Quizás la película PEQUEÑO GRAN HOMBRE complementara la reseña de DARE; a modo, guardan similitudes. Empero, la
novela de PHILIP JOSÉ FARMER trata otro tema (el colonialista hombre bianco triunfa sobre las razas bárbaras
de allá donde lleva la religión, cultura, política, industria y economía bianca) que merece igual atención. Aun
así, ambas cintas guardan concordancias entre sí a su vez.
Recuerda: en Dare, un puñado de terranos abducidos y llevados al planeta en
torno a Tau Ceti intenta recomponer nuestra Sociedad, desde sus idiosincrasias nativas,
en un entorno semisalvaje al cual quiere domar a desdén de los nativos, quienes
en su momento fueron víctimas de la erótica del poder de la HITECH. Arrasaron
su mundo. Ahora optan por sistemas políticos ecolorreligiosos-matriarcalnudistas,
buscando la Gran Armonía con la Madre Tierra que desarrolla los espíritus, más
que el intelecto. O las máquinas.
La
conquista del Oeste va de
eso: varios colonos, abducidos por la erótica de las lejanas tierras llenas de
ignotas aunque abundantes riquezas minerales o metálicas, sin escrúpulos avanzan
Avanzan AVANZAN por las graves planicies norteamericanas, despojando a los
nativos de sus tierras y recursos. Les embroman con tratados que rompen sistemáticamente.
Montan un genocidio encubierto de Destino Manifiesto y describen al pielrroja
con todo apelativo despectivo. Los masacran tanto de hambre como a tiros, encerrándoles
en reservas que son miserables guettos, o gulags, donde los degradan prohibiéndoles
la transmisión de su cultura, “blanqueándolos” cuanto pueden, siempre atisbados
desde la excluyente superioridad protestante-puritana-creacionista.
Cuanto cuenta Farmer en Dare. Los nativos son nudistas; los
terranos quieren vestirlos. Tienen ricas tierras. Los colonos planean
arrebatárselas mediante genocidio. Desprecian la propiedad ancestral del
aborigen. Es destino manifiesto bianco
quitárselo todo porque… es destino manifiesto protestante-puritano-creacionista.
La
conquista del Oeste es una
ILÍADA norteamericana de hombres biancos y sus familias que busca
insuflar al espectador patrio una grandeza orgullosa por sus logros sin reparar
en los medios, o cómo se obtuvieron. Un garabato sobre la Guerra Civil, algo
contra los mejicanos, siempre bajo el estandarte de la laboriosidad calvinista carente
de reparos morales al destruir indios a mansalva. ¡Estamos de cruzada! ¿Van a
pararnos salvajes en cueros? La electricidad protege los flancos, cuando falta el
Séptimo de Caballería.
Un poderoso aliado ayuda a la Gesta del Destino Manifiesto. Tecnología. A grandes retos, las grandes soluciones de un gran país con sus negras sombras también |
Los estadounidenses no ven esto inmoral. Un
vistazo a su cine, de esta época, muestra cómo humillan al indio de forma
vergonzosa. Cualquier colono bianco
vale por mil indios. Quitarles las Black
Hills cuajadas de oro: destino manifiesto. Emprender un progrom por lo del
Séptimo de Caballería: justificadísimo. La bandera barrada cuajada de estrellas
contempla vuestro arrojo y presume de él.
Mas la culpabilidad debe corroerles porque
no dudan en considerar la conquista de Iberoamérica por los Reinos de España o
Portugal atrocidad innombrable. Casi suerte de Holocausto nazi. Así echan
balones fuera. Despistan al crítico. Para eludir sus culpas, emplean y repiten un
“argumento” racista (criminalizar a
los españoles, tintándonos de genocidas codiciosos). Les sale más barato y,
encima, enaltece patrióticamente.
España, ante esta vileza, ¿cómo reacciona?
Callando. Agacha la otrora orgullosa cerviz. Acepta los crímenes que les imputan
los anglos y quizás ni existieron. Sumisa, tolera la hispanofobia (otra forma de racismo) y a quienes la alientan, allá y aquí adentro. Es harto progresista
renegar de un pasado cultural y actos propios de su contexto histórico. Italia
no se avergüenza del Imperio Romano. Aun saca pecho. ¿Y nosotros? ¡Costeamos
charlas a los que nos vejan, para quedar bien ante los hispanófobos de ultramar,
o donde sea!
En cambio, La conquista del
Oeste embellece un genocidio encubierto, desarrollado de tal modo que
parece un acto grato a Dios y que aún complace a Norteamérica.