sábado, 14 de junio de 2014

1997: RESCATE EN NUEVA YORK — DECÍAN HABÍAS MUERTO

Espectacular afiche foráneo; vende admirablemente la
película. (Y entonces, cualquier cosa nos alucinaba tela)
En atención a su sustento y carrera, puede que, sin proponérselo, ni esperarlo aún, JOHN CARPENTER gestó, para la CultuPop, uno de sus más destacados iconos antiheroicos: el desconfiado e iconoclasta SNAKE PLISSKEN (KURT RUSSELL), que, a modo, servirá de patrón para personajes de pelaje parecido (y peor avatar, tanto en el cine italiano como el americano).

ESCAPE FROM NEW YORK, cinta con nítidas trazas de cómic filmado (personajes entre el tópico y lo original, situaciones heroicas forjadas ex profeso para destacar las cualidades del protagonista, un mundo “imposible” que, no obstante, se desarrolla desde facetas del actual, llevándonos a preguntar si evolucionaremos desde esa ficción, o será la consecuencia inevitable de nuestros actos presentes…), recrea una de las fantasías norteamericanas “favoritas”, excluyendo la clásica del western y el mal hombre bueno que pintara SAM PECKINPAH en filmes como DUELO EN LA ALTA SIERRA o el más celebrado GRUPO SALVAJE.

Uno de los sicarios de EL DUQUE (ISSAC HAYES) aprieta
las clavijas, ahora que puede, al Poder, representado por el
jefe de policía HAUK (LEE VAN CLEEF)
Por la pertinencia del tema en distintas obras, algunas tratadas en este blog, la fantasía americana “por excelencia” parece ser su mutación en dictadura, como si fuese una prueba de madurez que tienen pendiente: saber si cuentan con el carácter para oponerse a algo así, saliendo reforzados, victoriosos, de la prueba, aun purificados, o fracasarán. Algo (en este caso, una elevada criminalidad) transforma Estados Unidos, Arsenal de la Democracia, en fortín que ha cuarteado sus más elevadas virtudes democráticas e imitados principios, sean legales o morales. Su mayor ejemplo: la isla-prisión de Manhattan, donde han volcado toda la población reclusa, dejándola al pairo de sus propias reglas.

Providencial antihéroe de visita: SNAKE PLISSKEN (KURT
RUSSELL) recibirá la misión de su vida, en todo sentido
Se terminaron las reducciones de condena, la libertad condicional, la reinserción. Allí sólo hay reclusos y “el mundo que han creado”, liderado por EL DUQUE (ISAAC HAYES), despiadado convicto que ha agrupado, a su alrededor, suficiente número de adeptos (y a BRAIN —HARRY DEAN STANTON—).

El predio de El Duque es incompleto. En distintos puntos de la isla-prisión mandan otros, lo que permite suponer que, pese a las soflamas de El Duque, su poder puede quedar circunscrito a un puñado de calles, no todo el recinto carcelario.

Estos gráficos cutres, ahora, eran la bomba en 1981, en serio
Aquí aterriza, en misión claramente suicida, Snake Plissken. Debe rescatar al PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS (DONALD PLEASENCE), que ha sido lanzado, por una facción terrorista de izquierdas, al más destacado logro de su Administración, racista y tiránica: la isla-prisión.

Carpenter, con limitados recursos aunque de indiscutible aprovechamiento, incita a reflexionar sobre la seguridad, sus extremos, y cuántos sacrificios en libertades sociales e individuales estamos dispuesto a hacer. También, si realmente el futuro (aquél 1981, año de realización de la cinta, hacía 1997 todavía un momento lejano del mañana-mañana) será tenebrosa distopía por mor del pertinaz hábito del Hombre de torcerlo todo al Reverso Tenebroso. Y otro estudio, inserto en la película, es la figura del Héroe, distinto al aseado galán del tradicional sombrero blanco.

Un trío fundamental en la aventura de Plissken y el rescate
del PRESIDENTE. (ADRIENNE BARBEAU, como
MAGGIE, nos alegraba la película)
Plissken es “residuo” de algunos antihéroes que CHARLTON HESTON había ya protagonizado, como el DETECTIVE THORN de SOYLENT GREEN y el ROBERT NEVILLE de OMEGA MAN. También Snake tiene raíces en los pistoleros crepusculares de Peckinpah, que, al filo del fin, acorralados por la cierta idea de haber malgastado sus vidas, intentan remediarlo con un sacrificio de extrema generosidad.

