Portada de un divertido libro que solazará a muchos. Pero nunca a los de la literatura gótica. ¡Les pediría una cultura de la que carecen! |
Desde 1961, FRITZ
LEIBER proyecta una elegante sátira sobre el presente mundo editorial y la rápida
decadencia del criterio cultural del lector. Con estructura de obra teatral (lo
sugiere que una de las partiquinos se llame ELOÍSA IBSEN), el mordaz autor despliega
una audaz historia que, sospecho, tiene algún tinte autobiográfico.
[También
conviene destacar que hoy jamás publicarían Los cerebros plateados. Tanto por su elaborada prosa (que, a un
lector medio, sólo le produce solaz), como por pedir al lector expresos
conocimientos para apreciar, en su total envergadura, la grandeza de la
narración (por sus alusiones al entonces
de concepción/aparición del relato).]
Resalta un secundario fantástico, el robot autónomo
ZANE GORT, que según avanzas en la lectura se hace más grande. Acaba siendo el
amo, el tío. El supuesto protagonista, GASPARD DE LA NUIT (un alias comercial),
es un hombre sencillo, fondón, mínima-nimiamente ambicioso, al que involucran
en un torbellino ácrata de majaderías populistas que amenazan no obstante con destruir
su profesión: la redacción de novelas.
Paremos aquí. Porque en el futuro que describe
la novela, sobre 2200AD, los escritores ya no escriben. Son meros mecánicos que
lustran unas aparatosas ‘máquinas redactoras’ que, alimentadas con vocabulario,
gramática y distintas líneas argumentales que van mutándose para proporcionar
un relente de novedad al vasto delta de lectores (que supera los confines
selenitas), proporcionan una producción de ficciones mecánicamente escritas que
permiten al lector incluso poder conciliar el sueño.
Un relativamente joven FRIZT LEIBER, quien, como escritor, fue lo bastante fecundo como interesado en distintos temas |
Este detalle es interesante. Porque los
cerebros a los que alude el título, ‘procedentes’ de nuestro ahora, descubren que la creación literaria que abundante y
fluente nutre a tantos lectores está vacía de contenido. Su mérito reposa en
que no causa inquietud al lector, que detesta la complejidad argumental en la
moderna manufacturación literaria. Mas Zane Gort, también escritor, produce
vívida ficción pulp para otros robots
y, descubren los cerebros, es más intensa y elaborada que la generada, en apariencia,
por los humanos.
Los escritores biológicos se limitan a
posar en barrocas portadas holográficas que desprenden sensaciones olfativas y
táctiles, ataviados a como se supone lo hace un escritor (o según el género que
toca): exagerado-extravagante. Actúan, en realidad. Son estériles por entero, y
ante el reto que ellos mismo originan, de escribir sin mecaayuda, se revelan impotentes
del todo/completamente.
[Leiber
era actor. Y, al prestar a estos
escritores una facha determinada, evoca la época en que a los actores se les estimaba
ataviados de una manera característica (algo así como pintan a una megaestrella
del rock) para destacarse del común del populux.]
El libro también es muy crítico con las elites culturales. Con elegancia, eso sí. Y no sé cuánto de 'cordial' con SAN ISAAC ASIMOV (por boca de ZANE GORT) |
Empero lo que me ha llamado la atención del
delicioso libro condenado al ostracismo, u olvido, debido al requisito de pedirnos
una cierta cultura, es que preconizaba la actualidad. Las editoriales ya no
(d)estilan libros llenos de un suficiente nivel. Al escritor, o las
mediocridades que así se definen, le piden compile, apile, amase, suelde, ensamble,
determinados párrafos para confeccionar un bestseller
resultón que sacuda, por un breve espacio de tiempo, el interés de lectores
cada vez más adormecidos (por no decir idiotizados, por respeto a quienes
tienen nivel cultural), más imposibilitados para decir: Pero ¿qué mierda es
esta? Importa nada más que el libro, vendido como una excelencia de la
narración, sin serlo en absoluto, tenga un grosor considerable y cause moda,
que no sensación. ¿Os suena? Zombis, nósferos, sadomaso grey gris…
Leiber alertaba sobre el presente,
desollando tanto la ciega voracidad de los editores como su estulticia,
decididos a ahogar a los auténticos escritores con “inmemoriales” fárragos escritos
por juntaletras que dan el pego, capaces de alegrar
a una enorme masa popular que luego, sin embargo, critica al pulp por su condición de literatura popular.