Un contraste para estimular el interés del respetable, resaltando que una subtrama del relato versa en el enfrentamiento de lo pasional contra lo racional |
El concepto acuñado bajo el epígrafe ‘Marsoon’
era demasiado grande, atractivo, sugerente, como para confinarlo únicamente a Las graves planicies. (Hubiese sido un
desperdicio.) Es vasto proscenio donde casi cualquier cosa puede ocurrir. Para
que suceda, sólo hay que prestarle un poco de imaginación y cierta complicidad,
más que condescendencia, con las libertades que me haya podido tomar.
Y no podemos desperdiciar buenas ideas;
demasiadas se malogran ya para seguir esa tendencia. Hay que explotarlas, con
sabiduría y habilidad.
Y si bien el escenario, el planeta
Marsoon, poseía matices llamativos per se,
su impresionante capítulo de habitantes, a la fuerza allí retenidos por causa
desconocida, es aún mayor aliciente para querer adentrarse en sus desolados
páramos y solazarse con aventuras que proceden de “la vieja usanza”,
actualizadas con lo que ahora dispara el pulso del espectador, en este caso, el
lector.
Otro bosquejo. Si algo predomina en esta secuela de LAS GRAVES PLANICIES, es la lucha entre lo visceral e instintivo contra la disciplina organizada |
Evidentemente, no se le hurta al avezado
lector, que ‘Marsoon’ es una ‘corrupción’ de Barsoom; por fortuna, me distingue de EDGAR RICE BURROUGHS, hombre
de fecunda imaginación, lo reconozco, querer proporcionar algo más que un
puñado de improvisadas ocurrencias al descuido lanzadas a los párrafos para
articular una nueva andanza de JOHN CARTER. Me ha tomado tiempo ir construyendo
una Sociedad (tres, más bien) nativa rica en elementos culturales, económicos,
sociales y religiosos, algo que diese fondo a los relatos, pese a ser una
fantasía sin más trascendencia que la de proporcionar un grato rato de
esparcimiento. Todo está atado, y muy bien atado.
También he cuidado, cuanto he podido, los
perfiles psicológicos de los participantes en las novelas. Eludí al máximo
presentar figuras planas, al menos, en lo concerniente a protagonistas o
secundarios de interés, porque eso envenena toda la narración. Eso es otra cosa
que me toma bastante tiempo, procurando prestar a los personajes “ese algo” que
les diferencie de los demás: muestran manías, un vocabulario, una forma de
pensar/actuar peculiar. En plan la vida misma, vaya.
Lo comentado: lo salvaje/animal contra lo disciplinado. (La figura femenina, para hacer bulto) |
Era muy fácil limitarse a maquear
ligeramente algunas de esas grandiosas figuras “tomadas” del pulp y dejarlas correr por estos pagos actuando
según sus características de origen. Eso no va conmigo. Quiero que evolucionen.
Puedo equivocarme con lo que al final he conseguido, pero jamás me negarán haber
intentado hacerlo genuino.
Finalmente apelaré, confiando se reconozca
un mérito, a mi estilo narrativo particular. Gusta a lectores sin complejos,
pero no tanto a los ‘eruditos’, a personas con un sentido “clásico” de la
narración que, amigos míos, está anquilosado. O lo estará pronto. Por supuesto,
terminas aceptando que no escribes para contentar a esos escrupulosos lectores,
pues tienen tan elevado el listón que imposible es contentarles. Escribes el
tipo de libros que quisieras realmente leer.
Detalle |
Y descubres que otros muchos comparten tu
criterio. Eso se llama: ventas.
Pronto,
más sobre una épica llena de atormentados personajes que procuran acertar en
medio de un entorno violento y proclive a causar errores fruto de la
precipitación.