lunes, 10 de enero de 2011

RÉQUIEM POR LOS QUE VAN A MORIR – MATANDO BAJO LA LLUVIA

Portada de mi ejemplar. La edición
de CÍRCULO DE LECTORES hace
justicia a la novela
Posee algo cautivante esta sobria novela policíaca de JACK HIGGINS (autor que tuvo considerable éxito entre Década 60 y Década 80, como FREDERICK FORSYTHE, autor con quien le relaciono, ignoro la causa), a un paso de lo esquemático y que elude los grandes párrafos farragosos sembrados de palabras estériles que sólo sirven para ralentizar la acción, tendiendo un nimbo de adjetivos que no redundan en la concreción de los personajes, sino todo lo contrario. Lo que debía contar no podía esconderse tras frases grandilocuentes que lograran despistar (no: edulcorar, lubricar) nuestra atención de los motores principales del relato: los remordimientos, la violencia, la devastación anímica, la impresión de que una vez que has caído jamás remontarás; aun al fondo, puedes seguir cavando. Más hondo todavía.
Por otra parte, por fascinante que sea el protagonista, MARTIN FALLON, hay que reconocer que la novela se apoya en un punto embustero, irreal. Fallon, ex terrorista del IRA, tras cometer un atentado particularmente cruento, empieza a ser devorado por los remordimientos; le parece haber sido colocado ante un espejo donde se ve de una forma veraz, carente de la gloria y la leyenda urbana de las que se creía aureolado, mostrándole descarnado, ensangrentado, una alimaña más que un luchador por la libertad. Higgins intenta hacernos creer que los terroristas tienen alma y ésta les produce un virulento sentimiento de aborrecimiento. Los terroristas no tienen alma; sus acciones lo manifiestan. Obligan incluso a los que sí la tienen a emporcarlas adoptando sus mismos despiadados métodos de combate empeñados en destruirles. Si NIETZSCHE advirtió que “quien lucha contra monstruos debe evitar convertirse en uno”, ese esfuerzo puede llegar a ser auténticamente imposible en esta batalla. La materia que compone el alma, la conciencia, la integridad, se mancha con gran facilidad, se desgarra más deprisa de lo que quisiéramos pensar.
JACK HIGGINS (es un pseudónimo)
posando para la posteridad. Parece
pilotar EL TRUENO AZUL
Fallon, estragado de sí mismo, empieza una huida que no tiene clara meta; al llegar la noche las voces acusadoras gritan en su interior exigiendo vindicación, y piensa que poniendo tierra por medio, logrará huir de la barrena que lo carcome. Su única salida es adquirir documentación falsificada. Pero esto le sitúa en una delicada posición, porque depende de gente en absoluto fiable y tan carente, o más, de escrúpulos que él. DANDY JACK MEEHAN, un gánster inglés de cierta relevancia en el Norte de Gran Bretaña, le aprieta las tuercas para obligarle a cometer un asesinato, matando a ‘la competencia’. Fallon no tiene más remedio que aceptar: Meehan tiene sus papeles, el dinero. La poli está pisándole los talones; sus viejos camaradas lo quieren muerto: sabe demasiado. Él mismo no se soporta. Pero la inercia lo impulsa por las calles y escenarios con los ojos cianóticos buscando una salida que no encuentra.
Portada foránea de HA LLEGADO EL
ÁGUILA; complot nazi para matar a
WINSTON CHURCHILL. Buena peli
Mezcla su vida con la del párroco MICHAEL DA COSTA, un ex comando de la Segunda Guerra Mundial, que es testigo del asesinato que Fallon comete. En cierto modo, Da Costa es como el reverso del terrorista. Hombre fuerte, de poderosas convicciones y fe en lo justo, más aún que en Dios, está poseído por un diablo tenaz, el de su propensión a la violencia, la cual le ha llevado a una mísera parroquia de un barrio marginal donde sus superiores esperan que adquiera “humildad”. Pero Da Costa es tan indoblegable como Fallon, que sigue empeñado en ver virginidad en su causa, y la situación en la que le pone lo obliga a ser de nuevo violento, y lo peor: a agradarle satisfacer esa parte de sí. (En este sentido, Da Costa está, sino inspirado, al menos es bastante parecido a otro cura “guerrillero”, el DON CAMILO de GUIOVANNI GUARESCHI. Comparten tramo histórico y más o menos parecidas vivencias –aunque Da Costa sufre en Corea [durante la guerra] internamiento en un campo de concentración comunista [pero ¿éstos tenían campos de concentración? ¡Anda ya! ¡Eso debe ser propaganda atlantista, clerical y belicista! Esas bellas personas, ¡con gulags, vamos!] que es bastante parecido a las penalidades que sufrió RAMBO-, y hasta en el físico se semejan.)
