viernes, 6 de julio de 2018

LOBO – EL ÚLTIMO CZARNIANO — ¡YA ESTÁ AQUÍ!

Y, de pronto, a comienzos de Década 90...
¡EL HOMBRE ataca!

Eso rezaba en la cubierta; un rajado reclamo optimista que dejaba indiferente; atrapaba el impactante dibujo de SIMON BISLEY, quien nos había sacudido con su dinámica versión de SLÁINE. Vivimos comienzos de Década 90. Venimos zumbados de una sucesión de hitos gráficos que han hecho leyenda urbana: WACHTMEN, V DE VENDETTA, BATMAN – DARK KNIGHT. Estaba pegando fuerte DC COMICS merced a que MARVEL había cabreado a ALAN MOORE (y varios más) y éste, pese a lo mal que todo terminó luego, volcó su considerable narrativa en colecciones de la Distinguida Competencia.

En rajada racha, en efecto; Lobo, un oscuro sujeto agregado a una de sus series menores, estaba a punto de saltar a la violenta palestra de nuestra querencia aprovechando el que: A) el cómic evolucionaba hacia postulados más adultos, abandonando el circuito del TBO marginal/fanzine estilo ROBERT CRUMP; B) Bisley hizo una potente obra de ingeniería redibujando a Lobo; C) DC estaba en gracia; D) una sensación de mayor permisividad agitaba a la Sociedad.

Pronto, HARD BOILED (MILLER-DARROW) también sentaría precedentes; hay un coletazo de reacción en Marvel (mediante el sello EPIC). Publica THE LAST AMERICAN o MARSHAL LAW, junto a otras ficciones de ambiente “maduro” que no han pasado a la Historia de la Historieta salvo como mera anécdota.

Es el trazo de SIMON BISLEY
lo que realza y hace atractivo una
miniserie estilo
RUTA SUICIDA
Lobo empero toma por sorpresa. Irreverente, salvaje, desmedido, cruel, sádico. Su feroz humor negro consigue un creciente número de adeptos. La primera aventura (cuatro números) que nos lo presenta (dejando de ser ese secundario de feo uniforme a lo KISS terminal) es una road movie en viñetas donde se ilustran los juveniles antecedentes de un ser sin alma que goza destruyendo, relatados a modo por su maestra de cuarto curso, una estirada y quisquillosa czarniana (¡otra! Ofensa Nivel MAX para Lobo, quien pretendía ser único de su raza en todo el Cosmos, vasto y eterno, del cual procedemos), que destripa a Lobo en una Biografía No Autorizada.

Queda bien, la premisa, y sobre todo dibujada por Bisley, en unos tiempos de creciente nihilismo que preconizan la esterilidad épica de Década 90. Ésta es asimismo retratada en los grupos que, enterados del traslado de la prisionera que Lobo escolta, intentarán entorpecer la misión del czarniano o ayudarlo, caso de los Hijos de Lobo, locos moteros estelares que rinden irracional culto absoluto a EL HOMBRE.

Como sucede con todas las sectas y sectarios, se perfilan paródicamente parias que no tienen oficio ni beneficio, o autoestima, o gozan de un tiempo excesivo de ocio, que se embarcan a esta cruzada, en uno u otro sentido, procurando dar sentido a sus vidas. El mismo Lobo “morirá” víctima de esta ansia de orden, al zambullirlo en aventuras más Más MÁS desquiciadas que lo envenenarán hasta hacerlo la actual nulidad, anecdótica también, que es Lobo.

Si no, compárese el primer LOBO con el de Bisley:
¡estoy seguro de que se rajaría a sí mismo de verse
con esas patéticas pintas!
Porque DC cometió el pecado de explotarlo en demasía; durante una racha de tiempo demasiado larga, Lobo aparecía en todo; zumbaba a todos; lo zumbaban todos. ALAN GRANT lo transforma en un desesperado bufón psicópata protagonista de argumentos descerebrados que, de vez en cuando empero, dejan algún que otro número digno de ser conservado. Mas la constante Grant era: ¡matadestruyerraja! sin sentido pues no se me ocurre nada mejor que hacer contigo, chaval.

Es lo que tienen este tipo de personajes; funcionan de rajada puta madre magistral en espacios cortos, con distancia entre apariciones. Permitiéndose currarse tanto el fondo como la forma. Reventarlo como hizo DC (cuan augurio de los tiempos de estrechez creativa que ahora vive) fue cancerígeno para Lobo. Sin embargo, la lectura de esta aventura no es baladí; conserva intacta su potente frescura. Suerte nada mínima-nimia, en verdad.