«Stràziami
se sacó del bolsillo una tarjeta que depositó encima del yunque y Peppone paró
de martillear.
—Devuelvo
el carnet —dijo Stràziami—. Esto ya no es un carnet de partido, sino una
cartilla de vigilado especial.
—Dices
mal, Stràziami.
—Digo
bien. Mi libertad me la he ganado arriesgando el pellejo. No estoy dispuesto a
renunciar a ella.»
Aunque no forma parte del grupo de cuentos
que siguiera al primer Don Camilo (de
gran repercusión), este fragmento, revelador por otra parte de una forma
tiránica de pensar, sigue a un relato presente en este segundo volumen.
GIOVANNI GUARESCHI comprendía a la
Humanidad de tal modo que muy pocos autores, y me arriesgo a añadir,
psicólogos, pueden. Mientras que otras firmas, del gusto de clasistas,
necesitarían dos mil palabras para concretar un estado de ánimo, o describir al
personaje, Guareschi empleaba cincuenta, si llegaba, acertando de manera
precisa y ampliamente descriptiva. Acaso en eso (aparte del vaivén de sus
tiempos, que tenemos la miseria de revivir) radique su éxito. En saber cómo era
la gente, qué la motivaba.
Don
Camilo nace durante una
convulsa postguerra. El ODIO y la revancha perduran (lo harán años) en el aire
y respiran, con frecuencia “aroma de garrotazos”. Tanto el cura como PEPPONE,
el camarada alcalde, suelen sumarse a las somantas de palos. Es un clima
asombroso de violencia y, al mismo tiempo, de comprensión y solidaridad, que
hace exclamar al CRISTO clavado en la cruz con quien Don Camilo departe (y de quien
recibe Sus admoniciones y regañinas), esta gente está loca. Algo de eso hay. Como
exagerado apasionamiento exacerbado.
Guareschi, anticomunista confeso, tampoco confiaba
en la Derecha. En los agrarios y capitalistas con quien Don Camilo se enfrentaba
a veces. Junto con Peppone, adversario-aliado, compartía el desprecio por la
explotación a la que los terratenientes querían someter a los obreros (que, por
tanto, protestaban con razón), aunque sabe recelar de las soflamas de la
Izquierda, pues sabe que, para esa gente, antes es la revolución que la
libertad. La Izquierda, despertad de una vez, lectores, NO ofrece la libertad.
Sólo una “vigilancia especial” que tolera al ciudadano alguna prebenda previa
al envío al GULAG.
Un aún saludable GIOVANNI GUARESCHI,, cuya ágil puma literaria nos hace mucha falta hoy día. Sus émulos son pálidos fantoches que causan decepción |
Con su opinión política, los cuentos contienen
asimismo un marcado aire de humanidad, tragedia y humor. Reconstruyen Italia,
pasan hambre, piden sacrificios demasiado onerosos, más bien que mal,
día-a-día, van tirando, esperando llegue la pax y la prosperidad. Y luchan,
entre tanto, aspirando a la reconciliación.
Guareschi podría ODIAR a los comunistas,
empero por Peppone “y la banda” sentía un particular cariño que le hacía bruñir
su lado más humano y fraterno, alejado de las inflexibles consignas de un
Partido dictatorial que, con hábil astucia, se hacía abanderado de las
necesidades del populux para medrar y luego, imponerse totalitario.
Era cuanto Guareschi pretendía resaltar en
esos enfrentamientos rurales: el cinismo hipócrita
de la Izquierda. Roba todo cuando nos pertenece (arte, opinión, libertad), lo
monopoliza y, a continuación, ataca. Pensaba que esos terribles días habían
pasado. Porque la Historia da lecciones. Erraba.
Vivimos una dramática
situación política (conste para el porvenir) en que la Izquierda más radical,
cancerígena
y ensangrentada
quiere el Poder, a cualquier coste, moral o ético. Emplea sus lemas habituales
y zombificantes
consignas sobre una población tan acomplejada que es incapaz de enfrentárseles.
Dura ilustración que querría no incluir en este comentario; pero hace directa alusión a cómo la Izquierda entiende la opinión "del otro" |
Mediante “revolucionarias”
lindezas, que desnudan su salvaje sentimiento destructor de ODIO, radicalizan a
una adoctrinada juventud que prefiere la revolución a la libertad. Al disidente
niegan palabra y argumentación, signándolo de enemigo y deshumanizándolo,
previo paso al exterminio. Eso, según alardea de “respeto y tolerancia”… que desprecia.
No soy más que uno cuya opinión es ahora peligrosa
por mor del clima de represión e intolerancia actuales, impuestas por quienes
más luego las critican… si vienen del “bando opuesto”. Y destaco mi
insignificancia pues desearía que estas palabras tuviesen tal alcance que
hicieran reflexionar a muchos (sólo eso: meditar) para que vieran EL EMBUSTE, disponiéndose,
si quieren, a rechazarlo.
Es por la salud de nuestro futuro. ¿Queréis
legar una dictadura de Izquierdas a vuestros hijos? Permitidles, entonces,
gobernar hoy.