miércoles, 5 de enero de 2011

ROBOTS – EL PRECIO DE LOS SUEÑOS

Afiche de esta ingeniosa producción
donde comparece lo vital del elenco
Hay varias subtramas incrustadas en esta producción de TWENTY CENTURY FOX y que deben llamarnos la atención más que el escenario dinámico donde se desarrollan. La animación por computadora está adquiriendo cada vez más calidad y relevancia entre los distintos recursos narrativos con los que contamos, transformándose en una forma muy válida (aunque no única) de transmitir fábulas aleccionadoras, y lo hace con más eficacia que si lo predicaran desde el púlpito hertziano de la TV o la radio.
Una imagen vale por mil palabras pero también en el caso de Robots (como hacen las producciones de PIXAR) es la forma de introducirte en su prédica, no es el discurso en sí, aunque lo parezca por lo espectacular, detallado o trepidante de la animación, cebo para que prestes atención al mensaje.
Sucintamente, Robots relata el cuento chino del chico provinciano que se larga a la gran ciudad porque tiene un sueño y posee tal fe en él que es capaz de materializarlo merced a su empeño. HAROLD LLOYD tiene un par (lo menos) de películas (mudas) sobre el tema. Así de vieja es la cosa. En la gran ciudad, apabullante escenario que intoxica su candidez enseguida, descubre la cruel realidad, pero se hace con algunos amigos, más o menos valiosos en el esquema de sus proyectos, y al fin, con el debido coste, obtiene su meta. En esto, Robots es un pelín embustera, porque muchos tenemos sueños y peleamos por ellos arduamente y acabamos más herrumbrados por el desencanto que algunas máquinas que aparecen en el metraje.
RODNEY, nuestro héroe, un robochaval
con los ciberbolsillos llenos de
compusueños de gloria. Me era familiar...
No obstante, centrémonos en las subtramas que contiene y hacen relevante la película. Primero: Robots trata de un genocidio. Segundo: critica que el trabajo quede baldío. Tercero: pide que te seas leal a ti y tus principios. Cuarto: debe primar el mérito, sólido, sobre las recomendaciones y los carnets. El resto son FX, cabriolas, interpretaciones más o menos divertidas (o cuestionables: MANIVELA estraga), detalles y engranajes que giran con determinado ritmo y que impiden olvidar, tanto al espectador como a los muñecos en pantalla, su entorno mecánico, donde rigen leyes inmutables.
Robots previene contra la uniformidad: lo hace merced a las vistosas actualizaciones de metal plateado que eliminan todas las características físicas de sus portadores; ofrece cuerpos esbeltos-y-niquelados de estructura idéntica, lineal, sean masculinos o femeninos, una expresión facial igual y, es de suponer, que al incorporarse el otro yo, los pensamientos se irían unificando bajo un criterio concreto, aunque ese punto no se toca en la cinta. De momento, todo queda en el limbo de lo estético. Quizás luego venga “actualizar” la mente del usuario. Se empieza por poco, piano-piano.
Míralo: de mayor, EL GIGANTE DE HIERRO, con el
vozarrón de VIN DIESEL para hacerse oír
Robots defiende la diversidad, un vasto mosaico donde hay más virtudes que defectos, y que las diferencias sirven para comprendernos mejor, ya que la apariencia lamentable de cierta máquina instila compasión y/o reflexión sobre nuestra suerte. Siendo todos cromados y perfectos estéticamente hablando, se eliminan las matizaciones raciales. De paso, también tener que superarse: la utopía es manifiesta.
Es interesante el diseño de EL GRAN SOLDADOR, una esfera benefactora, apacible y simpática, como sigul de la Tierra y del centro, que acoge tanto como proporciona una ubicación en el espacio. Su plateado rival, RATCHET, es todo ángulos, magro, áspero, pese a que su estructura prometa mayor eficacia y prestancia. Pero, al contrario de la esfera, no ofrece cobijo, sino cegadores reflejos de luz. Todo él es superfluo, satánico.
CAPPY, el ciberromance que toda historia
de héroes épicos debe tener
En apariencia, el Gran Soldador es también génesis de este barroco mundo de colosales engranajes. Es un dios práctico; anima a sus criaturas a tener ideas, que aporten algo en su bien y el de la comunidad. Al modo STANISLAW LEM, Robots recrea la Creación (para enojo de los Creacionistas) mostrándola como un vasto proyecto de ingeniería en el que sus habitantes deben agregar su granito de arena, y no dejarse exclusivamente a la merced de Dios. Hay un orden mecánico y, en gran parte inalterable, para su propia seguridad, pero hacerlo más cómodo depende de uno.
Luego está tener gran confianza en ti y tus recursos. RODNEY, el protagonista, depende por completo de sí para alcanzar el éxito, aunque en algunos momentos reciba auxilio de sus estrambóticos amigos (el elemento de diversidad étnica contra-la-uniformidad). Eso, que podemos interpretarlo como un canto a la solidaridad entre los seres, es casi algo de rutina y que insertaron para engrosar la médula de Robots.
El malo: RATCHET; brilla, fija y destila agresividad

