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Esta misma portada valdrá. El ejemplo de integridad y honradez que predica FRANK SERPICO... ¿cómo debería entenderse, dada la manera como todo acaba? ¿Debemos imitarle, o todo lo contrario? |
PETER MAAS, el periodista que recopila las
vivencias de FRANK Serpico, el agente del NYPD que primero destapó la
corrupción que socavaba al Cuerpo, se lo reprocha en la última línea de la
novela. Serpico no podía actuar de otro modo, no obstante. Era una cuestión de
principios inquebrantables. Aun así, el Sistema derrotó al quijotesco
detective. Serpico dejó el Cuerpo desalentado, desacreditado, amenazado,
insultado. Un ex compañero le espetó al salir de la Central tras entregar
credenciales: ¿Ha servido de algo? La respuesta de Serpico (“el problema es de
otros ahora”, o algo así) no es la que debiera haber dado, sino la de: Al
menos, la mierda al fin salió a flote.
Aunque anterior, Serpico comparte elementos
con VINCENT MURANO, otro italiano de segunda (o tercera) generación
en los Estados Unidos TRUMP, que toreará con la corrupción en la policía. Murano detalló más; dio el nombre aceptado
en el Cuerpo a la corrupción: el Muro Azul, una omertá policial de
fatales consecuencias para el delator.
A Serpico casi le cuesta la vida, empero no
por culpa de sus compañeros corruptos, que tampoco se mataron en auxiliarle tras
ser herido de gravedad. Un traficante le disparó en la cara. Sus compañeros
procuraron enterrarlo mediante confesiones e informes falseados donde se
pretendían héroes abocados a salvarle, cuando le dejaron tendido en el suelo
medio muerto. Sobrevivió Serpico gracias a la ayuda de un vecino.
Obligaba a Serpico a ser íntegro tanto su
carácter como convicciones. Lo de Murano no tenía tal exaltación; le cayó
encima el marrón y acabó muy implicado, aunque deseara dejarlo con toda su
alma. Serpico admiraba al policía de zona de la calle donde su padre tenía la
zapatería. Le veía como un coloso de azul decidido a proteger a la gente honesta,
como su padre, y merecía su abnegado respeto a cambio. Ese policía le estimuló
a serlo.
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Serpico, imagino que en algún momento durante las tantas declaraciones ante el Gran Jurado que realizó. Menuda odisea la suya; fue a pelear contra lo más recio y enraizado del establishment |
Aunque: cuando Murano entró en la Academia,
ya topó con los futuros polis corruptos, pues querían ingresar en tal brigada o departamento al ser
fácil trincar. Serpico sale laureado de la Academia sin haber detectado nada
así. Una de dos: o se hizo el loco, o los cadetes no tenían entonces tan
decidida la ‘vocación’, como cuando Murano (y, por mis cálculos, coincidieron
en el Cuerpo al menos un lustro; Serpico se retiró sobre mediados de los
Setenta; Murano quizás llevara ya un lustro en el Cuerpo. Serpico no pudo estar
tan absorto en aprobar el examen como para no detectar indicios alrededor.)
El Cuerpo de la época de Serpico era
irlandés. Policías viejos acostumbrados a meter la mano en los colmados o
recibir “compensaciones”, como sucias comidas, por permitir a tenderos o
restauradores aparcar en doble fila. Serpico descubre, muy pronto, que el insulto
“cerdos” que les endosa la población a los policías viene del abuso que
practicaban so pretexto de su placa. Serpico decidió entonces reivindicar la
profesión, mostrarle al populux que hacen un trabajo harto arriesgado y que no
están ahí para mangar manzanas o pedir “donativos”. Para nada sus compañeros lo
facilitaron.
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El excesivo AL PACINO encarnó al honesto policía, neurotizado por la cierta certeza de que le matarían sus propios compañeros |
Repugnó a Serpico que fueran a almorzar a
un restaurante donde les endosaban sobras. Decidido a pagar su comida, el dueño
insistió en devolverle el dinero, cosa que Serpico rechazó: Quiero comer y pago
por calidad. Desconcertado, descubrió que algunos comerciantes sobornaban a la
policía como recompensando así su dedicación.
Batallará años Serpico por depurar un
Cuerpo cuyos primeros interesados en ocultar la podredumbre que lo carcomía eran los Jefes. En
especial, el hipócrita Comisario Jefe, cuya reputación de JOHN WAYNE desaparecía
al saberse que, durante su mandato, el NYPD era un hervidero de sobornos, dados
o exigidos, tanto de las loterías (“dinero limpio”) como de las drogas (“dinero
sucio”). Todos ellos, investigados en comisiones públicas, quedaron exonerados.
Para que hablen del compañerismo de la Mafia.
Frank: estrellaste lanzas contra molinos de acero, ¡MÁS ACERO!, y quedaste tundido.