«A Muñoz Seca no lo mató la barbarie, lo mató la envidia. La envidia sabe encontrar sus cómplices». (JACINTO BENAVENTE.)
La barbarie, en
este caso, son los Republicanos. Pues el autor de esta simpática y, en
apariencia, inofensiva comedia teatral, el prolífico andaluz PEDRO MUÑOZ SECA
fue fusilado por los Republicanos, los que no rompieron un plato, cuando rompieron
Cartuja entera, aunque ahora va excusando sus genocidios la progre/revanchista revisión
de la Historia, propulsada, a base de flagrantes mentiras y alteraciones, por
este actual e infame “Gobierno”.
La
venganza de Don Mendo,
hasta 2004, o así, era de esas comedias que echaban por la TV con cierta frecuencia;
estilo el TENORIO por los Difuntos.
De golpe, no obstante, desapareció de la pantalla catódica. Y no tanto por tratarse
de un material añejo o que los CSI:DONDE
SEA y teleseries cutre/ampulosas ajenas colmen la parrilla. Fue, es, por
política. Fascista revanchismo izquierdoso. El que quita placas o premios a
GREGORIO MARAÑÓN, o JUAN DE LA CIERVA, o RAMÓN Y CAJAL, so absurdos pretextos “memoideológicos”.
(Las rojorrevisionistas sandeces paranoicas contra el franquismo.)
Por tanto, para los lectores más in albis de la trama, relataré que esta
comedia pareada, que devendrá en tragedia (aunque en clave humorística) se
sitúa durante la Reconquista; muerto EL CID, un bravío caballero, DON PERO, DUQUE DE TORO (motivo de
guasa, éste taurino, por mor de las infidelidades de su esposa), pretende sustituirle
en alardes bélicos. Mientras, a Don Mendo, un apenas ambicioso Marqués con
pinta de simplón, lo engaña su encumbrada novia, MAGDALENA, casquivana envuelta
en aparente virginal honestidad, que así disimula sus enormes ambiciones
cortesanas. Tras acusar a Mendo de robo, éste, que dio su palabra de honor de
defender la intachable dignidad de la dama, sufre el terrible destino al que le
condenan, aun aumentado por Magdalena, mas con ayuda de un leal amigo, escapa.
Adquiere la piel de un trovador errante que, de campaña en campaña, relata su historia en verso. Dándose la circunstancia de que, durante una de esas campañas, se reúnen los integrantes de su desgracia y Mendo ejecuta su venganza mediante la poética trova, en la cual los protagonistas quedan claramente desnudados. Hecho esto: desgracia final.
La
venganza de Don Mendo es
parábola sobre la ambición desmedida (la de Magdalena, que copula con cualquiera
al que considera capaz de darla poder, pese a su apariencia de incuestionable pudor),
el enardecimiento guerrero extremo (el del cornudo Don Pero, o DON NUÑO) o el
honor llevado a la última consecuencia. El
Honor Es Mi Divisa, es lema tanto de la Guardia Civil como las SS, lo cual
da a entender que quien empeña su palabra de honor, jamás la romperá, por
catastrófica que sea la secuela. (Cosa que muchos desalmados aprovechan para obtener enorme beneficio.)
¿Hasta qué extremo debemos mantener la
palabra dada? Sugiere un baremo de nuestra calidad individual. Qué confianza
inspiramos. Pocos ejemplos de elogiable honorabilidad podemos encontrar. Nos mienten, engañan y chulean quienes prometen o
juran en base a que su honor respaldará las leyes. Nunca traspasarán límites. Death before dishonor. No obstante, la procelosa política presente
está dando infamantes ejemplos de que lo jurado, por “su honor” (como si lo
tuvieran), como no traspasar según qué fronteras, sin sonrojo alguno se
rebasan. Todo por, como Magdalena, colmar una hedonista ambición bastarda desmedida y aferrarse a una presidencia por completo
inmerecida.
Puede que el caso de Don Mendo, morir antes que quebrantar su palabra, sea excesivo. Demasiado. Pienso debe haber un límite intermedio en que justifiques romper tu palabra atendiendo a que los elementos que obligaron a darla son fraudulentos, o equívocos. O a un cornudo. Perjudiciales. Bueno: hasta aquí, recordatorio de una obra clásica de teatro nacional que, por ser de un fusilado monárquico católico, hoy está extinta. Cosas del opresor pensamiento comunista actual. (¿Y usted les votó?)