excesos e imposibles donde los protagonistas hacen el doble de lo que podía
esperarse, y es poco. No basta una bala para matar: se requiere todo el
cargador.
No vale hacer una arriesgada voltereta:
hay que añadirle un triple mortal. Van
Helsing refleja unos excesos que van llevando al cine del género a un
peligroso callejón: ¿cómo superar lo insuperable, quedando bien?
Empero, la cinta es un ameno y cuidado
deleite visual que plantea sin complejo el reto de romper cánones enmohecidos,
atreviéndose a imaginar con libertad. Que sea así no significa que deba ser
así… especialmente cuando lo habido es malo y da para más.
Vuestro Scriptor.
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