domingo, 2 de enero de 2022

GLORIANA, O LA REINA INSATISFECHA — DOS HABLAN MUCHO EN UN PALACIO

 

Portada. Otro modo de entender
la época isabelina, en una corte
que presumía de esplendor,
gloria y purezas artúricas y estaba
carcomida por el vicio

MICHAEL MOORCOCK queda, en apariencia, a un paso de haber escrito fantasía para flojos mediante esta voluminosa ucronía donde recrea, a modo, la corte de la Reina Virgen, ISABEL REGINA Gloriana. Es un dramón palaciego con regusto a teatro isabelino, plagado de personajes (tantos, que cuesta recordar quién es quién e hizo qué cuándo) que, durante casi la mitad, desconcierta por mor de la merecida reputación del autor británico de haber innovado el sword against sorcery y ser encarnizado enemigo de las epopeyas TOLKIEN (esa especie de SAN ISAAC ASIMOV de la fantasía épica —por lo de pretencioso y “es lo que yo digo, ¡o nada!”—), creando vibrantes, violentos y coloridos escenarios por los cuales discurren ELRIC o CORUM.

Esta es obra intimista, situada casi toda la acción en el inmenso palacio de Gloriana, de proporciones brodignanianas, pues hay palacios dentro de palacios dentro de palacios. Capas superpuestas de vejez, vejaciones, crueldad y estilos arquitectónicos que albergan toda una población de desheredados más/menos útiles para la trama.

Todo empero empieza a mejorar (y mucho) cuando el misterioso “maestro de espías”, el CAPITÁN QUIRE (asesino oportunista de apariencia puritana y negro corazón), es despedido por LORD MONTFALLCON, su protector. Quire se cree una especie de artista de lo suyo (asesinar, mentir, espiar, conspirar…) y Montfallcon sólo lo estima una apropiada herramienta para mantener íntegro el vasto Imperio de Albión, que puede ampliarse mediante matrimonios de estratégica conveniencia que tienen, en el fondo, poco de convenientes. Herido el orgullo del “artista”, éste se revuelve contra su amo.

MICHAEL MOORCOCK más maduro que cuando
escribió esta ucronía. Otros autores parecen hoy
día solaparles, pero su legado es fuerte. Duradero

En esta ucronía, nuestro poderoso Imperio no existe. España, tampoco: es Iberia. Y creo que habernos puesto como el rival que fuimos en la Historia habría beneficiado mucho la novela. Un austero FELIPE II, líder de un colosal imperio, habría producido contraste dramático con las ambiciones pacifistas y caballerescas, virtuosas, de Gloriana, en lo privado insaciable ninfómana. Mantenía un serrallo de perversiones confiando obtener de sus monstruos sexuales una satisfacción íntima que la esquivaba siempre.

Arabia ocupa nuestro puesto en esta ucronía, y Quire se convierte en su GUY FAWKES. El argumento se retuerce de tal modo (dibujando a una depravada corte sodomita, sáfica, pirata y de equilibrio tan delicado como casi ilusorio) que aquellos que con más fervor han servido a Gloriana, intentando evitar la repetición del brutal reinado de su padre, HERN, que ensangrentó casi toda Albión preso de una paranoia alimentada por los leales consejeros de Gloriana, que en ella veían la salida ejemplar a tanto sádico desmán (aun Gloriana sufrió los salvajes atropellos de Hern), se convierten en sus peores amenazas.

Cualquiera de las tantas
cubiertas foráneas sobre
esta densa obra, que el autor
procuró pulir a fondo

Aunque Moorcock reflexiona sobre su antiimperialismo, cómo lo ha reflejado en obras como EL BASTÓN RÚNICO, pienso también que se descubre comprensivo con las casas reales. Gloriana no es una novela republicana, sino lo contrario. Informa al lector de que el Rey, o Reina, es rehén de una sucesión de obligaciones que anulan su carácter como individuo. Eliminado el absolutismo, el despotismo, el rey debe paternalmente preocuparse del bienestar de la población y su país en general. Debe aceptar compromisos que pueden ofender su sentido de lo correcto o adecuado. Sacrificarse en matrimonios de conveniencia, o en aburridas recepciones en las que, encima, debe saludar cordial a despreciables alimañas que sabe están conspirando no sólo para deponerle, sino perjudicar la gran labor que es su destino: la salud del país.

Hay que ser pacientes con Gloriana, porque lances de espadas, o hechos mágicos, pocos. Es historia de reflexión sobre la monarquía, sobre quienes las aúpan o quieren derribar, qué ambiciones les corroen, cómo afecta esto a la patria, estableciéndose la simbiosis taumatúrgica rey-nación. Un esfuerzo particular, a su vez, del autor por expresarse fuera de los feéricos reinos que le han hecho famoso. Crecimiento del individuo mediante su novela, tanteo de sus posibilidades “en otros estilos”.