El Presidente (DONALD PLEASANCE) en una situación en
la que más de uno querría ver a muchos políticos. Aquí, su
vida no vale apenas nada. Su resonancia es estéril, inútil
El retrato del poder que Carpenter hace, mediante Pleasence, Presidente-bulto de clase alta, tratado como un baúl, ora por El Duque, ora por Plissken, es muy desamable. Puede haber un pequeño sarmiento de anarquía en 1997: Rescate en Nueva York, en cómo se dibuja al Presidente, cuya gratitud por el rescate, oneroso en vidas, la resumen en una frase tópica e insincera. Carpenter creo que, mediante ese político, ‘previene’ sobre la naturaleza del líder electo, “pide” recelemos de ellos. Sólo son caras-y-nombres, ubicados en un reino remoto.

Plissken, de larga leyenda urbana, procura abrirse camino
por la ruinosa Manhattan, rescatar al Presidente y evitar
que la bomba en su cuello estalle
No les conocemos de nada. No son “íntimos”; tampoco “familiares”. Su mensaje: sarta de mentiras, elucubradas al gusto del populux, masa aborregada que sigue esas propuestas irreflexivamente, porque son las que quiere oír, sin reparar en su contenido (fatuo, falso, populista), ni cómo pretende materializarlas, su coste.

El veterano ERNEST BORGNINE es otra pieza clave de la
trama; este TAXISTA, ¿por qué acabó en esta isla-prisión?
Acaso el apoyo a este Presidente vino de convertir uno de los más representativos puntos de Norteamérica en inexpugnable prisión, donde ningún derecho reconocido, o aplaudido, impera. El dilema, empero, no tiene fácil contestación. Ante una criminalidad desbocada, unas leyes obsoletas, o incapaces, una creciente saturación penitenciaria, la verificación de que las habituales medidas de gracia redentoras son ganzúas que los convictos emplean para reincidir… ¿qué hacer?

¿Cuánta mansedumbre tiene el cordero social? Porque conviene señalar que muchos de los que abogan por medidas penales tenues, lo hacen desde un parapeto de comodidad, lujo y seguridad que el ciudadano común no disfruta. Desde tan espléndida fortaleza, puede pedirse la abolición de las cárceles. Pero, cuando el crimen vive en el portal vecino, y sufres sus terribles secuelas…

Snake Plissken bastante harto de todo, pero temiendo morir
a cuenta de la bomba alojada en su cuerpo
El equilibrio imposible: ¿qué derecho sacrificamos, ahora, para garantizar la seguridad? Porque la mano dura podría, repentina e indiscriminadamente, golpearte también. Por infracción mínima-nimia aún. ¿Quién te defiende ahora; cómo? El ejemplo lo aporta la Revolución Francesa, o la rusa, cuando el Poder descubrió que los adalides del Cambio eran, también, ¿por qué no?, ¡adelante!, culpables. Sediciosos. Conspiradores. Lo que fuese, con tal de que, quien trincó las riendas con republicanas promesas de mariscadas diarias al famélico pueblo, retenga el mando y sus privilegios para su goce exclusivo.

Imagen interesante del héroe, bastante vapuleada durante
Década 70, por cierto: tiene una discapacidad. Antes, los
héroes eran apuestos, leales, aun serviles, aseados y
desprendidos. Plissken, MAD MAX, representan sujetos
dañados, codiciosos, renuentes a servir a la comunidad,
de la que desconfían considerablemente
Plissken representa al hombre torcido en mal sentido pero que, en virtud a su prístina buena esencia, se reivindica gracias al extremo heroísmo. LEE VAN CLEEF (HAUK) lo pone en un aprieto, pero adviertes que urdido para mostrar el carácter indómito y descreído de Snake, para constatar que no es sujeto/héroe plano. Ahí dentro, debajo de su arraigado cinismo, hay facetas, grises.

Es lo que diferencia a los grandes autores de los del (gótico) montón. Pueden mostrar, con éxito, la complejidad de sus personajes junto al esbozo de una inverosímil Sociedad creíble al límite, y preguntarte tanto cómo se llegó a esa situación, como si estamos abocados a ella…

Vuestro Scriptor.

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