jueves, 10 de diciembre de 2015

UNA PRINCESA DE MARTE — UNA INFLUENCIA DE STAR WARS

Ilustración de MICHAEL WHELAN
preñada del exotismo (estrambótico)
del que EDGAR RICE BURROUGHS
haría gala constante en estos relatos
…cuya nueva entrega es de ¡inminente! estreno. Observemos: entre las virtudes de la Revolución Industrial cuentan la explosión demográfica y la extensión de la educación a las masas obreras. Un número creciente y potencial de lectores (saber leer no significa querer hacerlo) empezaba a exigir variedad de títulos, multiplicando las oportunidades para los escritores, merced a avispados editores.

El gusto comenzaba a variar. La Cultura dejaba de ser un intocable privilegio preferente de unos pocos. El populux que sabía leer comenzaba a acceder a esos ilustres salones pseudofeudales reservados, y la evasión de masas empezó a adquirir conciencia de sí misma, su valor, y se urgió la necesidad tanto de evolucionar como de dignificarse.

La plebe, empero, continúa pretiriendo sexo, casquería y comadreo, mientras las elites se han atrincherado aún más en la numantina defensa de la Cultura, transformándola en un sibaritismo exclusivo/excluyente que aúpa hacia lo inmarcesible según qué arte (ópera, ballet, poesía…) u obra, mientras abomina del resto, fabricando etiquetas despectivas fuertemente empeñada en destruirlo tras previo desprestigio.

Aprovechando, no obstante, esa eclosión de la lectura entre las clases humildes, nacen las revistas pulp, que adquirirán su prestigio y madurez durante Década 30. EDGAR RICE BURROUGHS, fecundo e imaginativo personaje que practicara infinidad de oficios dispares, sabrá barrenar este filón, como H.G. WELLS, o SIR ARTHUR CONAN DOYLE, a vuelapluma, lo harían en Gran Bretaña.

Pintura sobre Burroughs y muchos de los
elementos que constituyen el grueso de su
producción literaria
Burroughs se da a conocer mediante las entregas de lo que podemos definir el primer space-opera maduro. A voleo, podría recordarse que JOHANNES KEPLER o VON MÜCHHAUSEN ya “volaron” a la Luna, sosteniendo algún tipo de andanza allá con sus exóticos nativos.

Burroughs, sin embargo, ensancha la grieta. Traslada a un bravío, pero misterioso, oficial confederado, JOHN CARTER de Virginia, a las graves planicies de Barsoom, un fantabuloso planeta Marte que, con rigor actual, puede definirse como un Camelot fetish. (Esto habla mucho —o nada; pudo ser mera ocurrencia, golpe de efecto con el cual cautivar indecisa audiencia— sobre las fijaciones sexuales del autor.)

Burroughs, uno de los activos padres de la ciencia ficción y pilar de la literatura pulp, empero no creía en absoluto en el género. Escribir “disparates” sobre marcianos en cueros, mas embridados por correajes estratégicamente ubicados, combatiendo ancestrales enemigos, o alimañas nativas de aspecto peculiar, era forma cómoda de ganar dinero. Mucho mejor que buscar azarosamente oro en California, o Canadá, o guiar reatas de mulas cargadas de pertrechos por Arizona, expuesto a tiroteos o robos en esos desolados pagos.

Recatada cubierta (comparada con la
de Whelan) del primer recopilatorio de
las andanzas de JOHN CARTER
Tenía Burroughs, puede intuirse, ambiciones burguesas, y se entregó a satisfacerlas apasionadamente. Obtener cierto crédito escribiendo aquellas tonterías que habían cautivado a un llamativo delta de lectores, lo alejaba de la intemperie o los saqueos. Como STEPHEN KING afirma, la mejor literatura sale del estómago (de tener que llenarlo). Esta lucha por no perder sus comodidades hace al “ambicioso” Burroughs escribir sin parar duelos de capa y espada y romances interplanetarios en un marco característico de novelas de caballería. (Así debe describirse su epopeya marciana, de moderna novela artúrica.)

Personas acomodadas han producido clásicos y obras maestras, sin duda. El talento, como la Muerte, no efectúa discriminaciones. Pero el factor ‘necesidad’ prima considerablemente en la producción. La ‘ambición’ de LESTER DENT, que ve en DOC SAVAGE forma de ganarse bien la vida, no es igual a la de algún autor respaldado por una opulenta fortuna. El primero escribe porque es su trabajo y medio de sustento; el segundo lo haría como por capricho.

John Carter dio para estas y más novelas aún
Esto resume la trayectoria de Burroughs. A golpes de fértil (aunque, con frecuencia, disparatada) improvisación, encajados con cierto esfuerzo en el continuo de la saga, Burroughs obliga a su galante caballero virginiano a superar a punta de sable las penalidades de un hedonista mundo nudista moribundo. Gorilas blancos gigantes, Hombres Verdes, nómadas de los secos fondos oceánicos marcianos (y trasunto de los pieles rojas norteamericanos), Hombres Rojos que mantienen fresca la flor de la caballería y la bellaquería más folletinesca, amores límite… Da igual. ¡Lo que sea!

Es la guerra contra la miseria, no dormir entre lobos, sino en cómoda cama. La fiebre creativa de Burroughs se dispara, componiendo una colorida oda a la aventura, la camaradería y lo que luego Dent perfeccionaría: el viaje de las tres mil millas. El problema empezaba aquí, y terminaba en la otra cara de Barsoom. Entre medio, ¡chico! Qué viaje.

Y para esta película que, bueno...
Una princesa de Marte acusa la impericia de Burroughs. Parte del comienzo aburre y alienta el deseo de querer suspender la lectura. Pero cuando sumerge a John Carter en el Camelot marciano, las cosas ganan color y empiezan a mirarse, con más tolerancia, los distintos e inventivos disparates y ocurrencias que el escritor acuña.

Que la masa lectora popular de la Revolución Industrial expresara hambre de fantasía jugó a favor de la incierta suerte sobre la continuidad de John Carter y su saga interplanetaria. Listo a saciar esa apetencia, allí estaba Burroughs, condimentando las más delirantes aventuras.