Este volumen contiene tres relatos, novelas
cortas casi. Pensé originalmente dedicar una sola reseña al libro, acaso algo
más extensa de lo habitual, empero conforme avanzo su lectura encuentro más
idóneo dedicarle dos críticas diferenciadas.
URSULA K. LE GUIN inicia el compendio con
una interesante distopía norteamericana que menoscaba su extraño y ambiguo final.
Redactada con elegante estilo, lo perjudica sin embargo la presencia de
párrafos “oníricos” que la reputada autora dimite de explicar su motivo, u
origen. Sirven estas cursivas para diferenciar distintos/átonos pasajes de la
vida de la narradora, BELLE, paisana de alguna parte vecina a Seattle. Esa
atonía de la narradora también daña al relato, porque expone cosas que exigen
emoción, y no obstante se escriben con total serenidad, una resignada serenidad
que suena narcotizada.
Las distopías como La nueva Atlántida
empiezan a ser más relevantes conforme nuestra Zoociedad progresa. Son
registros de alarma que van materializándose; en principio (lo digo por
experiencia —SOGUETTO—) se limitan a ser especulaciones fantasiosas
destinadas a complementar un determinado relato que palpita en tu cacumen, pero
sin pretensiones de ser nefastos augurios a pocos años vista de cumplirse.
Mas acaban convirtiéndose en alaridos de
banshee suicida que previenen de lo que se avecina con aciago acierto. Ya no sé
si es por un discurrir natural de la Zoociedad, declive inevitable hacia el
caos, Segunda Ley de la Termodinámica manifiesta, o porque una fuerza sobrenatural
contacta contigo mediante asombrosa telepatía y te entrega la previsión a
cumplirse en un futuro próximo, y quiere como sea prevengas para evitar se
produzca tan negro por-venir. Es esfuerzo inútil: inevitable se cumpla la profecía,
y acaso en algún extremo, queda hasta corta. La transmisión era débil ese día; las
manchas solares la boicoteaban. A saber. Lo cierto es que no dio diana.
URSULA K. LE GUIN. Por supuesto que el género no es ajeno a las mujeres. Por fortuna, la señora Le Guin no nos asa los gofres con una tontá máxima femirula; va a lo suyo, y con mérito |
Belle vive en una Norteamérica acechada por un Cálido Cambio Cli (interesante, dado que por esos entonces aducían nos encaminábamos a una nueva glaciación) y el país es una menesterosa dictadura donde las Corporaciones presiden mano a mano con el Gobierno. No se compromete apenas la señora Le Guin sobre cómo es ese Gobierno Federal, que tiene tendidas sus zarpas a todos los sectores, menos el energético, dominio exclusivo de las Corporaciones. Prohíben, so pena de prisión, desarrollar dispositivos que produzca energía barata. Son frecuentes los cortes de luz.
Todo lo empantana un extenuante ritual de
formularios federales (aquí ¿sale la fobia que el estadounidense individualista
siente por el Gobierno Federal, más que ser un recurso más del relato?) que
tiene al FBI como brazo ejecutor de diversas cuestiones. En este caso: perseguir
a científicos y matemáticos, como SIMON, marido de Belle (ahora el matrimonio
está prohibido), que regresa a casa tras encarcelamiento en un Centro de
Reeducación, gulag para suprimir listos. La inteligencia penaliza. Ya no el
comunismo. En este sentido, La nueva Atlántida parece remozar la Caza de
Brujas mccarthiana.
La cultura siempre es una amenaza para los
regímenes totalitarios; en España lo vemos. Aunque en vez de suprimirla, para
asegurarse su extrema fidelidad, y distorsionen la realidad hasta lo macabro, la
sobredopa con subvenciones a actores izquierdosos, indignos lameculos
profesionales, que luego niegan empleo a quienes no sean “de ellos”.
Hubo un tiempo en que esta editorial "capitalizaba" el género, el cual tiene una fea costumbre: el dejar finales tan "abiertos a interpretación" que sólo producen confusión |
La calidad de vida general en esa
Norteamérica es tercermundista. Malos vehículos. Servicios decadentes. Leer estos
pasajes, de esta u otra novela, hace preguntar cómo será el resto del mundo. Se
sugiere que mejor; hasta China es más libre que EE.UU. ¿Qué les ocurre a los
norteamericanos? ¿Anhelan ser dictadura para descubrir su fortaleza anímica
para luchar por su libertad? Tanto lo sugiere esta historia, contemporánea de
obras como LA LARGA MARCHA o EL FUGITIVO.
Es una pena que la aparición de otra Atlántida en el Pacífico quede sin el adecuado relato. La censura estatal de la información no justifica que Le Guin acabe de manera tan insípida/abrupta su sugerente distopía, que anticipaba sucesos de nuestra actualidad.