En su momento declaré que hallaba sumamente importante la aportación a la
literatura noir de CHESTER HIMES, quizás al todo literario; aunque
deberíamos excluir a la Alta Literatura por su claro discriminatorio carácter
esnob.
Himes no rehúye el racismo en sus obras, en
sus parlamentos. Describe el lado negro del noir, el submundo del lumpen nubio sin tapujos, personajes ásperos, codiciosos, crueles o
estúpidos, tal como JAMES ELLROY (¡aclamad al escritor!) hace, protagonizado
empero por caucásicos. ¿Qué les diferencia? Mientras Ellroy ha ido
evolucionando su estilo (la frase corta-machetazo), Himes se mantuvo en uno
académico (que también un poco subvirtió ROSS MCDONALD) que le resta algo de la fuerza como sus
párrafos pudieran golpear al lector.
DONALD WESTLAKE lo consiguió también, dio con una tecla;
McDonald y él están a la par en la búsqueda de una forma de narrativa que “intranquilizara”
del lector. Himes se mantuvo fiel al clásico. Hombre con estudios, estimó que
esa era la mejor forma de atraer público (no sé cuánto de raza negra; si se
percató de la universalidad de sus textos; que en Estados Unidos podría tener
detractores biancos, mas amplia aceptación en Europa —adonde vino a
empadronarse—), ofreciéndole un amansado escrito sin sobresaltos que garantizase
la continuidad de la compra de nuevos relatos.
Cuando digo “sobresaltos” señalo al estilo;
mis lectores habituales conocen mi aprecio por los autores que arriesgan con ‘narrativas
innovadoras’ (aunque comprensibles) por encima de los que perpetúan la anodina
línea cultureta manida por habitual, una conservadora continuidad inofensiva
que corre el riesgo de volverse insustancial, tediosa. Himes los “sobresaltos”
los reserva para la acción que contienen sus historias.
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CHESTER HIMES y su confidente felino. Hay que estudiar esta relación entre los gatos y los escritores; si hay algún misticismo extraño o qué |
Submundo. Harlem. Queens. Manhattan desnuda
en su concepción de pobreza, drogas y miseria. Crimen. Negros incultos
apaleándose por los motivos más mínimos-nimios mientras rudos policías
irlandeses racistas les zurran por no tener su color de piel, sean o no
culpables. Cero conciencia de clase, excepto la que exhiben los detectives
protagonistas, auténticos tíos destroyer (muy merecedores de filmes;
esperemos esta mierda del WOKE pase de una puta vez y enquicien de nuevo los
relatos, porque SEPULTURERO JONES y ATAÚD JOHNSON no encajan en esa adamada
concepción de la “nueva masculinidad” WOKEDisney, y empotrarlos en ella es
cargárselos), que empuñan enseguida el revólver, bien para dispararte, o
partirte los piños a culatazos.
El Dr. MARTIN LUTHER KING pudo tener un
sueño; sin embargo, Sepulturero y Ataúd se mueven por entornos donde ese
“sueño” no cala; muy pronto se haría pesadilla. Las aspiraciones del pacifista eran
nobles, mas la gente con la que tratan ambos agentes lo adulterarían y
retorcerían para que potenciase sus delitos. No pueden dejarse embromar con
buenos sentimientos rechazados por lo más ruin/bajo de la Humanidad.
Investigan un curioso caso de drogas. Un enorme
negro albino, PINKY, retrasado mental (de formidable fuerza; peligroso
cabrearlo), urde un elaborado plan para impedir un asesinato, plan el cual
nadie le imputa por su misma condición de minusválido mental. Himes aprovecha la
estructura para, aparte de poner en danza a sus justicieros del NYPD, retratar
de manera más/menos escueta el racismo del Cuerpo y explayarse con el infernal
submundo del violento hampa toxicómano y los traficantes en que viven esos yonquis.
Podía haber sido un hipócrita y escribir como SPIKE LEE manifiestos contra el racismo que sufría “su gente”, suprimiendo en todo momento la propia culpabilidad. Hay sin duda poderosos elementos que empujan al individuo al delito; mas, no importa el color de su piel, hay tipos que nacen malos/torcidos, y sólo un balazo los endereza en el ataúd. Himes lo aceptó. Lo describió. Soy negro, pero hay negros malos. Míralos. Y los retrató con cuanta presteza supo y pudo. Y esa sinceridad hace aún más encomiable su prosa.