viernes, 16 de febrero de 2024

LA NUEVA ATLÁNTIDA (I) — LA NUEVA ATLÁNTIDA

 

Cubierta del recopilatorio. En el
prólogo, ROBERT SILVERBERG
destaca la madurez de los autores,
imputándole una garantía de estilo,
manejo del lenguaje y la trama. Se
agradece el reconocimiento a la
experiencia y su sabiduría

Este volumen contiene tres relatos, novelas cortas casi. Pensé originalmente dedicar una sola reseña al libro, acaso algo más extensa de lo habitual, empero conforme avanzo su lectura encuentro más idóneo dedicarle dos críticas diferenciadas.

URSULA K. LE GUIN inicia el compendio con una interesante distopía norteamericana que menoscaba su extraño y ambiguo final. Redactada con elegante estilo, lo perjudica sin embargo la presencia de párrafos “oníricos” que la reputada autora dimite de explicar su motivo, u origen. Sirven estas cursivas para diferenciar distintos/átonos pasajes de la vida de la narradora, BELLE, paisana de alguna parte vecina a Seattle. Esa atonía de la narradora también daña al relato, porque expone cosas que exigen emoción, y no obstante se escriben con total serenidad, una resignada serenidad que suena narcotizada.

Las distopías como La nueva Atlántida empiezan a ser más relevantes conforme nuestra Zoociedad progresa. Son registros de alarma que van materializándose; en principio (lo digo por experiencia —SOGUETTO—) se limitan a ser especulaciones fantasiosas destinadas a complementar un determinado relato que palpita en tu cacumen, pero sin pretensiones de ser nefastos augurios a pocos años vista de cumplirse.

Mas acaban convirtiéndose en alaridos de banshee suicida que previenen de lo que se avecina con aciago acierto. Ya no sé si es por un discurrir natural de la Zoociedad, declive inevitable hacia el caos, Segunda Ley de la Termodinámica manifiesta, o porque una fuerza sobrenatural contacta contigo mediante asombrosa telepatía y te entrega la previsión a cumplirse en un futuro próximo, y quiere como sea prevengas para evitar se produzca tan negro por-venir. Es esfuerzo inútil: inevitable se cumpla la profecía, y acaso en algún extremo, queda hasta corta. La transmisión era débil ese día; las manchas solares la boicoteaban. A saber. Lo cierto es que no dio diana.

URSULA K. LE GUIN. Por supuesto
que el género no es ajeno a las mujeres.
Por fortuna, la señora Le Guin no nos asa
los gofres con una tontá máxima femirula;
va a lo suyo, y con mérito

Belle vive en una Norteamérica acechada por un Cálido Cambio Cli (interesante, dado que por esos entonces aducían nos encaminábamos a una nueva glaciación) y el país es una menesterosa dictadura donde las Corporaciones presiden mano a mano con el Gobierno. No se compromete apenas la señora Le Guin sobre cómo es ese Gobierno Federal, que tiene tendidas sus zarpas a todos los sectores, menos el energético, dominio exclusivo de las Corporaciones. Prohíben, so pena de prisión, desarrollar dispositivos que produzca energía barata. Son frecuentes los cortes de luz.

Todo lo empantana un extenuante ritual de formularios federales (aquí ¿sale la fobia que el estadounidense individualista siente por el Gobierno Federal, más que ser un recurso más del relato?) que tiene al FBI como brazo ejecutor de diversas cuestiones. En este caso: perseguir a científicos y matemáticos, como SIMON, marido de Belle (ahora el matrimonio está prohibido), que regresa a casa tras encarcelamiento en un Centro de Reeducación, gulag para suprimir listos. La inteligencia penaliza. Ya no el comunismo. En este sentido, La nueva Atlántida parece remozar la Caza de Brujas mccarthiana.

La cultura siempre es una amenaza para los regímenes totalitarios; en España lo vemos. Aunque en vez de suprimirla, para asegurarse su extrema fidelidad, y distorsionen la realidad hasta lo macabro, la sobredopa con subvenciones a actores izquierdosos, indignos lameculos profesionales, que luego niegan empleo a quienes no sean “de ellos”.

Hubo un tiempo en que
esta editorial "capitalizaba"
el género, el cual tiene una
fea costumbre: el dejar finales
tan "abiertos a interpretación"
que sólo producen confusión

La calidad de vida general en esa Norteamérica es tercermundista. Malos vehículos. Servicios decadentes. Leer estos pasajes, de esta u otra novela, hace preguntar cómo será el resto del mundo. Se sugiere que mejor; hasta China es más libre que EE.UU. ¿Qué les ocurre a los norteamericanos? ¿Anhelan ser dictadura para descubrir su fortaleza anímica para luchar por su libertad? Tanto lo sugiere esta historia, contemporánea de obras como LA LARGA MARCHA o EL FUGITIVO.

Es una pena que la aparición de otra Atlántida en el Pacífico quede sin el adecuado relato. La censura estatal de la información no justifica que Le Guin acabe de manera tan insípida/abrupta su sugerente distopía, que anticipaba sucesos de nuestra actualidad.