Oscura portada para este escapismo sin traza progrepolítica, al contrario de como debe suceder ahora. Todo por un compromiso vacío empero rimbombante prominorías |
Si en LA
CALAVERA ROJA vemos a
un Doc Savage y sus CINCO FABULOSOS COMPAÑEROS que merodean la desastrosa
mediocridad, KENNETH ROBESON (alias de LESTER DENT) recupera aquí el
impresionante poderío de EL HOMBRE DE BRONCE en una aventura que puede
recordarnos PRIMERA
SANGRE, pues la
policía acorrala al Aventurero Supremo (y no por un tirado sheriff de un pueblo perdido de Norteamérica, sino por agencias
estatales —el FBI del controvertido J.E. HOOVER—) en su intento de desentramar la compleja
maraña en envuelve al misterioso Campana Verde (aunque el título anglo leas EL ZAR DEL TERROR; licencias que se tomaron, supongo).
Las broncíneas andanzas del joven Savage se
definen en tres partes. Comienzan con un prólogo, de cierta extensión, donde
presentan al que pide ayuda y parte de las acechanzas que amenazan destruirle, el
escenario donde esta agresión se despliega, sigue la participación de Doc y sus
Ayudantes, junto a sus inventos, y llega el desenlace, el cual puede suceder a
las famosas tres mil millas de distancia del punto de origen.
Todo asimismo desarrolla un clima de majestuoso
admiración por las grandes facultades, físicas y mentales, del Hombre de
Bronce, el cual empero a veces recurre a ardides un tanto pueriles (difíciles
de aceptar hasta para el más entregado de sus fans, si es honesto), como en
este pulp es llevar petardos en los
bolsillos (!) para confundir a sus enemigos creyendo que entabla un tiroteo, o supuestos
parecidos.
El autor, LESTER DENT, en pose como de mirar hacia el tenebroso futuro que se nos avecina. Espera ver un salvador destello broncíneo pese a todo en la negrura |
La idea de ver al formidable coloso broncíneo con los bolsillos llenos de petardos, en plan BART SIMPSON, choca tremendamente con su estampa de atlético campeón graduado cum laude en no sé cuántas prestigiosas Universidades, varón casi sobrehumano que deja sin aliento a las impresionables féminas de su época y causa un secreto torrente de envidioso asombro a los hombres. ¡Y va por ahí tirando petardos!
Son rasgos de… ingenuidad que suelen impregnar
sus pulps. Desconciertan, mas acabas
aceptándolos porque entiendes que era como vendían su material en aquella
época. ROBERT E. HOWARD lo hacía mediante el erotismo que contenían sus relatos
de CONAN, como el indisimulado fetish barsoomiano descrito por E. R.
BURROUGHS, rasgos me asombra pudieran publicarse en una época postvictoriana y en
un recatado provincianismo como el estadounidense de ese tiempo. Doc parece no
podía explotar ninguno de esos factores al estar ya ocupados. Enfocan a Doc a
otro público: el juvenil. Era formador.
Un amable instructor paciente que debía instruir a una generación de muchachos,
de cuerpo fuerte y mente preparada, limpia y asexuada, o tanto como esto fuese
posible, para enfrentarla al hombrecillo alemán del bigote cortado a lo CHAPLIN
y su tremenda maquinaria bélica, operativa gracias a haber explotado un
resentimiento colectivo nacional.
Esta vertiente formativa de Doc Savage está muy pronunciada. No la
he encontrado en otros personajes. JOHN CARTER es, en el fondo, un combativo
fanfarrón. TARZÁN se pierde en sus míticas junglas. CARSON NAPIER es escuálida
copia de John Carter. LA SOMBRA preconfigura a BATMAN. BILL BARNES estaba en
las nubes. Sobre Conan… ´nuff said. Eran batalladores que se
limitaban a limpiar el corral de asesinos. Su ejemplo civil… es diferente. Mas el de Doc… debe
inspirar. Instituir. Crear una Sociedad de genios que mantienen atlético su
físico. Visto así… ¡Doc Savage era el
ideal del ubermench nazi!
Y también sobre féminas audaces escribía Dent. Discriminación: mínima.nimia |
Esta novela presenta, como en todas, dos presuntos malos. Pero ya sabes quién es, casi de entrada, por hábito. En La Campana Verde y su destructiva labor “sindicalista” (como si el sindicalismo fuese per se amenaza, en esta época del New Deal), hasta el último momento persiste la duda. Ágilmente relatada (obviando sus chirriantes “cuatro cositas”), mantiene la tensión y el suspense, exigiendo a Doc esfuerzos como pocas veces antes ha debido realizar. La última: escapar con vida (porque casi muere) de la guarida subterránea del villano enmascarado (otro clásico: el enmascarado, que no falte).