Portada de un libro complejo, lleno de sátira, crítica, clichés y reflexión. No aburre, empero no logra tanto entusiasmo como cupiera esperarse por mor de su reputado autor |
[Simplemente
Leiber planta a un enmascarado sobre un peñasco, acompañado de tres o cuatro
mendas más, todos armados con revólveres, intimida a los estudiosos de los
platillos (el grupo quasiprotagónico más mencionado, instalado ahí
para criticar esas tontadas) y se atribuye el asesinato, porque, aprovechando
la conmoción que barre al planeta entonces, se ha deleitado repitiéndolo, esta
vez con público… o pupilos.]
Complicado describir a qué subgénero
pertenece este libro del maestro FRIZT Leiber. Esto es cierto: space
opera no es en absoluto. Es alegoría coral sobre una megacatástrofe que
afecta a nuestro sufrido mundo, radicalidad contada a través de personajes o
grupos que van desapareciendo en función a la dinámica dramática de la obra.
Esta variedad es lastre para la historia, pues produce dispersión. Relato que
no entusiasma, tampoco aburre; contiene pasajes que incitan a seguir leyendo
para ver cómo resuelven la crisis los protagonistas del momento; literatura
culta, por otro lado (lo manifiestan las numerosas referencias didácticas, procedentes
del fondo erudito que Leiber acaparaba) que, de pronto, sorprende aludiendo al
caso de ELIZABETH SHORT, aún sin resolver. (Evidencia, empero, del impacto
generacional que tiene.)
Introducir esta referencia en una novela de
tal temática apoqueclíptica avisa de cuántos otros temas contiene el relato, en
principio antagónicos con la ciencia ficción (a la que Leiber a un tiempo
¡ensalza! para luego satirizar de manera más/menos mordaz, referenciando a ROBERT A. HEINLEIN y su pasión por los felinos —animales al
parecer típicos de los autores del género—, a quienes consideraba ciudadanos de
segunda clase). Leiber aprovecha la extensión de su obra para mirar, o
cuestionar, valores, conductas, idiosincrasias, religiones, adicciones, y cómo puede
afectarlos el tremendo golpe de una crisis como la que describe (nada nuevo; acaso
H. G. WELLS ya preconiza ese esquema en LA
GUERRA DE LOS MUNDOS).
FRITZ LEIBER en reflexiva pose que hace pensar, no sé por qué, en CARL SAGAN |
Pienso que, citando a la Dalia Negra, Leiber señala que las situaciones al extremo críticas espolean a dar desaforada rienda suelta a las pasiones bestiales de los perversos y crueles con los cuales convivimos; no les acobarda en absoluto el Juicio Final. ¿Quién les va a juzgar, si es evidente que Dios no existe; todo el conjunto de normas y leyes basadas en el Castigo Infernal son mierda retórica? Y no te digo de la policía o juzgados, desplomándose bajo la avalancha de caos que florece por doquier. ¿Pueden estar por detener violadores y atracadores, cuando bastante tendrán con sobrevivir ellos mismos?
Sinopsis de la obra: la brusca aparición de
un cuerpo estelar del tamaño de la Tierra colindante a la Luna provoca sucesivos
fenómenos devastadores en el planeta. Leiber se centra sobremanera en las
inundaciones, causadas por fortísimas mareas. Manhattan, otro foco de
protagonismo, queda casi sumergida por el Negro Atlántico. Casos similares
cuenta a través de las experiencias de los distintos concurrentes al relato.
Uno de ellos destaca que la presencia de “otra
Tierra” generaría aún más devastadores efectos en nuestro planeta, pues suma su
gravedad a la de la Luna y el Sol. Leiber escurre el bulto aludiendo al poder
de la HITECH alien para anular gravedad, etc. Lo suyo son las mareas. ¡Mucha
marea! Al extremo: de marearte tanta marea. (El desastre de perder la Luna lo
soslaya, como no convence su aclaración de por qué los prófugos del Errante vienen a por nuestro satélite, pululando
tantos otros por el Sistema Solar, más jugosos.)
Desconcierta que, mientras se enorgullecen
de su adelantado programa espacial, la base lunar y la marciana de los
soviéticos, propia del avanzado siglo XXI, en Estados Unidos siguen en plena lucha
por la integración racial. Los negros siguen sufriendo la segregación del año
de publicación del relato (1964); hasta los judíos están mal vistos...
Ya puestos, sólo faltó incluir al DR. MARTIN LUTHER KING en el libro. (Quizás lo hizo Leiber, mas lo ahogó una megamarea antes de poder referirle…)