La secuela de DIRTY Harry contiene más aristas que las presentes en la precuela.
Al guión destaco a JOHN MILIUS (llamado también “el facha de Hollywood”), quien sin duda aporta esas proyecciones
donde intentan explorarse los límites morales y legales del vigilantismo, en el
caso de esta película perpetrado por la policía.
Comparada con Harry
el Ejecutor, su
secuela, manifiesta más altura, está más cuidada, esboza cantidad de
inteligencia en su argumento que el
Ejecutor no tiene, filme que parece costoso telefilm más que película de
cine. Sólo hace destaque su “comentario feminista”. Porque el resto es la
confirmación de los “atributos masculinos” (mejor, clichés) que definen a Harry
CALLAHAN.
A cierta ‘exquisita’ crítica (que mucho
habla, mas nunca hace nada por sí) la escoció que Harry EL SUCIO se tomase
la justicia por su mano, acabando de una vez por todas con las tonterías
buenistas y la insaciable amenaza del psicópata SCORPIO. Alojó un
.44 Mag. en su pecho y fin de la historia. La ‘exquisitez’ no podía tolerar que
hubiese por ahí alguien con una placa decidiendo quién debe, o no, morir.
Argumentarían un millón de paridas. La cuestión es que, al parecer, a Milius le
picó toda esa batería de pamplinas, se arremangó, terminando un libreto en que,
apuntalado en sus clichés, volvía a Harry un garante del Sistema, el cual le
parece pura porquería, pero mejor apoyar éste hasta que llegue quien sepa cómo
arreglarlo a tener uno de inciertas o fantasiosas perspectivas.
[Lo
que persiguen en España con una eventual III República: puros disparates.]
Un grupo de policías motorizados (ejemplares tiradores) empieza a asesinar a mafiosos, traficantes, chulos y demás morralla. Ponen de cebo para que pensemos que es el ejecutor al quemado agente CHARLIE MCCOY. Empero cuesta creerlo. Lo importante de la obra es mostrar a Harry como defensor del Sistema. Sistema defectuoso que debe enmendar sus fallos, aunque no quiere (porque esos defectos le benefician), y que el vigilantismo, por atractivo que parezca, es dudosísima solución.
Harry censura: Hoy os cargáis a mafiosos y demás. ¿Y mañana? ¿A
peatones que crucen cuando no deben la calle? ¿Dónde está el límite? ¿Quién lo
fija? ¿La conciencia de un puñado de “ciudadanos responsables” que acabarán
cayendo en los hábitos de corrupción, favoritismo, despotismo o desidia, del
Sistema que han carcomido?
Un escuadrón motorizado de la muerte exige a Harry que se les una o será incluido en su lista negra de objetivos. Los manda a la mierda, por principiantes, sobre todo |
Harry apela al ente mítico “que venga a
arreglar las cosas”. Es la recurrente ilusión de los conservadores con ramalazos
fascistas. Esperan de este Dictator
sea hombre firme, duro pero justo, benevolente cuando corresponda, comprensivo
con las faltas de menor gravedad. Ya lo dice ANAKIN SKYWALKER. Pide alguien sabio y justo. Sin reparar
en que, siendo mortal, caerá en las perversiones de arrogancia, tiranía,
descontrol, sin que surja nadie capaz de enmendar sus tiránicas decisiones,
porque pudo haberlo eliminado.
Estamos ante peliaguda encrucijada, cierto.
Conocemos las dictaduras. Las democracias. Esperamos todavía al mesías que arregle
nuestras vidas, ofuscando la idea de que, siendo mortal, será falible. No hay
superhombres de perfecto equilibrio ético, o moral. Fallará. Fracasará. Quizás
por ignorar, o despreciar, cuáles son sus limitaciones.
La idea de Harry de que un buen policía es
aquél que hace diana siempre también es ¿pueril? Ciertos casos no pueden
resolverse a tiros. Debes emplear la inteligencia. Sin embargo, en estas cintas
apela al mantra del buen pistolero. Una limitación, Harry.
Se sospecha que, tras estos policías, se promueve un vigilatismo estatalizado; superiores de los agentes les apoyan, estragados y/o furiosos al ver la condescendencia, o inutilidad, del Sistema para resolver según qué delitos. O acaso los mueven ciertos beneficios personales, o profesionales. Corrupción, pues. El problema yace después en qué bajos pueden caer los estándares, o intereses, para que un policía decida debe ejecutarte.