viernes, 15 de noviembre de 2019

LA HUIDA (FILME) — CRIMEN SÍ PAGA


Afiche. La ley se impone a escopetazos del
12. Sobre todo, si escapas al ritmo de los
fotogramas de SAM PECKINPAH
WALTER HILL y SAM PECKINPAH vieron en esta novela de JIM THOMPSON elementos dignos de resaltar y que el escritor, por lo que fuese, desechó o se le escaparon. Tenía una idea in mente, que transcribió. Los autores primero mencionados, sin embargo, inyectaron brío, más nervio, a la huida de DOC y CAROL MCCOY por los parajes tejanos, pintorescos por sus sheriffs de blancos sombreros y botas de cowboy.

La cinta es puro made in Peckinpah, una forma de relatar hechos que le distinguían de cineastas contemporáneos, o pasados. Su impronta se ha hecho notar, tónica, en el cine de Hong-Kong, como JOHN WOO testimonia. Empero, mientras que para el asiático la violencia es un exceso absurdo de acrobacias y sadismo, para el norteamericano era algo estético, artístico, bello.

Rueda un tema con el que se identificaba: el perdedor que logra triunfar. McCoy está entre rejas. Urde un plan para abandonarlas, lucrándose de paso. Y procurar salir tan indemne y rico del trance como sea posible. La película despide corrupción por doquier; a la novela, más interesada en imprimir en el lector una moraleja moralista (el crimen NO paga), cuesta vérsela. En sus párrafos, es casi tangible la esencia del Deux Ex Machina a fin de que la trama avance. En la versión filmada, todo cuesta trabajo.

Los sujetos corruptos abundan en esta historia; mucho
mejor descritos, con motivaciones más simples y directas,
que en la novela

Se maquina el robo; sale mal; las traiciones se intuyen sin esfuerzo; los malos (RUDY) son retorcidos y crueles, dejándolo bien claro casi desde el primer fotograma que ocupan. Mas Doc McCoy despide una aureola de buen samaritano criminal que la siempre competente interpretación de STEVE MCQUEEN envuelve en mayor glamour. Te cae bien el tío. Quieres que escape, salga muy bien librado.

Y los momentos en que se lo complican, abundan. El arrojo, la violencia, la fortuna, le permiten superar trabas. Carol procura seguirle, mostrando un temple que en el libro, aunque nos afirman está, también en ocasiones cuesta vérsele.

RUDY es un sádico que tiene la suerte de dar con gente
dispuesta a colaborar con él, ora por vicio, ora por miedo.
Este también mejora, con respecto al del libro
Tenemos la enorme fortuna de que guionista y director nos ahorren los capítulos en que los McCoy pasan penurias según van al santuario de criminales, y que Thompson, tengo claro, desarrolló para impostar su mensaje de que la delincuencia es sucia, arrastra secuelas hasta letales. Aquí no hay un semimítico refugio al que ir, sino el empeño por cruzar a Méjico para reiniciar su vida como mejor pudieran.

Cruzándose con sujetos más propios del TBO que de la novela negra. Matones un tanto “aviñetados” que obligan a Doc a lucirse con su escopeta de corredera del 12 en el hotel, el duelo culminante de la película. Hasta allí Rudy se arrastra con su rehén, la furcia que acaba pagándolo caro (y confirmación de que hay mujeres que gustan de los hombres violentos, lo cual comporta hematomas), siguiendo algunos lógicos pasos que se intuyen en la novela. Es otro paradigma de Divina Providencia en Acción. Simplemente aparecen en la puerta del bungalow que ocupa la pareja, donde McCoy lo mata de modo estúpido.

¡Misión conseguida! La huida se corona con la ayuda
inesperada de alguien que quiere una tajada, modesta, y
que simpatiza con los perseguidos
Doc sostiene un enfrentamiento con el maleante, aunque un tipo tan malo merecía morir de modo más doloroso, o destacado. Lo importante, en todo caso, es destacar qué cambio sufrió la mentalidad moral norteamericana, conmocionada por el magnicidio de JFK, el acoso al KKK, Vietnam, proceso ocurrido en un plazo de tiempo relativamente corto. Llegó un cínico desencanto generacional dDocescrito en su cine. Mientras la novela procura aleccionar, la película glorifica al villano. Le brinda aureola de héroe, y a la autoridad, la del dragón que obstaculiza su meta. Al revés del libro.

Peculiar la metamorfosis, y más en una Sociedad que parecía inmutable en unos principios tenidos por sagrados.