viernes, 28 de febrero de 2025

EL CASTIGADOR (THE PUNISHER) — GUIÓN: MIKE BARON

 

Portada del número 2. Llegas a
extrañar el tosco arte de JANSON
porque combinaba bien con los
"salvajes" guiones. La imitación de
RAMBO parece simpática... empero
poco original

Queriendo sacarle unas perras, a mediados de Década 80 Marvel repesca a FRANK CASTLE, El Castigador, el personaje basado en el MAC BOLAN de DON PENDLELTON. Marvel no es una ONG, sino una empresa que vive de dividendos… o lo hacía, antes de volverse otra sucursal del fascismo WOKE. Ahora puede dilapidar recursos en historias chorras y personajes cuya sexualidad sin necesidad han cambiado. STAN LEE podría ser lo sinvergoña que quisieran imputarle, empero tenía un nato/neto instinto comercial/publicitario y raro era el negocio que le marrara. Y prometía esto de Punisher.

Así que encargan la miniserie CÍRCULO DE SANGRE que dibuja MIKE ZECK. Se convierte en inesperado hit. Una prudente tentativa cuajaba; abría horizonte$ que fueron meras especulaciones hasta entonces. Con ese aval, conceden a Castle serie mensual propia. Para asegurar éxitos, escogen al reconocido Mike Baron (ver NEXUS) para guionizar las andanzas del expeditivo justiciero, que ha tenido roces con figuras más reputadas como SPIDER-MAN o DAREDEVIL. Si perteneces a la tribu Marvel, acabarás topándote con algún supergrupo o superenmascarado. Es inevitable.

Baron empieza bien. Con un circunspecto nervio e incisiva prosa, a lo FRANK MILLER en BATMAN - DARK KNIGHT, bastante reciente entonces. (Anota este detalle, lector.) Conviene a Baron para concebir sus inicios que El Castigador se mueva por turbios ambientes criminales, de la novela negra que puede ser así de tajante. Hasta de ahí saca tramas que ilustra el inefable KLAUS JANSON.

PUNISHER se mezcla en una
trama de espionaje internacional
que recuerda algo las movidas de
BOND, JAMES BOND. Para
esta altura, MIKE BARON ya no
tiene la fuerza del comienzo. La
serie empieza a decaer hacia la
forzada incongruencia, incluso.

Siendo asimismo la época de MIAMI VICE, Baron aprovecha y ataca las drogas que convierten las tranquilas calles neoyorkinas (bueno, es una metáfora) en pesadillas. El Castigador obtiene resultados bazooka en ristre. Encajado en Bolivia, donde imita a RAMBO, impone su inexorable justicia a las junglas.

La originalidad de Baron es cuestionable. Transforma a Castle en cameos de personajes. Si bien Rambo III fue un fiasco, la imagen que al público queda del Boina Verde vet de Vietnam es la de las selvas asiáticas, incluso más que los bosques canadienses de FIRST BLOOD. El ajetreo con las potentes ametralladoras y lanzacohetes. Eso imita Baron en estos episodios.

Te introduce con agrado en el delirante mundo del vigilante de la calavera en el pecho, advirtiendo cómo la inicial energía renovadora de Baron va apagándose. Para cuando El Castigador decide descabezar a un mesiánico telepredicador (copia el contemporáneo suceso real de los Davidianos, acribillados por el FBI), queda clara la sospecha de que Baron no idea argumentos propios: saquea otros, reales o de historieta. Esa vez “parafrasea” la exitosa Batman, EL CULTO, donde el centinela de Gotham City sucumbe a los drogadictos tejemanejes de un falso mesías del arrabal.

Baron pierde la garra tras este episodio, salvando alguna crítica a la Nación Aria. Su prosa deriva a la parrafada banal propia de las colecciones más longevas de Marvel. Elude la mediocridad, pero intuyes que Baron ya no estaba tan contento con la serie y el personaje, volviéndolo relativo, incidiendo fatigoso en lo de la masacre de su familia en Central Park. La debacle llega con el crossover del ALTO EVOLUCIONADOR, donde El Castigador nada pinta. Es totalmente alienígena al asunto. Aunque lo empotran a la fuerza en el disparate; ¡nefasta idea! Luego, Baron quiere “saldar deudas” con CHARLES MANSON. Evitando la apatía, se recrudece la impresión de que domina sus historias una inercia en receso. Aún arroja un chispazo, mas…

Algo más pictórico y actual. Algo
a destacar de este personaje es
que lo suyo es la miniserie; en el
momento en que se le extiende, se
vulgariza. Pierde su fuerza catártica.
A diferencia de
NEXUS, Baron no hace
"exámenes sociopolíticos". Tampoco
explora la importancia del vigilante
en la sociedad: su descarga... catártica

He reparado en que, desde que el fascismo WOKE todo lo embarra, la figura del vigilante casi ha desaparecido. No del todo/completamente, pero desde luego dista mucho de su apogeo de Década 80. Se debe, seguro, a que el vigilante, por averiado que tenga o no el coco, cuestionables sus motivos, es un individualista solitario con firmes creencias que repudia las hipócritas componendas sociales en que el fascismo WOKE pretende envolvernos, eliminando al individuo, constituyendo una anodina sociedad de dóciles borregos. Por eso repudia al justiciero con toda su energía, movilizando sus grandes recursos para anularlo.

El vigilante sin embargo sobrevivirá, porque nunca ha dependido de la aprobación del público. Lo nutre su propia autoestima y fe en sus posibilidades y creencias. El fascismo WOKE es un parásito que exige ¡aclamación! constante para sobrevivir, y por eso desaparecerá cuando rechacemos sus rigores dictatoriales falsamente moralistas.