viernes, 29 de noviembre de 2019

LA VUELTA DE DON CAMILO — EN IMÁGENES

Afiche de entonces. Nuestros protagonistas
unidos/divididos por la torre de la iglesia, que
tiene cierto protagonismo en estas campestres
vivencias... con reflejo actual

Vencido el miedo a posibles represalias comunistas (en serio) por el primer Don Camilo – Un mundo pequeño adaptado al cine (tuvieron que buscar un regidor galo para filmarlo, pues los italianos temían… represalias), JULIEN DUVIVIER lleva a las pantallas de plata otra tanda de cuentos del célebre párroco de La Baja y su también popular alcalde, PEPPONE, metraje en B/N que realza el dramatismo de las secuencias trágicas, haciendo un tanto etérea esa época que podría antojársenos remota, superada en muchos aspectos, mas, ¡vaya por Dios!, está tocándonos revivir.

Si bien los cuentos oscilan siempre entre el humor, la comprensión, la humanidad y la Propaganda (que desenmascara la desfachatez cínica hipócrita de la Izquierda, que embauca al populux apoderándose de sus preocupaciones, que no pretende solucionar, sino ahondar, para crear una malsana dependencia de las “clases trabajadoras” a “ellos”, “redentores” del proletariado zombificado a base de consignas y severa disciplina de Partido), adquiriendo un tono genérico-general literario que procura no excederse (porque, los del otro bando, tampoco son ejemplares) y se granjea el cariño respetuoso del lector, las películas mimetizan ese tono de general-genérico para no convertir la cinta en un pasquín sectario, perjudicial para la taquilla.

Una visita al viejo feudo reaviva una amistad que, a veces,
avanza a trancas y barrancas. Empero ambos, amigos del
buen yantar, siempre encuentran un espacio de entendimiento
De todos modos, inevitable la alusión al tema político, dejando al espectador que medite, si quiere, sobre lo visto o narrado. Por desgracia, el público de Izquierdas verá en estos mensajes una agresión totalitaria fascista intolerante de la plutocracia atlantista clerical monárquica reaccionaria, aunque la evidencia sea tan imparcial como palmaria.

La vuelta de Don Camilo no respeta exactamente el contenido del segundo tomo; mezcla episodios del primero y el segundo en torno al esqueleto de una tragedia real ocurrida a orillas del Po por entonces: la tremenda inundación que aparece retratada en la cinta.

El primer Don Camilo terminaba con el exilio del vehemente párroco a un remoto pueblo montañés. Las cosas políticamente se habían caldeado de súbito y sin motivo justificado (causa similar forzó en el recopilatorio de cuentos su expulsión de su Pequeño Mundo —para él, paradisíaco—) acabando las cosas como solían terminar en el pueblo: a palos. La autoridad eclesiástica le sentencia y parte a su nuevo destino.

DON CAMILO de nuevo salva a PEPPONE de un apuro. Es
la victoria que pone colofón a su agradecido regreso a su
amada parroquia, donde nada iba como debía sin él
Ahí arranca la segunda entrega; mantiene el espíritu ‘didáctico’ de la predecesora, procurando no alienar al público y ser respetuoso con las opiniones ajenas. Los hechos declararán ante al espectador y que, de nuevo, éste elija. Ellos se limitan a actuar, a poner carne y hueso a sucesos más/menos disparatados de una gente apasionada que mezcla todo lo que pueda combinarse en un conflicto en el que se reflexiona, como suele suceder, a posteriori (haya, o no, desventura). Preguntándose si había, o no, para tanto.

Don Camilo retorna, más agradecido que triunfal, a su pueblo bajo el aguacero casi constante que derivará en la citada inundación de las Tierras Bajas. Allí, sin embargo, no llega para atalayarse calmo en su campanario, controlando las pasiones de su parroquia desde una proverbial imparcialidad. Se mete en todo fregado que le alcance, ora aliándose a Peppone (si ve que su causa lo merece), ora enfrentándosele si percibe que es un desmán, más si está mandado por la calenturienta ideología (u órdenes externas recibidas) que ideado por el magín de su viejo amigo/adversario, tan entrañable como el cura, pero no por ser párroco o comunista, sino por ser, ambos, hombres honestos y responsables.

En plena emergencia, Don Camilo supone el soporte anímico
mientras Peppone es el físico
Encuentran un espacio de entendimiento que una vez aquí disfrutamos, empero que las “Nuevas Generaciones” (agresivas, hostiles, sectarias) políticas destruyen y desprecian hoy día. Va quedando, pues, lo sencillo, aun ingenuo, de estos dos personajes, de quienes algo valioso aún podríamos aprender. Respeto, ante todo.