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Portada del número 2. Llegas a extrañar el tosco arte de JANSON porque combinaba bien con los "salvajes" guiones. La imitación de RAMBO parece simpática... empero poco original |
Queriendo sacarle unas perras, a mediados de Década
80 Marvel repesca a FRANK CASTLE, El
Castigador, el personaje basado en el MAC BOLAN de DON PENDLELTON. Marvel no es una ONG, sino una
empresa que vive de dividendos… o lo hacía, antes de volverse otra sucursal del
fascismo WOKE. Ahora puede dilapidar recursos en historias chorras y
personajes cuya sexualidad sin necesidad han cambiado. STAN LEE podría
ser lo sinvergoña que quisieran imputarle, empero tenía un nato/neto instinto
comercial/publicitario y raro era el negocio que le marrara. Y prometía esto de
Punisher.
Así que encargan la miniserie CÍRCULO DE
SANGRE que dibuja MIKE ZECK. Se convierte en inesperado hit. Una prudente
tentativa cuajaba; abría horizonte$ que fueron meras especulaciones hasta
entonces. Con ese aval, conceden a Castle serie mensual propia. Para asegurar
éxitos, escogen al reconocido Mike Baron (ver NEXUS) para guionizar las andanzas del expeditivo justiciero, que
ha tenido roces con figuras más reputadas como SPIDER-MAN o DAREDEVIL.
Si perteneces a la tribu Marvel, acabarás topándote con algún supergrupo
o superenmascarado. Es inevitable.
Baron empieza bien. Con un circunspecto
nervio e incisiva prosa, a lo FRANK MILLER en BATMAN - DARK KNIGHT,
bastante reciente entonces. (Anota este detalle, lector.) Conviene a Baron para
concebir sus inicios que El Castigador se mueva por turbios ambientes
criminales, de la novela negra que puede ser así de tajante. Hasta de ahí saca tramas
que ilustra el inefable KLAUS JANSON.
Siendo asimismo la época de MIAMI VICE, Baron aprovecha y ataca las drogas que convierten
las tranquilas calles neoyorkinas (bueno, es una metáfora) en pesadillas. El
Castigador obtiene resultados bazooka en ristre. Encajado en Bolivia, donde
imita a RAMBO, impone su inexorable justicia a las junglas.
La originalidad de Baron es cuestionable. Transforma
a Castle en cameos de personajes. Si bien Rambo III fue un fiasco, la imagen que al público
queda del Boina Verde vet de Vietnam es la de las selvas asiáticas, incluso más
que los bosques canadienses de FIRST BLOOD. El ajetreo con las potentes
ametralladoras y lanzacohetes. Eso imita Baron en estos episodios.
Te introduce con agrado en el delirante
mundo del vigilante de la calavera en el pecho, advirtiendo cómo la inicial
energía renovadora de Baron va apagándose. Para cuando El Castigador decide
descabezar a un mesiánico telepredicador (copia el contemporáneo suceso real de
los Davidianos, acribillados por el FBI), queda clara la sospecha de que
Baron no idea argumentos propios: saquea otros, reales o de historieta. Esa vez
“parafrasea” la exitosa Batman, EL CULTO, donde el centinela de Gotham
City sucumbe a los drogadictos tejemanejes de un falso mesías del arrabal.
Baron pierde la garra tras este episodio, salvando
alguna crítica a la Nación Aria. Su prosa deriva a la parrafada banal propia de
las colecciones más longevas de Marvel. Elude la mediocridad, pero intuyes
que Baron ya no estaba tan contento con la serie y el personaje, volviéndolo
relativo, incidiendo fatigoso en lo de la masacre de su familia en Central
Park. La debacle llega con el crossover del ALTO EVOLUCIONADOR, donde El
Castigador nada pinta. Es totalmente alienígena al asunto. Aunque lo empotran a
la fuerza en el disparate; ¡nefasta idea! Luego, Baron quiere “saldar deudas”
con CHARLES MANSON. Evitando la apatía, se recrudece la
impresión de que domina sus historias una inercia en receso. Aún arroja un chispazo,
mas…
He reparado en que, desde que el fascismo
WOKE todo lo embarra, la figura del vigilante casi ha desaparecido. No del todo/completamente, pero desde
luego dista mucho de su apogeo de Década 80. Se debe, seguro, a que el vigilante, por
averiado que tenga o no el coco, cuestionables sus motivos, es un individualista
solitario con firmes creencias que repudia las hipócritas componendas sociales
en que el fascismo WOKE pretende envolvernos, eliminando al individuo,
constituyendo una anodina sociedad de dóciles borregos. Por eso repudia al
justiciero con toda su energía, movilizando sus grandes recursos para anularlo.
El vigilante sin embargo sobrevivirá, porque nunca ha dependido de la aprobación del público. Lo nutre su propia autoestima y fe en sus posibilidades y creencias. El fascismo WOKE es un parásito que exige ¡aclamación! constante para sobrevivir, y por eso desaparecerá cuando rechacemos sus rigores dictatoriales falsamente moralistas.