Y, de pronto, a comienzos de Década 90... ¡EL HOMBRE ataca! |
Eso rezaba en la cubierta; un rajado reclamo
optimista que dejaba indiferente; atrapaba el impactante dibujo de SIMON
BISLEY, quien nos había sacudido con su dinámica versión de SLÁINE. Vivimos comienzos de Década 90.
Venimos zumbados de una sucesión de hitos gráficos que han hecho leyenda urbana:
WACHTMEN, V DE VENDETTA, BATMAN – DARK
KNIGHT. Estaba pegando fuerte DC
COMICS merced a que MARVEL había
cabreado a ALAN MOORE (y varios más) y éste, pese a lo mal que todo terminó
luego, volcó su considerable narrativa en colecciones de la Distinguida
Competencia.
En rajada racha, en efecto; Lobo, un oscuro sujeto
agregado a una de sus series menores, estaba a punto de saltar a la violenta
palestra de nuestra querencia aprovechando el que: A) el cómic evolucionaba
hacia postulados más adultos, abandonando el circuito del TBO marginal/fanzine estilo ROBERT CRUMP; B) Bisley
hizo una potente obra de ingeniería redibujando a Lobo; C) DC estaba en gracia; D) una sensación de mayor permisividad agitaba
a la Sociedad.
Pronto, HARD
BOILED (MILLER-DARROW) también sentaría precedentes; hay un coletazo de
reacción en Marvel (mediante el sello
EPIC). Publica THE
LAST AMERICAN o MARSHAL
LAW, junto a otras ficciones
de ambiente “maduro” que no han pasado a la Historia de la Historieta salvo
como mera anécdota.
Es el trazo de SIMON BISLEY lo que realza y hace atractivo una miniserie estilo RUTA SUICIDA |
Lobo empero toma por sorpresa. Irreverente,
salvaje, desmedido, cruel, sádico. Su feroz humor negro consigue un creciente número
de adeptos. La primera aventura (cuatro números) que nos lo presenta (dejando
de ser ese secundario de feo uniforme a lo KISS
terminal) es una road movie en
viñetas donde se ilustran los juveniles antecedentes de un ser sin alma que
goza destruyendo, relatados a modo por su maestra de cuarto curso, una estirada
y quisquillosa czarniana (¡otra! Ofensa Nivel MAX para Lobo, quien pretendía
ser único de su raza en todo el Cosmos, vasto y eterno, del cual procedemos),
que destripa a Lobo en una Biografía No
Autorizada.
Queda bien, la premisa, y sobre todo
dibujada por Bisley, en unos tiempos de creciente nihilismo que preconizan la
esterilidad épica de Década 90. Ésta es asimismo retratada en los grupos que,
enterados del traslado de la prisionera que Lobo escolta, intentarán entorpecer
la misión del czarniano o ayudarlo, caso de los Hijos de Lobo, locos moteros estelares que rinden irracional culto
absoluto a EL HOMBRE.
Como sucede con todas las sectas y
sectarios, se perfilan paródicamente parias que no tienen oficio ni beneficio, o
autoestima, o gozan de un tiempo excesivo de ocio, que se embarcan a esta
cruzada, en uno u otro sentido, procurando dar sentido a sus vidas. El mismo
Lobo “morirá” víctima de esta ansia de orden, al zambullirlo en aventuras más
Más MÁS desquiciadas que lo envenenarán hasta hacerlo la actual nulidad, anecdótica
también, que es Lobo.
Si no, compárese el primer LOBO con el de Bisley: ¡estoy seguro de que se rajaría a sí mismo de verse con esas patéticas pintas! |
Porque DC
cometió el pecado de explotarlo en demasía; durante una racha de tiempo
demasiado larga, Lobo aparecía en
todo; zumbaba a todos; lo zumbaban todos. ALAN GRANT lo transforma en un
desesperado bufón psicópata protagonista de argumentos descerebrados que, de
vez en cuando empero, dejan algún que otro número digno de ser conservado. Mas la constante Grant era:
¡matadestruyerraja! sin sentido pues no se me ocurre nada mejor que hacer contigo,
chaval.
Es lo que tienen este tipo de personajes;
funcionan de rajada puta madre magistral en espacios cortos, con distancia entre
apariciones. Permitiéndose currarse tanto el fondo como la forma. Reventarlo
como hizo DC (cuan augurio de los
tiempos de estrechez creativa que ahora vive) fue cancerígeno para Lobo. Sin embargo, la lectura de esta
aventura no es baladí; conserva intacta su potente frescura. Suerte nada
mínima-nimia, en verdad.