Afiche. Esa cara, esos sudores de malignidad, ¡qué texto adjunto! |
¡Vaya película! ¡VAYA PELÍCULA! Roger
Corman fusiona dos cuentos de EDGAR
ALLAN Poe adhiriéndoles infantil adoración diabólica disparatada destinada
a contentar a un público fácilmente impresionable merced a una desamable
atmósfera de presunto terror en un set
neblinoso, por donde paisanos embozados y con túnicas pasean monótonos
recitando átonas frases, pretendiendo así apabullarnos aún más, imprimirnos que
esto es serio DE VERDAD, que la Muerte misma se sienta a tu lado.
Hoy día esto sólo causa irrisión;
aburrimiento; desapego. Todo mérito que haya podido acaparar durante los años
esta cinta desaparece ante la comparación con la producción actual; desnuda las
triquiñuelas pueriles con que Corman pretendía darnos el susto, los
estrafalarios escenarios, panteón de las burdas interpretaciones de los actores.
El principal aliciente es VINCENT PRICE, alias
despótico PRÍNCIPE PRÓSPERO. Despliega un soberbio histrionismo histérico
desmedido en el plató. Impone su elegante corrupción europea ataviado de
sátrapa medieval, oculto en una fortaleza de cartón piedra y tras el escudo de
soldados tan viles como él. Invita a su mesa a una corte de noble gentuza tan
faltos de escrúpulos como Próspero, rana pretenciosa en el centro del estanque
de aguas putrefactas, satisfaciendo sus desquiciadas órdenes por humillantes, o
absurdas, que sean. Todo vale para contentar al Príncipe, quien les prometió librarles
de la plaga que vacía el mundo.
VINCENT PRICE disfrutando como un enano con esta actuación; le permitía desplegar su carácter histriónico como PRÍNCIPE PRÓSPERO |
El mínimo-nimio cuento de Poe, destacable
por los elementos de las extravagantes habitaciones de intensos colores y el
pueril detalle del reloj de fuertes campanadas (tanto Próspero como los restantes
integrantes del texto son sombras que el caballero virginiano mueve por el
proscenio de su prosa cuan robots, carentes de psicología o particularidad),
que interrumpía las orgías de los festejantes mientras dichas horas sonaban
(alguna especie de imagen del paso del tiempo; nuestra mortalidad, recordada
así, a la fuerza, a quienes intentaban huir de ella), no contiene la chicha con
la que Corman extiende su metraje; así que adquiere HOP-FROG, la venganza ardiente del enano no menos medieval sobre
los nobles que lo torturaban, corte casi calcada de la de Próspero, así travistiendo
la obra del ex cadete de West Point para, a base de risibles escalofríos, sacarnos
los cuartos y recuperar la inversión realizada en la producción.
Fotograma donde despliega todo su hieratismo tiránico regado de sardonismo hipócrita |
Corman era muy de travestir el trabajo de
Poe. Tampoco perdonó el de H.P. LOVECRAFT, que a placer deformó y distorsionó. Travestir
sus cuentos evidencia qué escaso respeto por Poe sentía. Hace suponer lo veía
como un despojo, despreciable borracho muerto por culpa del alcohol al que
saquear sin miramientos porque poco el difunto podía protestar ya. Quizás
algunos exégetas quisieran emitir una débil protesta de resonancia limitada. La
crítica preferiría recordar, de pasada, que la materia prima era poeiana y
atacaría, o destacaría, la interpretación central/general de Price, que no
tenía por qué comedirse; la película era barata, y podía aceptar alguna merma
salarial a cambio de comportarse como un divo descomedido.
A esta pobrecilla me la traen por el callejón de la amargura |
Empero es desdén también el que exhiben
los exaltados poeianos, en solitario o agrupados, al ¡exaltar! y ¡aclamar!
estas travestidas cintas de Corman que, a duras penas, dan el entretenimiento
que nuestro ocio, tras la lucha diaria, reclama. Deberían impugnarlas,
denostarlas, escarnecerlas, no abrazarlas con voluble pasión fanática
argumentando que ¡mira tío es la edición DVD Plus Rayos Gamma en caja Hulk a
imitación del cutis de Vincent Price!, virtudes por las cuales se les perdona
todo.
Un apalancado haciéndole la pelota a Próspero. Se chotean de la corte, del julandrón travestido de Catwoman |
¡Esos poeianos! Voces airadas y ariscas
de nula autoestima, teatrales enrocados en lo diminuto de su plaza y
entendimiento, que tanto TANTO aman al Maestro, intentando imitarle aun en la última
coma, la falta de sentimiento de sus personajes, la trasparencia inapetente e
impúber de sus cuentos de fantasmas, produciendo por tanto abortos infames, no
literatura, no homenaje, que luego, eso: condonamos el travestismo que Corman
hizo de la obra del ¡admirado! porque, primero, la interpretaba Price, luego
Corman era un mago de la serie B y con poco, hacía mucho, y después porque…
porque… proporciona la posturita estética con la cual desmarcarse, deslumbrar a
la masa inculta. Y se ven envueltos en la capa, bajo el sombrero de ala ancha
la pálida carita de poeta trágico tiritando de frío y mono de láudano, enfrentados a un piélago de novelas pulp cuya calidad profesional les supera,
implacable.
El parchís viviente desfila hacia otra cutre película |
La grandeza literaria de Poe queda
profundamente humillada tras advertir qué escasa repercusión cinematográfica
tiene. Los grandes directores, le ignoran. Poe ha quedado para bibelot cursi de cursis, esperpento de
mamarrachos que ven en su vida, u obra, drama a imitar; excusa para arrancar el
¡ay! de conmiseración a damiselas bobas por ese pobrecito poeta incomprendido al
que ponen borde del suicidio porque su ‘literatura’ jamás se publicará, en
serio, por parecer persecución… cuando, en realidad, lo escrito no vale una mierda.
¡Pobre Poe! Capricho de caprichosos.
El único que gana aquí: Corman. Supo
rentabilizarle.