Ya su interesante presentación nos previene del contenido |
Conozco al autor, PABLO
GARCÍA NARANJO. Allá, en sus “titubeantes” comienzos, me solicitó valorara sus
primeros escritos. Ya denotaban su promesa. El habitual tópico del diamante en
bruto. El esfuerzo, los años, que una editorial, con su arsenal de recursos,
haya estado supervisando, ha permitido limar todas las aristas entonces
advertidas. Lo inhábil del principiante. La intensidad, la garra, la fuerza que
le hacían entonces sugerente: perduran.
En Coburn, relato de un envejecido sicario que intuye su fin y al que
piensa entregarse sin lucha, porque, en el fondo de sus sesos, el resquemor de
que ha desperdiciado su vida se torna cada vez más insistente, y parece que
encontrar una muerte envuelta en un blaze
of glory justificaría una vida vana dedicada empero a matar, las constantes
de aquella temprana producción han alcanzado sólida madurez. Es el sigul que
caracteriza su consistente prosa, llena de numerosos aciertos estilísticos e
imágenes que barrenan sobre un mundo sórdido, despiadado, implacable, que está
justo a nuestra espalda, o allá donde hemos elegido ignorarlo.
Narra de principios de Década
70, elección óptima porque nuestro moderna realidad HITECH permitiría un
seguimiento rápido vía celular/internet como la que porquerías pretenciosas
como CSI:LO-QUE-SEA nos han
acostumbrado. Aún hay relentes de oscuridad de Década 50 prendidos por doquier.
Los personajes parecen sostenerse en alcanfor de “aquellos entonces” según atisban
un futuro donde la supervivencia se hará cada vez más difícil. Acaso alcanzando
la redención encuentren forma de encajar en él.
Es muy similar a lo que este clásico del subgénero de vigilantes ofrece |
Las eternas constantes de la
violencia, la corrupción, los sujetos de moral mínima-nimia (si alcanzan a tanto),
impregnan estas páginas que encontraron formato muy adecuado para exponerse. Un
punto para la (desgraciadamente) desaparecida editorial, que supo encuadrar los
párrafos de Pablo en una novela cómoda, sólida, que entra por los ojos
reclamando tu atención.
Conviene apreciar que Pablo
se arriesga con la temática. No es noir,
aunque lo aparenta. Es más hardboiled
que una investigación poblada por pintorescos personajes en la jungla de
cemento de Los Ángeles. Ha redactado una novela, con características pulp que en nada deshonra, de
vigilantes.
Los vigilantes son tema
incómodo hoy día. O lo percibo. Lo último que recuerdo fue la de PUNISHER WAR ZONE. El oropel supersónico
de los superhéroes está reemplazándoles (en verdad, sí, ajá, son visión más
cromática del vigilante). Porque la Humanidad necesita ese reposo del día-a-día
caótico lleno de miedo que ha supuesto la crisis económica global y su
persistente inestabilidad. Los enmascarados dan ese asueto.
Que en el cine ha tenido esta más que digna representación |
Un vigilante es un sujeto
más/menos desequilibrado que nos retrae a los momentos más avinagrados de la
actualidad. Al vecino yonqui. Al que vende drogas. Al despreciable sádico de
las noticias. El terrorismo internacional islámico (dejémonos de zarandajas: lo
es. Los católicos no estrellan aviones en los rascacielos) es una amenaza que
exige un esfuerzo común (léase: THE
AVENGERS, más/menos compuestos por una coalición de elite internacional) y
que Propaganda sin cesar pregona. Posee vistosidad la gesta. ¡Alabanza! al
empeño grupal. Se ve mal al tirador solitario neurótico (en esta categoría
entras tú, BATMAN) porque… los terros actuales son… tiradores solitarios
neurotizados por la asimilación enferma de un credo que permite la
malinterpretación.
Pero aquí está nuestro
hombre, escribiendo sobre un sujeto de tal traza, siendo además publicado. Y
nos deleita con una fuerte composición de crímenes, vileza y bajeza humana que
no dejará indiferente. Garantizado.