Porque su principal mensaje es fe en el trabajo, la constancia y el mérito, unos atributos muy americanos, cierto, que a su vez traicionan ellos mismos, pero no por eso dejan de tener grave validez. Es posible que esta película enoje a bastante gente, que la considere de hojalata, resonante porque está hueca; irritará a los mediocres, que dependen no tanto de su hacer como de su capacidad para sustraer lo que necesitan del Poder (masa ciega susceptible a los halagos que obtiene de los aduladores, a los que premia con recursos, negándoselos a los proyectos prácticos). Robots critica el oropel que envuelve a ciertos “triunfadores”, que conquistan la cumbre sólo porque destellan con gran intensidad y, cegando a los demás, se instalan donde no merecen. No es la película de los pelotas y los agasajadores, precisamente.
Fotograma de EL GRAN SOLDADOR benefactor; un estilo
amable de hacer mejor el mundo, no comercial, o al menos
como lo tiene interiorizado Ratchet
En la censura a los mediocres, Robots es implacable (aunque no es la única, y quizás tampoco la más brillante al respecto). Lamenta que sujetos sin valía alcancen cotas de importancia que personas de probada capacidad jamás obtienen, y quizás porque su aspecto externo no obedece a una serie de consignas estéticas aprobadas tácitamente por la Sociedad, como si fuesen atributos de apareo: un pelaje luminoso, una estilizada línea, un fulgor magnético visual. Critica esto también en la gente: el que reparen en el atractivo externo ignorando el condimento interno. Esta denuncia es estéril, pues no va a cambiar nada por mucho que la pregonen, y pida que consideren, ¡CONSIDEREN USTEDES!, el peligro que supone escoger, por ejemplo, a un dirigente por su cabellera o perfil apolíneo, en vez de por su inteligencia o capacidad de gestión.
La malvada madre de Ratchet. Su diseño, curiosamente, es
puro STEAMPUNK siniestro, comparado con su hijo
Robots pertenece a la hornada de producciones animadas que contienen un mensaje importante y es capaz de dejar un profundo troquel en el espíritu del espectador. Aúna la reflexión crítica con la amenidad y la diversión (¿por qué no debería ser así?), pues comprende que, de esta forma, accederá mucho mejor al público que si se limita a ser un brutal documento, práctico, escueto, hiriente, impregnado de denuncia. Deben y pueden coexistir estos dos sistemas de información; no tiene uno por qué ser mejor que el otro. Empero, hay quien se empeña en despreciar la capacidad de transformación que una fábula como Robots posee, desdeñándolo por parecer “cosa de críos”. Todo lo que no tenga esa desgarradora estética de revolución rusa, al parecer, no vale.
Vuestro Scriptor.