Afiche de entonces. Nuestros protagonistas unidos/divididos por la torre de la iglesia, que tiene cierto protagonismo en estas campestres vivencias... con reflejo actual |
Vencido el miedo a posibles represalias
comunistas (en serio) por el primer Don
Camilo – Un mundo pequeño adaptado al cine (tuvieron que buscar un regidor
galo para filmarlo, pues los italianos temían… represalias), JULIEN DUVIVIER
lleva a las pantallas de plata otra tanda de cuentos
del célebre párroco de La Baja y su también popular alcalde, PEPPONE, metraje
en B/N que realza el dramatismo de las secuencias trágicas, haciendo un tanto
etérea esa época que podría antojársenos remota, superada en muchos aspectos,
mas, ¡vaya por Dios!, está tocándonos revivir.
Si bien los cuentos oscilan siempre entre
el humor, la comprensión, la humanidad y la Propaganda (que desenmascara la
desfachatez cínica hipócrita de la Izquierda,
que embauca al populux apoderándose de sus preocupaciones, que no pretende
solucionar, sino ahondar, para crear una malsana dependencia de las “clases trabajadoras”
a “ellos”, “redentores” del proletariado zombificado a base de consignas y
severa disciplina de Partido), adquiriendo un tono genérico-general literario
que procura no excederse (porque, los del otro bando, tampoco son ejemplares) y
se granjea el cariño respetuoso del lector, las películas mimetizan ese tono de
general-genérico para no convertir la cinta en un pasquín sectario, perjudicial
para la taquilla.
Una visita al viejo feudo reaviva una amistad que, a veces, avanza a trancas y barrancas. Empero ambos, amigos del buen yantar, siempre encuentran un espacio de entendimiento |
De todos modos, inevitable la alusión al
tema político, dejando al espectador que medite, si quiere, sobre lo visto o narrado.
Por desgracia, el público de Izquierdas verá en estos mensajes una agresión
totalitaria fascista intolerante de la plutocracia atlantista clerical
monárquica reaccionaria, aunque la evidencia sea tan imparcial como palmaria.
La
vuelta de Don Camilo no
respeta exactamente el contenido del segundo
tomo; mezcla episodios del primero y el segundo en torno al esqueleto de una
tragedia real ocurrida a orillas del Po por entonces: la tremenda inundación
que aparece retratada en la cinta.
El primer Don Camilo terminaba con el exilio del vehemente párroco a un
remoto pueblo montañés. Las cosas políticamente se habían caldeado de súbito y
sin motivo justificado (causa similar forzó en el recopilatorio de cuentos su
expulsión de su Pequeño Mundo —para él, paradisíaco—) acabando las cosas como
solían terminar en el pueblo: a palos. La autoridad eclesiástica le sentencia y
parte a su nuevo destino.
DON CAMILO de nuevo salva a PEPPONE de un apuro. Es la victoria que pone colofón a su agradecido regreso a su amada parroquia, donde nada iba como debía sin él |
Ahí arranca la segunda entrega; mantiene el
espíritu ‘didáctico’ de la predecesora, procurando no alienar al público y ser
respetuoso con las opiniones ajenas. Los hechos declararán ante al espectador y
que, de nuevo, éste elija. Ellos se limitan a actuar, a poner carne y hueso a
sucesos más/menos disparatados de una gente apasionada que mezcla todo lo que
pueda combinarse en un conflicto en el que se reflexiona, como suele suceder, a posteriori (haya, o no, desventura). Preguntándose
si había, o no, para tanto.
Don Camilo retorna, más agradecido que triunfal, a su pueblo bajo
el aguacero casi constante que derivará en la citada inundación de las Tierras
Bajas. Allí, sin embargo, no llega para atalayarse calmo en su campanario,
controlando las pasiones de su parroquia desde una proverbial imparcialidad. Se
mete en todo fregado que le alcance, ora aliándose a Peppone (si ve que su
causa lo merece), ora enfrentándosele si percibe que es un desmán, más si está mandado
por la calenturienta ideología (u órdenes externas recibidas) que ideado por el
magín de su viejo amigo/adversario, tan entrañable como el cura, pero no por
ser párroco o comunista, sino por ser, ambos, hombres honestos y responsables.
En plena emergencia, Don Camilo supone el soporte anímico mientras Peppone es el físico |
Encuentran un espacio de entendimiento que
una vez aquí disfrutamos, empero que las “Nuevas
Generaciones” (agresivas, hostiles, sectarias) políticas destruyen y desprecian
hoy día. Va quedando, pues, lo sencillo, aun ingenuo, de estos dos personajes,
de quienes algo valioso aún podríamos aprender. Respeto, ante todo.