miércoles, 26 de enero de 2011

LOS SEÑORES DEL ACERO – CONAN, EL APÓCRIFO

Afiche italiano de la película, bastante
espectacular, tirando a épico
Mientras aquí estrenábamos EL CABALLERO DEL DRAGÓN (¿quién la recuerda?) y los italianos seguían “deleitándonos” con ATOR el-esto-el-aquello-el-lo-otro, GERARD SOETEMAN y PAUL VEHOEVEN confeccionaron, a su ritmo y con sus querencias, carencias y fobias, FLESH+BLOOD. Para mayor, glorioso inri, la BSO la puso BASIL POLEDOURIS, el hombre que orquestó CONAN, EL BÁRBARO, donde empezó a hacer méritos para surtir de melodías épicas un futuro proyecto del realizador holandés: ROBOCOP. (Todo esto tiene un matiz a conjunción cósmica de genios pero de verdad, ¿a que sí?)
Los señores del acero es una cinta sorprendente, pletórica de energía y provista de interesantes rasgos iconoclastas. Desmitificadora. Para adultos sin remilgos. La película parece querer reflejar, aunque sin verdadero afán de “documento veraz”, un momento histórico que se matiza de transición (palabra taumatúrgica en España, o lo fue hasta 2004): la Baja Edad Media agoniza (la encarna, grosso modo, el personaje de RUTGER ROY BATTY HAUER) y con dificultad el Renacimiento (manifiesto en STEPHEN –TOM BURLINSON-) boquea entre el tumulto de las guerras, la superstición y el paganismo tocado de fe cristiana y que convulsionan este venturoso año del Señor de 1501, en algún lugar de Europa Occidental.
Promocional en DVD. Que no confunda
la carita agenlical de JENNIFER JASON
LEIGH, pagana como demuestra con la
raíz de mandrágora
Cual western-spaguetti, este filme desmitifica la mayoría de los que trataban esta época histórica y de los que podemos exceptuar, a boleo, ROBIN Y MARIAM, o EXCALIBUR. Tendían a ser aparatosos artificios en technicolor de galantes paladines, jóvenes vírgenes de castidad indiscutible, reyes magníficos, reposados y sabios (con la pinta del rey de bastos de nuestra baraja), y truhanes nobiliarios, con la Iglesia un tanto ambigua en su relación monarquía/plebe (ROBIN HOOD). Verhoeven “ensucia” a base de mercenarios encallecidos que aprenden el oficio desde pequeñitos (idea tomada quizás de EL ÚLTIMO VALLE) y rufianes de seda, vehículos que le permiten explorar las distintas facetas que puede adquirir la supervivencia, como destaca la interpretación de JENNIFER JASON LEIGH, en el rol de la sibilina, nudista y astuta AGNES.
Imagino al holandés mirando un momento extra el afiche de Conan, el Bárbaro, obra de FRANK FRAZETTA, y comparándolo con el de Ator, EL GUERRERO ROJO, o cualquier émulo desventurado parecido. Y quizás pensó en mostrarles, a todos esos, cuánto más aún se podía hacer con Conan… sin trabajar con el personaje de ROBERT E. HOWARD. Porque MARTÍN es Conan, un CIMMERIO ya maduro que piensa con seriedad (y más frecuencia) en “jubilarse”. Lo anuncia cuando se reúne con su banda y apila el botín saqueado. (Un sigul de que es Conan es la gran espada ducal que blande durante el asedio al comienzo de la cinta: refleja su afán nobiliario. Otro sigul es el recién nacido muerto; la fulana que lo alumbra asegura que es hijo de Martín. Pensando en términos de la ERA HYBOREA, Conan II no fue tan brioso como Conan el Grande de Aquilonia. Era un retoño truncado, carente del salvaje ímpetu del padre.)
Fotograma; detalle el espadón de MARTÍN (RUTGER
HAUER). Ganándose con dureza el salario. Otro detalle:
BRION JAMES, el replicante LEON en BLADE RUNNER
Es de suponer que Soeteman y Verhoeven tuvieron largas conversaciones sobre la obra de Howard, centrándose en la faceta mundana del bárbaro. Tanto Howard como L. SPRAGUE DE CAMP y LIN CARTER seguramente creyeron hacerlo cuando hablan de mozas, festines y borracheras, aunque en el fondo el máximo interés estaba puesto en el ente sobrenatural allende las leyendas y los más remotos tiempos y el enfrentamiento entre Conan, icono de la obstinación humana frente a las deidades intemporales y aun veleidosas, y el monstruo.
