Portada. Otro modo de entender la época isabelina, en una corte que presumía de esplendor, gloria y purezas artúricas y estaba carcomida por el vicio |
MICHAEL MOORCOCK queda, en apariencia, a un
paso de haber escrito fantasía
para flojos mediante
esta voluminosa ucronía donde recrea, a modo, la corte de la Reina Virgen,
ISABEL REGINA Gloriana. Es un dramón palaciego con regusto a teatro isabelino,
plagado de personajes (tantos, que cuesta recordar quién es quién e hizo qué
cuándo) que, durante casi la mitad, desconcierta por mor de la merecida reputación
del autor británico de haber innovado el sword
against sorcery y ser encarnizado enemigo de las epopeyas TOLKIEN (esa
especie de SAN ISAAC ASIMOV de la fantasía épica —por lo de pretencioso y “es
lo que yo digo, ¡o nada!”—), creando vibrantes, violentos y coloridos
escenarios por los cuales discurren ELRIC o CORUM.
Esta es obra intimista, situada casi toda
la acción en el inmenso palacio de Gloriana, de proporciones brodignanianas, pues
hay palacios dentro de palacios dentro de palacios. Capas superpuestas de
vejez, vejaciones, crueldad y estilos arquitectónicos que albergan toda una
población de desheredados más/menos útiles para la trama.
Todo empero empieza a mejorar (y mucho)
cuando el misterioso “maestro de espías”, el CAPITÁN QUIRE (asesino oportunista
de apariencia puritana y negro corazón), es despedido por LORD MONTFALLCON, su
protector. Quire se cree una especie de artista de lo suyo (asesinar, mentir,
espiar, conspirar…) y Montfallcon sólo lo estima una apropiada herramienta para
mantener íntegro el vasto Imperio de Albión, que puede ampliarse mediante
matrimonios de estratégica conveniencia que tienen, en el fondo, poco de
convenientes. Herido el orgullo del “artista”, éste se revuelve contra su amo.
MICHAEL MOORCOCK más maduro que cuando escribió esta ucronía. Otros autores parecen hoy día solaparles, pero su legado es fuerte. Duradero |
En esta ucronía, nuestro poderoso Imperio
no existe. España, tampoco: es Iberia. Y creo que habernos puesto como el rival
que fuimos en la Historia habría beneficiado mucho la novela. Un austero FELIPE
II, líder de un colosal imperio, habría producido contraste dramático con las ambiciones
pacifistas y caballerescas, virtuosas, de Gloriana, en lo privado insaciable
ninfómana. Mantenía un serrallo de perversiones confiando obtener de sus
monstruos sexuales una satisfacción íntima que la esquivaba siempre.
Arabia ocupa nuestro puesto en esta
ucronía, y Quire se convierte en su GUY FAWKES. El argumento se retuerce de tal modo
(dibujando a una depravada corte sodomita, sáfica, pirata y de equilibrio tan
delicado como casi ilusorio) que aquellos que con más fervor han servido a
Gloriana, intentando evitar la repetición del brutal reinado de su padre, HERN,
que ensangrentó casi toda Albión preso de una paranoia alimentada por los
leales consejeros de Gloriana, que en ella veían la salida ejemplar a tanto
sádico desmán (aun Gloriana sufrió los salvajes atropellos de Hern), se
convierten en sus peores amenazas.
Cualquiera de las tantas cubiertas foráneas sobre esta densa obra, que el autor procuró pulir a fondo |
Aunque Moorcock reflexiona sobre su
antiimperialismo, cómo lo ha reflejado en obras como EL BASTÓN RÚNICO, pienso también que se descubre comprensivo con
las casas reales. Gloriana no es una
novela republicana, sino lo contrario. Informa al lector de que el Rey, o
Reina, es rehén de una sucesión de obligaciones que anulan su carácter como
individuo. Eliminado el absolutismo, el despotismo, el rey debe paternalmente preocuparse
del bienestar de la población y su país en general. Debe aceptar compromisos
que pueden ofender su sentido de lo correcto o adecuado. Sacrificarse en
matrimonios de conveniencia, o en aburridas recepciones en las que, encima,
debe saludar cordial a despreciables alimañas que sabe están conspirando no sólo para deponerle, sino
perjudicar la gran labor que es su destino: la salud del país.
Hay que ser pacientes con Gloriana, porque lances de espadas, o hechos mágicos, pocos. Es historia de reflexión sobre la monarquía, sobre quienes las aúpan o quieren derribar, qué ambiciones les corroen, cómo afecta esto a la patria, estableciéndose la simbiosis taumatúrgica rey-nación. Un esfuerzo particular, a su vez, del autor por expresarse fuera de los feéricos reinos que le han hecho famoso. Crecimiento del individuo mediante su novela, tanteo de sus posibilidades “en otros estilos”.