Afiche español de una película sobre la
cual conviene correr un tupido-tupido velo
Higgins, en una novela donde siempre llueve (en esta, sí, constantemente; empieza en la lluvia y acaba bajo ella), concentra casi el grueso de la historia en las horas siguientes al asesinato cometido por Fallon, cincelando, con eficaz precisión, los distintos rasgos de los personajes principales de la historia, cuya trama recuerda al FAUSTO de GOETHE (merced a ANNA DA COSTA, que se desespera tratando de sacar del abismo a Fallon, tentado por un diablo concreto), y que deja huella en el lector. Llega incluso a plantear una situación en la que es inevitable simpatizar con Fallon, y con reservas, con su causa. Describe un momento realmente crítico y que justifica la réplica que se le da. El problema viene cuando Fallon se integra en la estructura, cruza la línea, y se embarca hasta el fondo en algo que no puede tener ni gloria, ni esplendor, ni siquiera justificación, pues ya no se trata de legítima defensa propia. Pero hay sombra épica en lo que hace y, sin darse cuenta, penetra en una intensa corriente de inercia que es la que le hace ir armado a todas partes, dispuesto a disparar en la nuca de la gente.
BOB HOSKINS como el padre MICHAEL DA COSTA, el
presunto equilibrio moral de MARTIN FALLON. Por
buen actor que sea, no da la talla para el casi titanico
cura de la novela
Réquiem por los que van a morir (A PRAYER FOR A DYING) me sigue fascinando tras tantos años. No tiene intención de ser un poderoso best-seller de ésos que remueven los planes editoriales de tal modo que abocan a toda una saga de escritores a emular al caprichito del momento (léase: DAN BROWN, STIERG LARSSON) y pergeñar una basura porque está de moda, mal que le pese al autor. Higgins fue tan honesto como los personajes que retrata en su historia: escribí algo que me salía del alma y de este modo se exterioriza, creo que diría preguntado al respecto. Su novela es uno de esos titanes que han quedado olvidados por la grandilocuencia de otros títulos, mucho más hueros, pero resonantes como grandes ídolos de hojalata.
Merece la pena poseerla y deleitarse con la forma simple y escueta, directa, como se encaminan todas las situaciones al final que permite a Fallon una vía de escape; en todo caso, para él supone la liberación que lleva anhelando desde la primera línea.
LIAM NEESON antes de ser DARKMAN y todos los
demás interpretados; aquí, de terrorista del IRA, un
personaje que no aparece en el libro
MICKEY ROURKE (cuando aún tenía rostro, no una inflamación terrosa con tatuajes) se sintió tan fuertemente impresionado por este sencillo relato de 1972 que forzó a la producción de una deficiente película que parece más un episodio de EL EQUIPO A que la novela que escribió Higgins. Acaso tiene el aliciente de ver a LIAM NEESON (antes de ser DARKMAN, u OSCAR SCHINDLER, o maestro Jedi rebelde) como uno de los terroristas ex compañeros de Fallon a la caza y asesinato de éste. Por lo demás, apenas nada reseñable merece esa cinta, que pone en peligro la extraordinaria historia en la que se basaba.
Quizás debió ser adaptada cuando filmaron el primer GET CARTER, protagonizado por MICHAEL CAINE; los ambientes de ambas historias son concordantes, sino iguales.
Vuestro Scriptor.