De Conan nunca “vemos” las penurias ni los momentos vandálicos, sólo sus simulacros. Es en esa “versión intuida” en la que ambos holandeses centraron el foco. En un: “A ver, chaval, te mola Conan, ¿no? Debe ser guay cabalgar por la Era Hyborea y partir cráneos con el mandoble, cepillándose toda hembra con la que te cruces, ¿eh? Pues fíjate.” Piojos, hambre, sed, fulanas. Dolor. Un escenario de barbarie donde el peligro radica tanto en la espada, la lanza o la daga del adversario como en el interior de la mente de éste… o ésta.
El rudo mercenario, visto desde otro ángulo, "sacralizado"
Esto se verifica en cómo Agnes se escurre, retuerce y escabulle de los diferentes y complicados trances en que la ponen los hoscos mercenarios, empobrecidos y traicionados por ARNOLFINI (¿quizás el del cuadro?), desde el momento en que atacan su convoy y la secuestran accidentalmente. Su suerte es que Martín primero da con ella, pues lo embruja ipso facto. También empiezan las contradicciones: poco antes, la internacional tropa (como el elenco), decidió vestir de rojo y abolir la propiedad: todo pertenece a todos. (Sarcasmo contra el comunismo.) Martín se ‘apodera’ de Agnes, quebrando el acuerdo recién establecido.
(Casi) toda la peña, a cuál más ruin, cruel, desaseado
Para romper con una ensoñación de épicos héroes íntegros (nadie lo es en esta cinta), Vehoeven hace que Martín viole a Agnes, pero también que, en el momento más humillante, la víctima se convierta en agresor. El obsceno rictus de maldad y deleite del mercenario (¿quizás español?) mientras agrede a la muchacha se transforma en una expresión de espanto cuando descubre que es ella la que lo está jodiendo a él. La banda jocosamente lo festeja, aunque aparecen los celos y la historia, que podría acaso empezar a declinar, coge ímpetu y una nueva vereda y se introduce temeraria por sus vericuetos para ver hasta dónde lleva: conduce al castillo que asaltan y donde Martín/Conan ensaya a ser rey (y acaba desprendiéndose/perdiendo la corona).
Afiche de LADY HALCÓN: Hauer,
como CHARLTON HESTON, interpretó
al canalla y al héroe en cintas 'épicas'
Hay un elemento sobrenatural en la película, por supuesto; debía ajustarse al canon. Si bien no se trata de un tortuoso terrible trasgo, su naturaleza no terrenal la representa la imagen de San Martín que encuentran en el lodo, cavando la miserable tumba del recién nacido muerto (y cuyo féretro es un barrilito de vino). Y aunque está claro que para el mercenario es una oportunidad más de seguir al mando y gobernar a su gente, ayudándose de la trastornada fe del desaseado capellán que encarna RONALD LACEY, a veces parece que hay algo allende los mundos. Lo remata la secuencia en que, confundido, EL CARDENAL pide una señal y Martín, un impuro, aparece aureolado por la rueda en llamas. El desaliento abate al demente.
Es en la escena final (remarcada por la BSO de Poledouris), cuando Martín reaparece, en medio del estrago, pero con una buena bolsa llena de rapiña, que descubrimos sobre qué personaje iba la cinta, que así vivía Conan… cuando no “le mirábamos”.
SLÁINE, por SIMON BISLEY. Otro CONAN
Los señores del acero es un filme eminentemente europeo, aunque tenga aportación americana. Es el tipo de cine europeo que reclamamos se haga, con dirección magistral, colosales interpretaciones (¡joder, si hasta los actores españoles que salen lo hacen tan bien que parecen made in USA!) y estupendos guiones, libres de los complejos de mierda existencialistas, oscuros, depresivos y con algunas izquierdadas de propina.
Lo más trágico es que el personal que puede replicar, continuar, superar, Los señores del acero, existe. Pero está vetado por quienes quieren hacer la enésima y desabrida ucronía/derrota de FRANCO, evitando así dejar una grata sensación en el espectador.
Vuestro Scriptor.