Cubierta del libro. Su "barroquismo óseo" está relacionado con muchos de sus relatos. ¡Ah! La maquetación es otro valor de esta obra |
Según RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA:
“Por eso los escritores tienen derecho al desvío verbal y, sobre todo, en una época en que se han vulgarizado tanto los temas y anda el alma perdida.”
declaración que espero poder entroncar con éxito con mi siguiente apreciación: quienes me conozcan por mis reseñas en TEBEOSFERA saben que estoy especializado en resaltar los puntos negativos de una obra y, a continuación, aducir por qué son malos. Demasiados cortacojones de obras circulan por ahí (por la red sobre todo) sentenciando porque les da la gana, o porque no eres un amigo, o no perteneces a la banda o bastión. La más mínima-nimia honrilla me exige proceder así, al contrario de esos trinchailusiones. Por lo tanto, la siguiente reseña va a ser corta, porque lo excelente no necesita más que una, o dos, palabras para remarcarse. Insistir es peloteo cochino, arribismo de trajín, ditirambos que se arrojan al emparrado de la literatura esperando cosechar galletas de luna.
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, en 1931, autor con quien algunos tenemos una deuda (literaria) |
JAVIER ESTEBAN, en El principio antrópico (donde se toma licencias para dar lustre a su escritura), demuestra que es un trilero de las letras. De los adjetivos. De los verbos. De la ortografía. Me lo imagino ante su computadora haciendo crujir los nudillos, con los sesos hirviendo de metáforas y neologismos y visiones peligrosas cyberpunk a un instante de dejar caer las arañas de cinco dedos de sus manos sobre el teclado y murmurar: “Mirad, chicos y chicas, es fácil. Se hace así”. Y mezcla las fichas de dominó de las palabras, adverbios, conjunciones copulativas, diptongos y triptongos con los que nos martirizaban en los exámenes de lenguaje y he voilá!, una greguería postatómica en la forma de un microrrelato de unas pocas líneas. Un Universo andante-parlante por sí mismo y retroactivo.
Nos sorprende mostrando imágenes inquietantes y tentaculares de viscosos entes de la moderna literatura gráfica o los ancestros que componen nuestro acervo cultural desde la época en que se narraban cuentos al amor de la hoguera cavernícola, hablando de ángeles mutilados que buscan su redención en medio de la veloz autopista donde nadie se atreve a embestirles, de niños terribles con motosierras e instintos asesinos afilados, de imágenes llenas de brillantes ecos que resuenan dentro de nuestra cabeza volviendo a reposar los ojos en el fragmento leído, envidiando la enorme facilidad como Esteban ha encajado los distintos elementos ensamblándolos en un puente vaporoso tendido desde sus neuronas hiperactivas hasta nuestros cerebros enmohecidos y encallecidos en las líneas usuales de tramas y transmisión de bits y conceptos hasta anquilosados. El tío es la hostia, macho: te agarra un manojo de términos y de pronto te hace una estructura insólita que deja boquiabierto dándote cuenta de qué difícilmente tú harías lo mismo… caso de poder hacerlo… en la tesitura de confeccionar algo similar. Desliza las palabras sobre una resbaladiza mesa de metacril reluciente cargándolas con el resplandor que despide la placa y construye una imagen donde la mutilación es norma, las femmes fatales pueden desintegrarte el mentón con un suave roce o se establecen ingeniosas observaciones que atañen al despreciado noveno arte: “-nadie en los tebeos muere por un triste hongo nuclear-”. Tampoco olvida a sus amigos, considerable lista, que algunos han merecido la distinción de asociar su nombre a la inmortalidad que ofrece, aunque sea breve, un relato que, supongo, ha tratado de retratar las características y filias (o fobias) de esa persona.
Contraportada. Lean ustedes y vean |
Logró atraer mi atención con SOY EL POMO DE LA PUERTA y arrancarme una carcajada con LAS TERMÓPILAS (cielos, qué soltura; ¡es esto: LA SOLTURA que manifiesta!, lo que me tiene rabioso/pasmado/admirado, este-tío-es-un-competidor-vigílalo), provocar escenas sombrías de góticos caserones cubiertos de hongos enormes y pequeñas pesadillas sobre desollamientos que se efectúan con amor inefable. Jesús resucita en estos renglones donde el Hijo de Dios aspira a una tercera oportunidad de acabar bien en otra vida. En fin: para Esteban todo puede metamorfosearse cuando se pone a transcribir sus figuraciones en metal nuevo.
Su prosa conjuga términos actuales con otros barrocos, más que académicos, y que sirven para lustrar la circunstancia por la que atraviesa el protagonista del relato, palabras que a mí no se me ocurrirían usar (pero, claro, yo sólo tengo un vocabulario de cuarenta palabras, que robé una vez). Y están ahí: a disposición de todos.
El principio antrópico se divide en cinco apartados: SUPERSTICIOSO, MILENIO, O SEA, POST, WEIRD LEGENDS y VIGILAD LOS CIELOS, y no quiero terminar esta reseña sin señalar a otro peligroso autor de la “literatura prospectiva” (permítaseme la licencia) que abordó con resolución (pese a considerarse incapaz –y menos mal; si llega a ser capaz, ¡qué no hubiera escrito!-) los distintos PRÓLOGOS que habrán de irnos preparando para la colección que en ciento ochenta páginas tenemos por delante aún: FRANCISCO JAVIER PÉREZ, otro virtuoso de la disposición de los elementos rígidos y plásticos de la construcción de frases que en esas líneas da muestras de su gran talento.
Tras leer este libro, me siento así, anacrónico y anclado en estructuras narrativas anquilosadas |
El microrrelato se está labrando un hueco (es mi parecer) en las estanterías buscando su afirmación ante los mamotretos, algunos francamente aburridos. Pero como les han hecho tilín a los Probetas de la literatura, los tenemos que soportar pese a su naturaleza lucrativamente plúmbea. También para estos expertos tanto el prologuista como el autor tienen cariñosas palabras.
Me aseguraron que este libro era una apuesta arriesgada. Dada la calidad de algunos de sus segmentos (en otros me he embarullado, cosas de la edad), el riesgo estaba en que no vieran la luz.
Vuestro Scriptor.