Afiche. Sin duda pésima cutrería que, empero, ¡oye, se las apaña para que la veas en la TV si la pasan a hora conveniente! |
Alguien con mando vio IMPACTO SÚBITO,
el último DIRTY
HARRY estrenado, y se puso de rictus erectus pensando que su concepto iba
de puta madre magistral para la tercera entrega del vigilante “forzoso” PAUL
KELSEY. Podía CHARLES BRONSON rivalizar con un justiciero CLINT EASTWOOD. Tal
intención la delata el Wildey de .475, émulo del más elegante AutoMag .44
Magnum de Eastwood. El Wildey exteriormente se le parece, empero su robustez lo
sugiere trasto aparatoso necesitado de algún rotundo soporte para ser disparado
y acertar.
MICHAEL WINNER (financiado por la inefable Cannon)
cuanto más rueda un episodio bestia de THE A-TEAM, sin sus televisivas
limitaciones censoras; desaprovechando esa ventaja, Winner puebla el filme de insuficiencias
e inexpresivos actores otoñales para crear un “balsámico” o “terapéutico”
relato de catarsis ciudadana harta de criminales, a quienes aquí ve reventados
a tiros, cosa imposible suceda en la vida real.
El cine de vigilantes conoció su auge
durante Década Ochenta merced al rechazo del populux de las leyes izquierdosas
que preferían exculpar a los criminales apelando a su procedencia marginal,
antes que amparar a los asaltados trabajadores o esposas, o hijas, que podían
ser violadas con impunidad y recibir el agresor sentencia leve. Eso duele. La
gente se satura de injusticias. Ciertos temas sensibilizan a la población más
allá de
(la Cúpula del Trueno)
lo que creen los mequetrefes progresistas,
quienes se consideran más listos que el resto; se permiten menospreciarnos,
infravalorar nuestra inteligencia. Nuestros sentimientos.
RONALD REAGAN encarnaba asimismo una idea
de firme lucha contra
al crimen; avalaba así el que cualquier menda
(JOHN EASTLAND, Paul Kelsey…), ofendido por la máxima afrenta (y las de Kelsey
son supremas), limpiase las calles de lumpen, aunque centrase su actividad en
su pura venganza personal. No como THE
PUNISHER (o su fuente, THE
EXECUTIONER), cuya guerra-contra-el-crimen es más/menos global.
El ocio actual tiene estandarizado al
vigilante. Pero en los tiempos a los que aludo, Harry EL SUCIO era un escarnio
sangrante que merecía la más estricta inquina liberal. La Zoociedad de
liberales de limousina siempre amparan más al verdugo que a su víctima,
por postureo, dejar bien en el papel couché y ante los pares de tu
entorno. Rarísimo será que uno de estos liberales sufra una tragedia criminal
estilo Kelsey; mas, cuando les toca, rápido exigen sangre. ¿Dónde quedan tus
escrupulosas sensibilidades socio-morales?
Destaco de El justiciero de la noche
su nula calidad dramática, aunque excite primarios instintos (la defensa, la
protección, la justicia). Los (económicos) actores eluden mostrar cualquier
emoción real, despliegan habituales clichés “de conveniencia”; a Kelsey lo
manipula/apalea/protege un arquetipo de policía de los años del Muro Azul. La
actitud de Kelsey es la de a verlas venir cuando aparece en ese barrio
neoyorkino como un cowboy vengador (el relato posee sutil reminiscencia
de western). No refleja actitud fría, metódica, acechante, decidida, del
justiciero que suponen/esperan es. Tiende groseras trampas predecibles que, sin
duda, pueden parecer efectivas a un espectador poco exigente. A cualquiera con
más verbos, ofende su tosquedad. Por su puerilidad incluso.
¿Entretiene? Sus taras la deslucen. Su previsibilidad es otro elemento negativo, sumado a la escasa calidad actoral/artística general, así como su factura de saldo. La historia carece de auténtica pasión; decide ser una distracción de desalmados violadores punkies cosidos a tiros, sin querer apelar a la habitual, aunque socorrida, inclusión de mafiosos especuladores inmobiliarios que quieren realizar violentos desalojos; eso donaría materia dramática. Sin embargo, su bajísima factura tiene la virtud de hacer que películas como EL EXTERMINADOR o LOS ELEGIDOS sean colosales, en contraste.